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Serena

La gata dormitaba sobre la cama, el azul marino del cobertor contrastaba con el blanco y negro de su pelaje. De vez en cuando se sobresaltaba y su mirada se volvía acechante, asomada a la puerta del cuarto, donde el fantasma de la señora Laura Sibon parecía a punto de materializarse, lo cual no ocurría ni ocurriría jamás. La misión de esta noble dama, en el mundo que le tocó vivir, ya había concluido. La gata retornaba a su sueño, enroscada en sí misma, con su cola que se balanceaba en señal de tranquilidad, como si quisiera confirmar lo que ya su nombre evocaba: Serena. Para esta felina, las apariciones de la señora Sibon eran de lo más natural. Serena carecía de la humanidad necesaria para creer en fantasmas, y aunque tampoco creía en la muerte, no por eso era indiferente a la vida.

Señales de humo

Me imagino que a ustedes también les ha pasado que, de la nada, se les aparece el rostro de una persona, junto con la sensación de que ese rostro es intensamente familiar, pero por más que indagan en las profundidades de la memoria, no logran materializar ese recuerdo. Dicen que esas apariciones vienen de muy lejos y nada tienen que ver con nuestra vida actual, sino que más bien son señales de humo con las que algún ancestro quiere comunicarse, tratando de abrir una puerta misteriosa que nos lleve a descifrar esencias de nuestras vidas anteriores.

Una ráfaga del pasado

Aray, esos tiros que acaba de escuchar no son de hoy. Si usted viviera en este pueblo comprendería mejor lo que le digo. No se asuste, nada le va a pasar. Aquí la violencia viene de otros lados. Todos los días es lo mismo, a la misma hora. Una ráfaga de balazos se sacude el silencio, como si fueran campanadas que se dejan oír a la misma hora, siempre. Pero, le digo, no se espante. Esas ráfagas ya mataron a quienes tenían que matar. Sólo son el recordatorio para los familiares, a ver si un día despiertan de su tristeza y hacen lo que corresponde, al menos eso me contó mi bisabuela.

Buscando deseos

A veces, cuando camina entre la penumbra del callejón, mira la sombra de sus pasos como si fueran los de otra persona. No le da miedo, aunque esos pasos se empeñan en llevarla en otra dirección. Ella se dejaba guiar, confiada, porque sabe muy bien que esa elección del camino la lleva a cumplir deseos perdidos en su memoria. Con frecuencia, son recorridos por sitios que parecen sueños. Pero así es la vida, un caminar por lo real, lo ficticio, lo soñado, lo imaginado, misterios que cada quien debe desentrañar, para bien y para mal. El mundo es un callejón pleno de sombras y misterios por desentrañar.

Creer en la querencia

Cuando esa lluvia fina se convierta en flores y el canto de las ranas encuentre su pasión, cuando esa fibra intensa de la ira deje de tensarse y la memoria se encargue de hallar sus querencias, cuando el aleteo de esa mariposa se vuelva inmortal o cuando, simple y sencillamente, todo se encamine hacia el olvido, a paso firme pero jubiloso, con la fértil creencia de que fue una mano invisible la que nos dio lo que nos tocaba.

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Frans Masereel “Cat on the Stircase” / Cortesía del autor