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Llamadas telefónicas y Paul Auster

Jasmín Cacheux

Terminé mi llamada telefónica y fue entonces cuando recordé el inicio de la novela “Trilogía de Nueva York”, de Paul Auster: “Todo empezó por un número equivocado, el teléfono sonó tres veces en la mitad de la noche y la voz al otro lado preguntó por alguien que no era él.” Sin embargo, no es esa la obra que hoy me ocupa del escritor, guionista, director de cine estadounidense, Paul Auster, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2006, Premio Leteo 2009, se trata de El cuaderno rojo. Historias verdaderas, editado por Seix Barral, un libro breve de no ficción, en el que comparte algunas de las razones para escribir.

En El cuaderno rojo…, ante la mirada del lector se abren anécdotas trágicas y cómicas. La del niño apocado –el propio Auster–, que vio morir a Ralph, su compañero de colegio a tan sólo un metro de él, tocado por un rayo que lo fulminó porque, quizá, tan simple como la tragedia, había cedido su lugar a Auster. Tal vez sin este evento el escritor no habría podido plantearse: “…cómo el azar decide de repente la vida y la muerte de las personas, (…). El mundo es un misterio azaroso.”

En El cuaderno rojo. Historias verdaderas al timbre de la llamada telefónica, el autor nos habla de la muerte de su padre, de la hora como momento en que recibió la noticia: esas exactas ocho de la mañana en que pasado y presente se mezclan hasta convertirse en lo más parecido a la melancolía que se desliza entre sus letras. Puedo sentir la llamada que Auster relata, también recibí la noticia de la muerte mi padre vía telefónica: “Los teléfonos son enigmáticos y amenazadores.” Sentencia el autor. Y continúa diciendo: “…el teléfono es una ruleta rusa, aunque el muerto no sea el que recibe el disparo, la llamada telefónica…”

Para el autor, su obra El cuaderno rojo…, es el sitio en que Auster habla de sí, nos conduce a esa suerte de metaficcionalidad en que el autor habla del autor; es Paul Auster un personaje y autor del personaje, se enuncia y se renuncia. Nos acerca a sus orillas y nos permite conocer el color de sus abismos. Los ruidos que le reclaman y los silencios que lo insultan. Un libro, sin dudarlo, tan personal como de cada lector, lectora que se da a su lectura. La muerte de su padre, su travesía como escritor, su soledad, su locura y su claustrofobia urbana, son parte de los temas que aborda. La forma en que vive y sortea la maldición: “Ser escritor es convertirse en un extraño, en un extranjero: tienes que empezar a traducirte a ti mismo.” Y con estas palabras damos cuenta que en El cuaderno rojo. Historias verdaderas, no sólo es un libro que se disfruta sino el espacio en que podemos acercarnos a uno de los escritores imprescindibles de las últimas cuatro décadas, a sus motivos literarios, sin razones y requiebros. Quizá sea por ello que quien esto escribe sabe del escalofrío que recorre el cuerpo al escuchar el timbre del teléfono, digamos en domingo a las ocho de la mañana, aunque no sea en la gran manzana estadounidense. Los escritores, como Paul Auster no son sólo neoyorkinos o estadounidenses, son de quien los lee, familia, vecino, pariente de ese otro árbol de vida que construimos en el camino.

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