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No son pocos, los que con razones de peso sostienen que Sevilla es la ciudad más bella de España. A su vasto y rico patrimonio monumental se añaden gastronomía, paisajes y el carácter andaluz. A partir del descubrimiento de América, nada entraba o salía de Europa a América y viceversa, si no era a través de Sevilla, de ahí que la relación con México desde entonces ha sido intensa.

En el Real Alcázar se encuentra la Casa de Contratación que ostenta los orgullosos escudos de los almirantes españoles entre los cuales destaca en primer lugar el de Cristóbal Colón con su certera frase: “A Castilla y León, mundo nuevo dió Colón” Desde este histórico sitio se administró la actividad comercial y marítima entre España y América. Frente al Alcázar se alza el Archivo General de Indias, creado por Carlos III, uno de los más importantes del mundo y referente obligado para la memoria histórica de México. En la soberbia Catedral, junto a la magnífica Giralda, se da cuenta de un imponente tesoro de arte sacro que en buena parte fue costeado por la plata novohispana.

Otro punto que une a México con Sevilla se encuentra en la céntrica plaza y parroquia de Santa María Magdalena, el templo por sí solo es bellísimo, tiene la particularidad que de ahí salen procesiones a la Virgen de Guadalupe española y que en ese sitio, en 1544 fue consagrado el sevillano Fray Bartolomé de las Casas como primer Obispo de Chiapas, entonces se puede afirmar que este sitio fue el punto de partida en la defensa de los naturales de la Nueva España.

La presencia de Cuernavaca en Sevilla es contundente a través de la figura de dos personajes fundamentales en nuestra historia local: Hernán Cortés y Juana Zúñiga.

Cortés no estará nunca exento de polémica, sin embargo, nadie puede negar que fue el fundador de Cuernavaca y que hizo de nuestra ciudad la cabecera del Marquesado del Valle de Oaxaca. Hoy como testimonio de ello, tenemos su palacio, el monumento de carácter civil más importante de la entidad y una de las primeras edificaciones también civiles de tierra firme americana tras la llegada de los españoles.

Aledaño a Sevilla, en un corto trayecto en automóvil se encuentra Castilleja de la Cuesta, municipio pequeño de alrededor de 20,000 habitantes pero depositario de una orgullosa historia. En la calle principal de la localidad, se encuentra una casa palacio, que en el siglo XVI fue de Alonso Rodríguez, amigo de Cortés, ahí murió el conquistador de México el 2 de diciembre de 1547. Con el paso del tiempo, el inmueble se deterioró y en 1855 fue adquirido por el duque de Montpensier quien lo reconstruyó dándole su aspecto actual que asemeja una fortaleza. Levantó también amplios jardines así como una gran capilla. En la fachada se encuentran una placa de mármol que da cuenta de las reformas hechas por el duque, así como un busto de Cortés y otra placa más pequeña y reciente, donde el ejército español reconoce a Cortés su carácter de Capitán General.

Actualmente el edificio es ocupado por las religiosas del Instituto de la Bienaventurada Virgen María, quienes lo han destinado a colegio y convento. Al interior, dando hacia la calle se encuentra la habitación donde murió el conquistador, es una pieza pequeña, decorada con azulejos sevillanos y muros blancos. Ahí hay otra placa, un busto, el escudo del conquistador, una reproducción de la batalla de Otumba, un marco con un par de fotografías del Hospital de Jesús en la Ciudad de México así como un escritorio con libros sobre el conquistador. Es un sitio sobrio y revestido de dignidad.

Juana Zúñiga, noble española nacida en 1509 y segunda esposa de Cortés, fue una mujer extraordinaria, uno de los personajes más relevantes que han vivido en Cuernavaca, lugar donde dio a luz a su numerosa prole. La marquesa sintió un genuino afecto por la villa que fundó su marido, su talante generoso lo manifestó siendo la decidida mecenas que patrocinó el tesoro artístico que hasta nuestros días subsiste en la Catedral de Cuernavaca. La memoria histórica local estará siempre en deuda con la primera Marquesa del Valle de Oaxaca.

En 1550, Doña Juana regresó a Sevilla e ingresó junto con su hija Catalina, nacida en Cuernavaca, al afamado convento dominico de la Madre de Dios. En 1565 Catalina Cortés murió y en 1583 su madre Doña Juana. Ambas descansan a los lados del altar en el templo del convento, sus tumbas las coronan, soberbias estatuas yacentes. Originalmente se concibieron para las tumbas, dos estatuas orantes de las ilustres damas, que ahora están en el monasterio de la Cartuja en Sevilla. En el altar del templo del convento se colocaron tiempo después unas reproducciones de las estatuas orantes para reponer las enviadas a la Cartuja.

El templo del convento de Madre de Dios es hermoso, con altares barrocos, un techo mudéjar y un espléndido púlpito de hierro forjado, es no solo una rica muestra del soberbio arte sacro sevillano, sino un sitio de primer orden, íntimamente ligado a la fundación y a los primeros años de la historia de Cuernavaca.

*Escritor y cronista morelense.

Tumba de Juana Zúñiga, Archivo del Autor.