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“Cuando el debate se centra en términos de buenas o malas madres, contraponiendo formas de crianza, se acaban juzgando conductas personales, nos sentimos cuestionadas, y esto no lleva a ningún sitio. No caigamos en falsas polémicas vacías de contenido. Más que guerras mediáticas entre madres, necesitamos una discusión profunda sobre el modelo de sociedad que nos hace falta para que todas y todos podamos criar y vivir dignamente.”.

Esther Vivas. Mamá Desobediente, una mirada feminista a la modernidad

Para el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la maternidad es, sencillamente, el estado o cualidad de madre. No hay que culpar a los filólogos, un diccionario no tiene más intención que ofrecer definiciones lo más amplias posibles de los términos aceptados bajo un consenso social, y en un rol tan complejo y evolucionado como el de las madres, la brevedad de los lexicones se vuelve una herramienta que, irónicamente, renuncia a la definición.

Madre no solo hay una

Probablemente la falla sea de origen, hay casi tantas maternidades como familias, o como las mujeres que la ejercen y se ha requerido generar más que definiciones, categorías más o menos genéricas que buscarían agrupar por características a partir del alumbramiento: biológica, adoptiva o subrogada; de contextos, las madres en condiciones de violencia, trabajadoras, “de tiempo completo”, solteras, viudas, ausentes, homoparentales; por estilos de crianza; y otras clasificaciones que se han reconocido a partir de finales del siglo XX y principios del XXI, en la medida en que el dogma patriarcal que establecía a la maternidad como el objetivo central en la vida de las mujeres.

El cambio en la percepción y probablemente también en la comprensión de las maternidades ha venido especialmente bien a Morelos, donde de el 69% de las mujeres mayores de doce años habían tenido por lo menos un hijo, de acuerdo con resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda. Además, el 48% de las madres tienen una ocupación remunerada, la mayor parte de ellas como empleadas y en el sector informal.

En términos numéricos de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en Morelos hay más de 613 mil mujeres madres, 93 mil de ellas solteras, 45 mil separadas, 14 mil divorciadas, 92 mil viudas. 168 mil madres en el estado son jefas de familia.

Niñas y Adolescentes madres de familia, un problema de justicia y salud pública

Entre 2017 y 2023, 696 niñas de entre 10 y 14 años en Morelos se convirtieron en madres; también se reportaron 11 mil 613 nacimientos con madres entre 15 y 17 años. En total, 12 mil 309 de los partos atendidos en el periodo fueron de niñas y adolescentes.

Aunque la incidencia de embarazos en niñas de hasta 14 años mostró una tendencia a la baja, pasó de 123 en el 2017 a 76 en el 2023; la de embarazos adolescentes parece mantenerse estable desde el 2020, en que se registraron mil 338 embarazos, contra mil 333 en el 2023. En general, los embarazos de niñas y adolescentes representaron ese año el 5.8% del total de los embarazos registrados en el estado.

Además de los problemas de abuso que entraña el embarazo de niñas y adolescentes, mayormente producto de situaciones de violación equiparada al no poder darse un consentimiento maduro e informado por parte de la menor de edad, y de violencia física, psicológica y sexual; el embarazo adolescente es un problema de salud pública.

Los principales problemas de salud identificados con el embarazo en la niñez y adolescencia son la falta de supervisión médica desde el inicio del embarazo por desconocimiento de la condición de la madre; riesgos de preeclampsia y eclampsia, obstrucción del parto, hemorragia posparto, hipertensión relacionada con el embarazo y afecciones debilitantes durante toda la vida entre ellas la fístula obstétrica, una alta mortalidad materna, la probabilidad más alta de enfermedades de transmisión sexual. Los peligros aumentan mientras más temprana sea la edad dado que el organismo de la madre no se ha desarrollado por completo. El riesgo de muerte por causas asociadas con el embarazo se duplica cuando las niñas tienen embarazos antes de los 15 años; también, los bebés nacidos de madres adolescentes o niñas corren más riesgo de muerte en la infancia.

El embarazo en la niñez y adolescencia también provoca abandono escolar, inestabilidad y disfuncionalidad familiar, problemas psicológicos en las madres, y suele reproducir modelos de vulnerabilidad económica, social y psicológica en todo el entorno familiar.

Maternidades emergentes

En las últimas décadas, se han reconocido en todo el mundo diferentes formas de la maternidad, algunas de ellas que han existido durante prácticamente toda la historia de la humanidad, y otras que tienen su origen en los profundos cambios que la sociedad ha tenido en los últimos 40 años.

En su ensayo Estudios contemporáneos sobre maternidades emergentes. Un enfoque feminista, María Lizet Romero y Evangelina Tapia, investigadoras mexicanas especialistas en estudios socioculturales, identifican que estas maternidades comparten el no acatar los designios biológicos y patriarcales sobre el rol de la madre. Entre ellas las madres lesbianas, las que acuden a nuevas tecnologías reproductivas para cumplir el deseo de ser madres (inseminación artificial, maternidad subrogada) y las madres feministas.

Las investigadoras anotan que “el tema materno no es ajeno a las incertidumbres generadas por las condiciones actuales de existencia, pautados por el sistema capitalista y patriarcal, puesto que, si bien toda la población se ve afectada en contextos violentos y depredadores, son las mujeres a quienes les toca la peor parte”.

El debate sobre las maternidades emergentes tiene un espacio clave en los estudios de género, en gran medida por la censura del feminismo a la concepción patriarcal de éstas, que hizo parecer a los primeros feminismos como enemigos de la maternidad.

Muchas investigadoras han planteado como parte del problema una visión juiciosa sobre el tema de la maternidad que busca diferenciar normativamente a las “buenas” y las “malas” madres, olvidando que cada modelo de maternidad es producto de la circunstancia y la voluntad materna.

Entre las maternidades emergentes que se revisan en los estudios recientes sobre el tema, están las madres adolescentes y jóvenes, las madres lesbianas, las madres infanticidas o desnaturalizadas (los estudios buscan el origen de esta conducta y los problemas de justicia que entraña), y las madres feministas, que buscan resignificar la maternidad para vivirla de forma igualitaria, es decir, requieren de la creación de nuevas paternidades, es decir, de un rol mucho más activo de los hombres en la crianza y cuidados.

Los aportes de la lucha feminista y de los estudios de género a la maternidad han generado una especie de revolución en el rol de las madres que hoy ha dejado de entenderse como la renuncia a las metas, tiempo y desarrollo de las mujeres.

Las madres hoy saben que no deben ser perfectas, y pueden expresar su cansancio, agotamiento, y fastidio. Cada vez más se liberan del peso juicioso del ideal de madres y buscan y promueven el apoyo de toda la familia. También incorporan nuevos procesos de aprendizaje para sus hijas e hijos, y también se preocupan por que adquieran habilidades que antes no se procuraban, como las herramientas emocionales y las actividades que involucran a toda la familia.

Sobre todo, las madres hoy tienen cada vez mayor conciencia de lo necesario que es cambiar el modelo en que fueron educadas, lo que promete profundizar, en un futuro ya muy próximo, a un cambio mucho mayor en la concepción social de la maternidad, aunque aún no quepa en los diccionarios.

Hacia un Sistema Estatal de Cuidados

Si alguna de las formas de discriminación contra la mujer es evidente en la sociedad es la de un espacio público que no fue diseñado tomando en cuenta a las madres.

Las pruebas son abundantes y las padecen todas quienes tienen a su cargo el cuidado de personas, en Morelos alrededor del 75% de las mujeres adultas; la falta de espacios dignos, seguros y suficientes para la lactancia, de lugares con cambiadores para bebés, áreas de soporte al cuidado infantil en empresas y espacios públicos, es evidente que las más de 70 mil madres trabajadoras que requieren apoyos para la crianza de infantes se encuentran casi a su suerte.

Cierto, el DIF Morelos ya tiene salas de lactancia código L que significa su funcionamiento óptimo; pero solo son 24 en todo el estado. Los ayuntamientos intentan hacer su parte, pero en conjunto en el estado no hay más de cien salas de lactancia. Mucho menos son los espacios que apoyen a las madres con el cuidado infantil.

La conversación sobre la urgencia de un Sistema de Cuidados no es exactamente nueva, de hecho, desde hace por lo menos un lustro, especialistas del gobierno federal y de algunos estatales trabajan en el tema, pero hasta ahora sólo los gobiernos de Jalisco y Nuevo León han creado estos sistemas que buscan corresponsabilizar al Estado de la tarea de cuidados que regularmente se deposita en las mujeres, y con mayor frecuencia en las que son madres de familia.

En 2022, el INEGI levantó la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados justo con el objetivo de “Generar información estadística sobre la demanda de cuidados en los hogares y las personas que brindan cuidados. Identificar la demanda y cobertura para la población objetivo de cuidados y de la población de 15 años y más que brinda cuidados. Así mismo, se busca indagar en las repercusiones en la vida de las personas cuidadoras, en específico en la vida de las mujeres, y el impacto en la incorporación laboral. Además, identificar las redes de apoyo, la percepción de la población acerca de la corresponsabilidad de los cuidados, entre otros”.

La encuesta identificó que en México el 77.8% de los hogares tiene personas susceptibles de recibir cuidados, personas de 0 a 17 años, personas mayores de 60 años y personas con discapacidad o alguna forma de dependencia. El 75.1% de quienes brindan esos cuidados son mujeres que dedican en promedio 37.9 horas a la semana en labores de cuidado. Pero en el caso del cuidado de los hijos, más del 90% de las mujeres son las responsables de brindarles cuidados, en su mayoría sus madres.

Respecto del impacto a la salud de las mujeres cuidadoras, el 39% se siente cansada, 31.7% duerme menos; 22.7% se siente irritada, 16.3% se siente deprimida; 12.7% vio deteriorada su salud física; 6.4% ha recibido terapia para tratar depresión, angustia, nervios o ansiedad; y 5.3% ha desarrollado alguna enfermedad o se le ha agravado.

Además, más de la mitad de las mujeres cuidadoras 56.5% son económicamente activas de quienes 48.4% querrían cambiar su horario laboral para dedicar más tiempo al cuidado; 37.7% para dar más tiempo a su hogar, y solo 10.7% para dedicarse más a su persona.

En Morelos, la gobernadora Margarita González Saravia anunció desde su campaña la intención de diseñar una red de apoyo para quienes brindar cuidados a otras personas que se va construyendo paulatinamente con el fortalecimiento del sistema DIF; los programas de apoyo de la Secretaría de las Mujeres y otros programas sociales.

En paralelo, la fracción parlamentaria de Movimiento Ciudadano en el Congreso de Morelos anunció el 24 de marzo pasado un sistema la presentación de una iniciativa de reforma constitucional para que Morelos creara su propio Sistema Estatal de Cuidados.

“Esta iniciativa tiene por objeto reconocer este derecho en nuestra Constitución para corresponsabilizar al Estado en los trabajos de cuidados, garantizando acciones de fondo que permitan a las personas cuidadoras, principalmente mujeres, acceder en condiciones de igualdad a ejercer sus derechos fundamentales y poder de forma sustantiva desarrollarse plenamente”, señaló entonces.

La propuesta no distaría de los modelos de Jalisco y Nuevo León que forman parte de la agenda legislativa de ese partido en el país.

La ley de Jalisco, reconoce seis derechos de las personas cuidadoras: “A que se les reconozca por el desarrollo de sus actividades, como generadores de riqueza y bienestar social; acceder a programas de formación y capacitación para el cuidado; acceder a programas de apoyo para la realización del trabajo de cuidados; a la corresponsabilidad en el trabajo de cuidados; a recibir atención psicológica de forma periódica; y a que se generen las condiciones que les permitan acceder a oportunidades de empleo y trabajo en condiciones de igualdad y sin discriminación, así como al descanso y disfrute de tiempo libre, a la limitación razonable de las horas de trabajo de cuidados y a su desarrollo personal”.

En el ordenamiento se establece la creación de un Sistema Integral de Cuidados: “entendido como un conjunto de acciones y medidas orientadas al diseño e implementación de programas y políticas públicas transversales, con enfoque de género, interculturalidad e interseccionalidad, en materia de cuidados. Este Sistema será un modelo solidario y corresponsable entre familias, estado, comunidad y sector privado para la protección de la niñez, las adolescencias y las personas adultas mayores con pérdida de autonomía, así como personas con alguna enfermedad crónica o discapacidad”.

La ley en Jalisco adquirió vigencia en marzo de 2024.

En noviembre pasado, el gobierno de Nuevo León presentó su “Estrategia para el Sistema Integral de Cuidados”, que había sido instalado el 17 de enero a través de una comisión integrada por el Ejecutivo estatal, el sistema DIF, los institutos estatales de las Mujeres y de las Personas Adultas Mayores, además de representantes de la iniciativa privada y la academia.

Nuevo León tiene centros comunitarios del cuidado que ofrecen talleres y servicios, además de comedores, lavanderías, atención a la violencia, acompañamiento psicológico, espacios de descanso y escuelas de cuidado para “reducir significativamente la carga de las personas cuidadoras”.

Daniel Martínez Castellanos