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La violencia es una crisis de salud pública

Eduardo C. Lazcano Ponce, Carolina Pérez Ferrer, Tonatiuh Barrientos*

El pasado 12 de abril perdimos a Noemí Arias Sosa y a los hermanos Luis Enrique y Luis Javier García Díaz a causa de la violencia en nuestro estado. Tuvimos el privilegio de contar con la dedicación y talento de Noemí y Luis Enrique en el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP). Hoy escribimos esta nota como un homenaje a su contribución para construir una mejor salud pública, sabiendo que no podremos alcanzar ese objetivo hasta que todas y todos podamos vivir en paz.

La violencia es un problema de salud pública que nos afecta de manera profunda. Los homicidios son una de las formas más evidentes de violencia, pero ésta también produce lesiones, discapacidad, abuso, trauma, orfandad, depresión, ansiedad, miedo y desamparo, entre otras muchas expresiones de dolor y sufrimiento. 

México vive una verdadera epidemia de violencia. Cada día, más de ochenta personas son asesinadas en nuestro país, principalmente jóvenes. Hoy tenemos tres veces más riesgo de morir asesinados que hace 14 años. Sin embargo, ese riesgo es más alto en algunas zonas. Por ejemplo, mientras que en Orizaba 1% de las muertes se debieron a lesiones violentas, ese porcentaje fue de 6% en Cuernavaca y de 19% en Acapulco. ¿Por qué hay diferencias entre una ciudad y otra?, ¿qué explica que en algunos lugares la violencia homicida sea más baja?, ¿qué podemos hacer para que la violencia en nuestras ciudades disminuya? En la resolución de todas estas preguntas debe participar la salud pública.

La salud pública prioriza la prevención, y en el caso de la violencia, asumimos que las conductas violentas y sus consecuencias pueden prevenirse. La violencia es mayor en las zonas con más presencia del crimen organizado, pero vivir en condiciones de pobreza, con poco acceso a educación y oportunidades de empleo también favorecen los hechos violentos. Resolver el problema de la violencia es extraordinariamente complejo y no pretendemos hacerlo en estas líneas, pero pensamos que la mirada desde la prevención puede aportar mucho a la discusión. Existen experiencias internacionales que indican que disminuir la violencia requiere del compromiso de toda la sociedad y no sólo de las agencias de seguridad.

Hasta hace unos años Cali, Colombia, ocupaba los primeros lugares en homicidios en el ámbito mundial. La ciudad se convirtió en un campo de batalla entre cárteles,y las muertes violentas alcanzaron niveles altísimos. En los años noventa se implementó el Programa de Desarrollo, Seguridad y Paz (DESEPAZ) con el fin de reducir la violencia e incrementar la seguridad. DESEPAZ se enfocó en el fortalecimiento social y la disminución de las causas económicas y culturales de la violencia, mediante el fortalecimiento de la policía de la ciudad y del sistema de justicia, el desarrollo de una estrategia de comunicación para la paz y un enfoque de equidad social. Las acciones incluyeron la reducción del consumo de alcohol, el desarme ciudadano y la inversión en desarrollo social y educativo. Esto llevó a una disminución en los homicidios que continúa hasta nuestros días; en un periodo de cinco años, de 2014 a 2019, la tasa de homicidios en Cali se redujo en una tercera parte. La experiencia de Cali no puede trasladarse automáticamente a México ni a Morelos, pero ejemplifica cómo una visión más amplia de las causas de la violencia puede ayudar a disminuirla.

Nos hemos acostumbrado a estar inmersos en la violencia. Hemos aceptado la violencia como algo normal que no puede modificarse. Hoy hacemos un llamado a la población a resistir ante la normalización de la violencia y a participar de forma más activa en su prevención. Exigimos que las autoridades procuren la justicia que hoy demandamos para nuestros compañeros, pero también para cualquier otra persona en nuestro país. 

Dentro del INSP hemos trabajado en múltiples ángulos de la violencia. Hemos hecho análisis que nos permiten saber que la mitad de nuestras niñas y niños son sometidos a una disciplina violenta y castigos corporales,lo cual se convierte en un factor de riesgo importante paraque la violencia se haga presente en la edad adulta. también hemos trabajado en la identificación y prevención de la violencia en el noviazgo y la pareja, así como en las distintas expresiones de violencia contra la mujer, los migrantes y la población joven. Sin embargo, tenemos la obligación de hacer más. Nos comprometemos a crear un grupo de trabajo sobre la prevención de la violencia comunitaria, que apoye la toma de decisiones al respecto en el Estado. De esta forma, podremos sumarnos a otros esfuerzos similares y participar, junto a todos losmorelenses, en la resolución de este doloroso y difícil reto.

Nuestro mensaje final es NO a la normalización de la violencia: transformemos las prácticas de crianza violentas que se han transmitido de generación en generación. Hoy sabemos que la violencia se propaga silenciosamente desde que nacemos y que estádeterminada socialmente. La violencia debe prevenirse con un enfoque de salud pública a través de intervenciones de bienestar social. La responsabilidad es de todos, porque debemos asegurar la implementación de políticas públicas basadas en la evidencia, así como de programas de prevención y acciones orientadas a reducir los factores de riesgo. La ausencia de certezas absolutas en relación con la prevención del delito no impide que utilicemos el conocimiento para contribuir a contrarrestarlo. Participemos todos juntos para erradicarla violencia.

* Especialistas en salud pública.

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