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Iván Illich. Antecedentes al CIDOC de Cuernavaca

 

A: BGHC

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Al iniciar la década de los años cincuenta del siglo XX, Illich ingresó a la Iglesia Católica. Fue propuesto para la carrera diplomática en el Vaticano, por su don de lenguas y desbordante talento, sin embargo, en 1951 fue a los Estados Unidos como sacerdote adjunto en la Iglesia de La Encarnación, Upper West Side, Nueva York. El mismo establece las razones de su traslado a los Estados Unidos en una entrevista realizada por David Cayley:

« Cayley: ¿Por qué fuiste a los Estados Unidos?

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Illich: Quería alejarme de Roma. No quería integrarme a la burocracia papal y pensé hacer una tesis post doctoral, algo que las universidades alemanas llaman Habilitación, sobre la Alquimia, en el trabajo de Alberto el Grande. Acerca de este tema hay documentos muy importantes en la Universidad de Princeton y fui invitado a ella. Pero luego durante mi primer día en Nueva York, literalmente en mi primera tarde, con unos amigos de mi abuelo, oí acerca de los puertorriqueños y su arribo. Pasé los siguientes dos días en el barrio sobre la calle 112 y la quinta avenida, debajo de los rastros de la Central de Nueva York, en donde los puertorriqueños tenían su mercado. Inmediatamente, fui a la oficina del Cardenal Spellman y le pedí un sitio en la parroquia de Puerto Rico. ¡Y fue así como me quedé en Nueva York! »[1]

En Manhattan se hizo cargo de un lugar donde se atendía a inmigrantes puertorriqueños. Este cargo llevó a Illich a encarar una fuerte disputa en contra de migrantes italianos, irlandeses y judíos que rechazaban a los nuevos inmigrantes puertorriqueños. Las absurdas demandas de los viejos inmigrantes fueron desafiadas por Iván cuando decidió aceptar como parroquianos de la Iglesia Católica a los puertorriqueños que así lo solicitaban. Para Illich, la labor de aceptación de los puertorriqueños en los Estados Unidos terminó en 1956 cuando el cardenal Spellman e Iván, en presencia de treinta mil puertorriqueños reunidos en el campus de la Universidad de Fordham, festejaron a San Juan, el santo patrono de Puerto Rico.

En 1956 fue enviado a la Universidad Católica de Santa María en Ponce, Puerto Rico, donde se le nombró vicerrector. Su tarea principal consistía en enseñar a los religiosos de los Estados Unidos y Canadá a hablar el castellano y comprender la cultura hispana para poder hacerse entender en sus países de origen con los millones de inmigrantes hispano parlantes. También fue Miembro del Consejo Superior de Enseñanza en la Universidad de Puerto Rico. Illich fue alejado de la isla, por su oposición a las amenazas proferidas por el obispo de Ponce en contra de los fieles que votaran por el gobernador Luis Muñoz Marín, quién se declaró partidario de una política de control de la natalidad auspiciada por el Estado.

A finales de la década de 1950, Illich fundó, en la Universidad Fordham en Nueva York, el Centro de Formación Intercultural CIF, mientras trabajaba como investigador del Departamento de Sociología, impartiendo seminarios dos veces al año. El propósito del CIF era capacitar a los misioneros norteamericanos, no sólo para hablar español, sino sobre todo para entender y respetar las culturas de los países latinoamericanos, no desde la perspectiva de una cultura dominante que piadosamente les lleva la salvación, sino propiciando un diálogo intercultural entre semejantes.

En 1961 Illich decidió trasladar a Cuernavaca, México, el centro de operaciones donde continuar con sus labores del CIF. Rentó el otrora lujoso hotel Chulavista que para ese entonces se encontraba abandonado.

La perspicacia de Iván le permitió identificar un riesgo en el llamado del Papa Juan XXIII, para que los obispos norteamericanos enviaran el 10 % de sus monjas y sacerdotes como misioneros para ayudar a modernizar la iglesia en Latinoamérica. Una trampa en la que la Iglesia Católica contribuía a la expansión hegemónica del imperialismo económico norteamericano. Sustentado en lo que se conocía como doctrina Truman, esto es, la idea del desarrollo económico como un fin deseable y alcanzable, por los países “subdesarrollados”. Concluyamos con un fragmento del prólogo de Erich Fromm al libro de Illich titulado Alternativas.

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«El concepto moderno de progreso, que significa el principio del constante aumento de la producción, del consumo, de la maximización de la eficiencia y ganancias, del cálculo de todas las actividades económicas sin tomar en cuenta sus efectos sobre la calidad de la vida y el desarrollo del hombre; el dogma de que el aumento del consumo conduce a la felicidad, de que el manejo de las empresas a gran escala debe ser por necesidad burocrático y alienado; el que el objeto de la vida es tener, en lugar de ser; el que la razón reside en el intelecto y está divorciada de la vida afectiva; el que lo más nuevo es siempre mejor que lo más viejo; el que el radicalismo es la negación de la tradición. En pocas palabras, el que las ideas y categorías que han surgido durante el desarrollo de la ciencia moderna y la industrialización son superiores a todas aquellas de culturas anteriores, e indispensables para el progreso de la raza humana.» En suma, el progreso sin fin del capitalismo industrial ecocida.

*www.ivanillich.org.mx

  1. Cayley, 1992: 83-84

Braulio Hornedo Rocha