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La Eterna Primavera ha estado ligada a la presencia de emigrantes de todos los confines, entre los cuales destacó la industriosa colonia española. La comunidad española en Cuernavaca se conformó a partir de dos ramas, primero llegaron los que vinieron a hacer la América, de talante conservador y después los republicanos quienes arribaron tras su derrota en 1939.

Sin embargo, hoy yace en el olvido el exilio en Cuernavaca de la madrileña Constancia de la Mora Maura, quien en palabras del hispanista Paul Preston fue “una de las cinco o seis mujeres españolas más destacadas de la tempestuosa década de 1930 a 1939…” Su vida ha sido reseñada magistralmente por la catedrática e historiadora Soledad Fox Maura en la biografía “Connie”, publicada en español en 2017, por la editorial Renacimiento.

Constancia, llamada Connie por sus afectos, si bien no provino de la nobleza o de un linaje antiguo, perteneció a la rancia aristocracia española en virtud de la prosperidad de su padre, Germán de la Mora y a ser nieta en línea materna del afamado presidente de gobierno Antonio Maura, ennoblecido por Alfonso XIII por servicios prestados a España. Como es de suponer, Connie creció en un entorno de privilegios, rodeada de lujos, propiedades campestres, una intensa vida social, así como estudios en exclusivas academias inglesas. Muy pronto despuntó su vena social que no era lo esperado en una señorita de su entorno, se casó con Manuel Bolín, un cazafortunas que es descrito como un “señorito malagueño”. Connie con Manuel tuvo a Luli, su única hija, pero fue infeliz en su matrimonio. El ascenso de la II República supuso una bocanada de aire fresco para Connie, quien fue una de las primeras mujeres en divorciarse en España, se emancipó, pudo trabajar y mostrar su militancia republicana. Pronto conoció a Ignacio Hidalgo de Cisneros, con apariencia de dandy, un aristócrata de abolengo, pero republicano y valiente piloto de combate, se enamoraron y casaron.

Al estallar la guerra civil en 1936, Ignacio ascendió a comandante de la aviación militar republicana, Connie se hizo directora de la oficina de prensa extranjera de la República, donde desplegó una magnífica labor a favor de su causa, su esfuerzo fue uno de los más prominentes para la propaganda republicana, consolidando un enorme prestigio. Fue apreciada por intelectuales y periodistas extranjeros como Jay Allen, Ernest Hemingway y Tina Modotti. Ignacio y Connie en los años de la guerra, se afiliaron al Partido Comunista Español, justificaron su nueva militancia, al afirmar que los comunistas eran los más disciplinados y comprometidos en el bando republicano. Connie llegó a ser una comunista notable, lo cual si bien le permitió acompañar a su esposo a una entrevista con Stalin y ser apreciada por los soviéticos, también la tornó en un personaje polémico hasta el día de su muerte.

La derrota republicana la llevó a Estados Unidos, donde se hizo celebridad, destacó como la más ferviente defensora de los exiliados republicanos, llegando incluso a cosechar una amistad con la primera dama Eleonor Roosevelt. En su periplo estadounidense, se publicó “Doble Esplendor” un éxito editorial, ahí tuvo el cuidado de ocultar su militancia comunista. Sin embargo, esta biografía impecablemente redactada en inglés no fue escrita por Connie, quien se atribuyó la autoría, sino por la escritora americana Ruth Mckenney.

El reencontrarse con Ignacio y su condición de comunista, la llevaron a romper con Estados Unidos y establecerse en México. Desde aquí continuó su labor a favor de la República y trabajó para la embajada soviética. Se divorció en 1941 de Ignacio quien partió a Polonia y después a Rumania donde murió en 1966. Su hija Luli también llegó a México, pero pronto se casó y se fue a vivir a Colima. Fueron muchas las vicisitudes en México y alrededor de 1947 sus militancia política y comunista comenzó a perder intensidad.

Por aquella época se encontraba ya en Cuernavaca, donde vivió desde años atrás, lugar del cual quedó prendada por su belleza, clima y calidad de vida. En aquellos años, la capital morelense era hogar de una vigorosa y culta comunidad extranjera. Edificó una casa colonial en Acapantzingo, vestía con ropa típica mexicana y era querida por todos, entre sus amigos extranjeros destacó Linie de Vries, antigua voluntaria republicana muy apreciada en Cuernavaca. También se le asoció a Rodolfo Ayala, de quien no se sabe si fue su amante o solo amigo, arquitecto empírico, quien construyó su bella casa.

En esos años, anticipándose a lo que sucedería décadas después en Cuernavaca, Connie comenzó a organizar viajes para extranjeros a México y Guatemala, fue en uno de estos viajes en compañía de la norteamericana Mary O´Brien, que murió en un accidente de automóvil en Guatemala el 26 de enero de 1950. Días después, conforme a su última voluntad, la sepultaron en el cementerio de Acapantzingo al pie de un ámate prieto, en un emotivo funeral donde Pablo Neruda fue el orador principal. Su lápida desapareció, pero Connie aún descansa en una tierra generosa, que ha sido siempre puerto de abrigo para hombres y mujeres de todos los credos y latitudes.

*Escritor y cronista morelense.

Constancia de la Mora, foto Editorial Renacimiento.