“Canto de fuego” libro de Liliana García Sánchez recupera la vida y obra de Judith Reyes quien cumple cien años de su nacimiento en Tamaulipas, en 1924. La investigación profundiza la vida de una mujer revolucionaria, cantoautora, periodista, militante.
Liliana se ha especializado en Judith Reyes de quien escribió en 2007: “Judith Reyes, una mujer de canto revolucionario”, y que en “Canto de fuego”, nos regala su presencia personal. Ser mujer militante teje una existencia singular.
Judith nace en una familia de padre campesino, quien en busca de mejor vida se va de bracero a los Estados Unidos donde permanece cinco años alejado de la familia, a la cual retorna cansado y decepcionado de los gringos. La madre profesa la religión bautista y se resigna a la pobreza.
Liliana en busca de la vida personal de Judith, entrevista a sus parientes dispersos en: Tamaulipas, Monterrey, Puebla, Veracruz, Toluca, Querétaro, Ciudad de México y Atlanta, Estados Unidos.
Cuando el padre se va de bracero, Judith trabaja para sobrevivir en situación de pobreza. Su carácter fuerte y decidido se manifiesta desde niña, le gustaba trepar a los árboles, jugar al trompo, a la guerra, no a las muñecas, su cabello corto y sus pantalones de mezclilla la hacen aparecer como un niño travieso, al que la familia llama Judas.
El padre le regala una guitarra bastante amolada, con la cual la jovencita de catorce años se estrena como cantante. Con su madre Dolores recorre circos y carpas ofreciendo canciones con su potente voz y su presencia siempre coqueta, se colgaba collares de papelillos brillantes, acomodaba los brazos en la cadera y daba saltos acompañando sus canciones. Así se ganaba la vida.
En Tampico se estrena en radio difusoras y se abre camino hasta llegar a la ciudad de México a la XEW donde triunfa a lado de Tata Nacho, Tito Guízar y el que sería un parteaguas en su historia el charro cantor Jorge Negrete quien la alienta y estrena una de sus composiciones “La parranda larga” que canta en sus películas, apoyándola en su carrera de cantante y compositora. Su nombre de artista es la Tamaulipeca. La muerte de Negrete en 1953 la paraliza, es tal su tristeza que decide no volver a componer canciones.
A la edad de 16 años se casa con Eduardo Alarcón con quien forma un dueto musical y procrea tres hijos: Magaly, Josué y Berenice. La maternidad es complicada, se da en intervalos de separaciones con su marido el cual cae en el alcoholismo. La relación se convierte en un infierno. Judith cuenta con su madre Dolores para ayudarla con los hijos mientras ella se entrega al trabajo.
Cuando nace Josué, el segundo, una circunstancia cambiará su vida. Venía en tren de Torreón a Ciudad Juárez, en la estación del ferrocarril miró a un grupo de campesinos que andaban consiguiendo tarjeta de braceros para cruzar a los Estados Unidos. Miró sus manos ajadas, sombreros deshilachados, huaraches gastados y comprendió su hambre.
“El hambre había caminado por el interior mío desde que nací. Sabía lo que era el hambre de una persona que era yo, pero aquella era el hambre de muchos (…) con mi hijo prendido al seno estaba llorando el drama de mi pueblo, pero todavía no era consciente de ello” (“La otra cara de la patria” de Judith Reyes)
Así se forja su conciencia política, que crecería con fuerza en Chihuahua, donde inicia su carrera como periodista, gracias a este trabajo conoció a un grupo de campesinos de Ciudad Madera que denunciaban el despojo de sus tierras, la persecución y hostigamiento de que eran víctimas, uno de sus líderes era Álvaro Ríos figura clave en la vida de Judith. Se une a las caravanas y promete a los campesinos escribir y cantar sobre sus problemas “¡Voy a escribir canciones sobre las todas las cosas que veo entre ustedes¡¡Se los prometo! En adelante mis canciones tendrán sabor a historia, para cantarlas a todo pulmón.” (“La otra cara de la patria”, J. Reyes)
Judith se inscribe dentro de la canción política mexicana del siglo XX, nacen sus primeros corridos “Rebeldía rural” y “Corrido de Santo Domingo”.
Su valentía y radicalidad la llevan a la cárcel en 1964, acusada de haber levantado un motín contra del candidato a la presidencia Gustavo Díaz Ordaz, quien en Chihuahua fue recibido con un levantamiento popular que culminó con el incendio del pódium en donde el candidato pretendía hablar, y del cual tuvo que salir huyendo. Judith guitarra en mano entra a la cárcel y acusa al candidato de responsable del motín, por haber llegado a Chihuahua sin conocer las condiciones de lucha entre campesinos y latifundistas que mantenía el vilo el estado. En la cárcel canta sus corridos y es liberada por la presión popular.
En Chihuahua conoce a Arturo Gámiz a quien publica sus documentos en el periódico “Acción”, del que es fundadora y directora, convirtiéndose en la cara visible del movimiento revolucionario, que el 23 de septiembre de 1965 se propone la toma del cuartel Madera, iniciando la primera guerrilla socialista en nuestro país. El asalto fue frustrado, son asesinados ocho miembros de Grupo Popular Guerrillero. Ella denuncia lo ocurrido en corridos.
En 1969 es secuestrada, sacada a golpes y empujones de su casa. Para entonces estaba casada con Adán Nieto, preso en Lecumberri por razones políticas. La hermana de Adán fue obligada a denunciar la dirección de Judith. Abrió la puerta de la casa de Judith, su hermana Emma quien es brutalmente golpeada. Los hombres armados apresaron a Judith aventándola en el piso de un auto. A Josué lo amarran y vendan de los ojos. Con esa preocupación Judith enfrenta a sus torturadores. Vendada y amarrada compárese frente a un hombre, del cual solamente logra mirar sus zapatos elegantes, y supone se trata de Diaz Ordaz o Luis Echeverría. La movilización de universitarios, artistas populares y periodistas la liberan.
Para entonces, y desde 1966, estaba casada con Adán Nieto, preso en Lecumberri por su trabajo político.
Judith decide exilarse en Europa en donde gracias a la solidaridad de colectivos y organizaciones populares produce cinco discos y permanece fuera del país varios años. Su trabajo se concentra en denunciar a los presos políticos de México. Recorrerá después América Latina y cantará a los Tupamaros, a Haití, Venezuela, El Salvador, Guatemala, convirtiéndose en una revolucionaria internacional.
Regresa a México, Adán permanece en la cárcel siendo, nuevamente un matrimonio desdichado.
En 1968 Judith sigue con entusiasmo el movimiento estudiantil, del cual escribe corridos que salen al paso a la desinformación y silencio de la prensa vendida. Solo una grave enfermedad detiene su trabajo. Es sometida a una operación que la mantiene lejos del movimiento. Aun convaleciente escribe la “Crónica del 68”, diez corridos dando cuenta de lo ocurrido. Quizá uno de los aportes más queridos y sentidos por Judith.
A mediados de los setenta Judith se une al movimiento de los colonos del Campamento 2 de octubre, en Iztacalco, logra uno de sus sueños tener una casa, a la que se muda con su mamá y su nieta Dina, hija de Magaly. El 25 de enero de 1976 el campamento es rodeado por parapolicíacos que incendian las casas, tres niños mueren calcinados. El golpe es brutal.
Por la lucha se restituye el campamento, en donde muere el 28 de diciembre de 1988 por un ataque al corazón. Su salud desde tiempos atrás no era buena y unido a la pobreza y al aislamiento en que sus canciones habían caídos, debido a cambios profundos que sus amigos; Ismael Colmenares Milo de los Nakos, León Chávez Texeiro o el Llanero Solitito Enrique Cisneros explican a Liliana García Sánchez para el libro citado. Los ochenta dieron un giro donde la música y canciones de Judith Reyes no eran ya comprendidas. Los asesinatos de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez unido a la matanza de estudiantes en 68 debilitaron los movimientos a los que estaba ligada la producción de Judith Reyes.
Sin embargo, la Unión de Comuneros Emiliano Zapata UCEZ al frente de la cual se encuentran Efrén y Eva Capiz serán un espacio de lucha en la que Judith contribuye con su presencia y música combativa. Participó en 1987 en la Marcha por la Dignidad del Indio que recorrió los caminos de Michoacán.
La familia después del secuestro y el exilio se separa de ella, la consideran peligrosa. Su hija Berenice muere muy joven, Magaly permanece con ella y se propone rescatar su memoria, Josué se aparta de la familia.
Es por todo ello un gusto y un triunfo para la memoria de la cultura popular militante, el libro “Canto de fuego”, lectura obligada para comprender los apasionantes años sesenta y setenta de nuestro país.
¡Justicia para Mafer!
¡Alto al genocidio en Gaza!