El rechazo al saber inconsciente
Desde que Freud descubrió el Inconsciente, éste ha sido negado sistemáticamente. «pensar en el Inconsciente me da vértigo», me dijo una querida amiga hace poco. Este rechazo a «un saber que no se sabe», como lo define Lacan, es sistemático.}
«El rechazo a saber vale para todos, tiene una función universal: nadie quiere saber, de verdad, aquello que le pasa. La última formulación de J. Lacan respecto del síntoma como modo de gozar, no hace más que ubicar la dificultad más grande que hay en el psicoanálisis: que en el mismo lugar en el cual se padece, genuinamente, se obtiene alguna satisfacción; y se trata de una satisfacción que el sujeto paga con inhibiciones, síntomas y angustia».
Nadie quiere saber, realmente, lo que le pasa. Y este rechazo al saber inconsciente, se ha manifestado a lo largo de la historia. No es coincidencia que, por ejemplo, personajes tan cercanos a Freud, y tan prolíficos como Josef Breuer, Eugen Bleuler, Carl Jung, Otto Gross, o Alfred Adler, entre otros, que manifestaban un abierto rechazo a la teoría sexual de Freud, fueran precisamente quienes más la pusieran de manifiesto, y en acto: Jung acostándose con sus pacientes (¡y ni qué decir de Otto Goss!), Breuer rehuyendo de la transferencia, Bleuler negando sus actos fallidos inconscientes, y Adler, al igual que Jung, distanciándose radicalmente de lo que antes profesaban. Me pregunto, ¿qué habría pasado si todos ellos se hubieran analizado?
Pero este rechazo al saber inconsciente persiste hasta nuestros días. El dogma científico se ha encargado de tomar al descubrimiento freudiano, e intentar lapidarlo y sepultarlo hasta lo más recóndito de los vericuetos cientificistas. Se rehúye de las terapias psicoanalíticas, y en su lugar gana popularidad, prestigio y respaldo científico, las terapias conductuales, neurológicas, o como a sus apóstoles les gusta llamarlas: «las terapias con evidencia científica».
¿Por qué produce tanto rechazo suponer que existe un saber inconsciente, «un saber que no se sabe»? ¿Se trata de un asunto de control? ¿De pensar que el Yo y su conciencia nos hacen dueños plenos de nosotros, de nuestros pensamientos y nuestras acciones, sin ningún lugar para la más mínima duda? ¿Se trata de una búsqueda de certezas absolutas? ¿Algo así existe? ¿No suena enloquecedor?
Lacan advirtió que el psicoanálisis es más una cuestión óntica que ontológica. Se trata del ente, y no del ser. «Así como Kant nos alertó para que no juzgásemos a la percepción como idéntica a lo percibido incognoscible, descuidando el condicionamiento subjetivo de ella, así el psicoanálisis nos advierte que no hemos de sustituir el proceso psíquico inconsciente, que es el objeto de la consciencia, por la percepción que ésta hace de él», escribió Freud.
Tal vez no haya respuesta para la pregunta de por qué nos cuesta tanto el inconsciente. Pero quizá, también, no se trate de encontrarla, sino de avanzar a pesar (y a través) de ella. En todo caso, la invitación es siempre la misma: a darle lugar al inconsciente, tanto como esta empresa imposible lo permita.
*Licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Contacto: freudconcafe@gmail.com