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BANQUETE DE AMISTADES

(segunda parte)

 

Permítanme seguir con este texto inédito de hace doce años, donde hago un recuento, inevitablemente incompleto, de amigos de Cuernavaca con quienes nos une, además del cariño, el placer del comer. (Y como consecuencia de este último verbo, viene al caso recordar a ese personaje que criticaban por su atracción hacia las damas robustas, al estilo de Rubens -pero sin llegar a las exageraciones de Fernando Botero-, sujeto que a la vez guardaba distancia con las mujeres delgadas. Se defendía arguyendo: “Es que se trata del placer de la carne, no de los huesos”). En aquel 2012, continuaba yo así:

En muchos casos se combina el gusto de la amistad con el gusto de compartir suculencias gastronómicas. (Acordémonos que la mesa en compañía es un deleite completo, así como la fast food solitaria es un acto equivalente al onanismo). Los banquetes de altísima categoría en casa de los queridos Dueñas –Martha (†), Daniela y Daniel (†)- son memorables; no en balde Martha es una de las autoras que más envidiamos los escritores, con más de 200 mil ejemplares vendidos de sus Recetas de cocina de Mamá Grande. Y el limoncello que prepara la atractiva Daniela parece que se lo trajo de Sicilia.

Con gran afecto frecuentamos a Yola González Ulloa y Federico Mata, tanto en su “Hacienda de Cortés” como aquí en la casa. Las cenas de la Chaîne de Rôtisseurs en su hotel hacienda son de antología; aunque no soy miembro de la exclusiva agrupación, gracias a la gentileza de nuestros amigos solemos “colarnos” en sus elegantes degustaciones.

Gloria Ceija (†), escritora mexicanísima de origen checo, y Rubén Pizano, novelista y dramaturgo, ambos intelectuales de pluma muy fina y avezada, nos reciben en su casa con maravillas que prepara Gloria, desde un clásico gulash de res que le sale incomparable, hasta una sopa de hongos con alcaravea (una variedad de comino), pasando por unos spanelske ptacky (pajarillos a la española), que son una especie de bisteces rellenos riquísimos de influencia ibera, y de postre unas bolas de frutas con pastel de amapola. (Ya se sabe que el gulash, de origen húngaro, se generalizó en todo el Imperio Austrohúngaro y así llegó y echó raíces en lo que hoy son otros países). Con Gloria y Rubén hemos bebido deliciosas cervezas Pilsen (que es un pueblo de Bohemia –de allí también el nombre de nuestra famosa marca mexicana-) y dos clásicos del bar checo: el Becherovka, que ahora se mezcla a veces con agua quina, y el licor de ciruela Slivovice, ambos digestivos tan deliciosos como efectivos.

Con Alejandra Atala, poeta y novelista reconocida mucho más allá de las fronteras morelenses, hacemos frecuentemente unas “comidas temáticas” sensacionales; cada comensal lleva un platillo, según el tema de la comida: España, Francia, Medio Oriente (la tierra de sus mayores), mariscos, Morelos, etc. Es un grupo pequeño, pero muy selecto y tragón. Siempre participan otros entrañables amigos: Edgar Assad, excelente museólogo oriundo de la “Atenas de Morelos”, es decir Jojutla (no se rían, ignorantes), Juan Pablo Picazo, tan erudito como sencillo, y su esposa Gabi, y Jesús Zavaleta, acucioso bibliófilo oriundo de Zacatepec; la mamá de Jesús, que frecuentemente nos acompaña, es autora de un notable recetario de cocina familiar (Deliciosos recuerdos) y las aportaciones de Jesús a las reuniones en realidad casi siempre se las prepara doña Rosario. No importa, pero que no falle. Una vez llevó unas deliciosas galletas de trigo y maíz amasadas con manteca de puerco con asientos y salpicadas de azúcar, ¡divinas! (que recuerdan a los turuletes tabasqueños).

Aparte debo mencionar a María Helena González, historiadora y crítica de arte que no obstante su intensa actividad profesional, se da tiempo para desbordar con creces sus cualidades culinarias, con extraordinarios resultados. Con Silvia y con los hijos hemos salido de camping a Los Azufres y han sido tan memorables los comelitones como las mismísimas mariposas monarca. La gentileza de María Helena nos lleva con frecuencia a su casa y las notables instalaciones de su cocina son ciertamente profesionales; cuando quisiera, podría convertir su hogar en un excelente restorán. Para las reuniones de amigos, María Helena siempre hace el pan (no uno, sino varios tipos), además de lucirse con innovadoras delicias derivadas de su imaginación e investigación. Una ocasión nos invitó a almorzar unas carnitas hechas en casa, pues la anfitriona estaba estrenando una novedosa olla de alta tecnología europea. Me dio mucho gusto, cuando pasamos a servirnos, ver que, además de maciza, había cueritos y buche, que son mi fuerte (además de la nana, que no había, ¡era mucho pedir!). Cuando me iba a servir por tercera vez, mi distinguida amiga me dijo, con discreción:

-El buche y los cueritos te los encargué a Ocotepec; prueba también la maciza, que fue lo que yo preparé-. Sin chistar, le hice los honores con un par de tacos de maciza.

Las celebraciones anuales del Seminario de Cultura Mexicana en casa de Lya Gutiérrez Quintanilla muestran la generosidad y delicadeza de la anfitriona. La hermosa vista de la barranca desde la terraza principal se disfruta durante la degustación de los variados platillos mexicanos que ofrece en espléndidos bufets. ¡Y de pilón, nos ha sorprendido Lya con un extraordinario espectáculo de chinelos en su propia casa!

José Iturriaga de la Fuente