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Freud y la Salud Pública

 

“… puede preverse que alguna vez la conciencia moral de la sociedad despertará y le recordará que el pobre no tiene menores derechos a la terapia anímica que los que ya se le acuerdan en materia de cirugía básica; y que las neurosis no constituyen menor amenaza para la salud popular que la tuberculosis […] Se crearán entonces sanatorios o lugares de consulta [ambulatoria] a los que se asignarán médicos de formación psicoanalítica […] Estos tratamientos serán gratuitos. Puede pasar mucho tiempo antes de que el Estado sienta como obligatorios estos deberes. […] es probable que sea la beneficencia privada la que inicie tales institutos. De todos modos, alguna vez ocurrirá”.

—Freud (1918)

El epígrafe que inaugura esta columna constituye una frase muy conocida —trillada, incluso— de Sigmund Freud, quien poco tiempo después de finalizada la primera guerra mundial lanza un llamado a los psicoanalistas para sumarse a las filas una práctica sanitarista ambulatoria y gratuita. Ni qué decir tiene que la Viena de la posguerra se encontraba muy necesitada de estas prácticas salubristas (me atrevo a llamarlas así, porque lo eran: buscaban contribuir a la «salud popular», como el propio Freud lo enunció).

«En 1922, miembros de la Sociedad Psicoanalítica de Viena se reunieron con el objeto de crear una clínica psicoanalítica gratuita: el “Centro Ambulatorio de Viena”», al cual le sucedieron una serie de ambulatorios y policlínicas más [de las cuales hablaremos en una próxima entrega]. Han pasado poco más de cien años de la inauguración del primer centro ambulatorio de psicoanálisis, que ofrecía atención gratuita para todos aquellos que pertenecieran a «las filas del pueblo».

Luego de cien años, la pregunta no es qué pasó con esos centros ambulatorios (ya varios autores se han ocupado de estudiar su historia, siendo, probablemente, las más destacadas las obras de Elizabeth Ann Danto y Laura Sokolowsky), ni por qué no continuaron surgiendo o expandiéndose más de ellos. No que no valga la pena preguntarse y reflexionar al respecto. Pero hoy quiero centrarme en los valores profesados por Freud en el Congreso de Budapest de 1918: atención sanitarista ambulatoria y gratuita.

Cien años después, el psicoanálisis ha sufrido una transformación radical, que lo ha hecho alejarse de los principios profesados por Freud a inicios de la segunda década del Siglo XX. Mucho tiene que ver, sí, con la llegada y la adopción del psicoanálisis en Estados Unidos, lugar en la cual el psicoanálisis se convirtió en una práctica predominantemente médica, y, sobre todo: capitalista.

Desde entonces hasta ahora, la representación social del psicoanálisis ha sido esa: una práctica clínica médica —aunque el avance y el apogeo del positivismo y las neurociencias lo han delegado a poco menos que “pseudociencia”—, y, sobre todo: sumamente costosa. Y estas son el tipo de preguntas que quiero plantear de aquí a futuras entregas: ¿cómo lograr la división efectiva entre el psicoanálisis y la medicina? ¿Cómo lograr volver a los principios profesados por Freud en Budapest?

Tal como dijo el profesor José María Álvarez en noviembre del año pasado: «Hay que darle la oportunidad al psicoanálisis de que vuelva a reinventarse en lo público», entendiendo, por un lado, que «la sanidad no pasa por hacer del psicoanálisis una extensión de lo médico», y, sobre todo, que «la salud pública no es —no debería serlo— un negocio».

*Licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), y maestrante en Salud Pública, por la Escuela de Salud Pública de México (ESPM/INSP). Contacto: freudconcafe@gmail.com

Luis Marín