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Todos los días las personas salen a trabajar por diferentes razones, que van desde la necesidad de saciedad del hambre hasta el amor más profundo al arte o una deidad. En el ambiguo medio, un sin fin de causales nos llevan a la multosidad, desde el padre de familia que intenta llevar un bocado a sus hijos, la madre soltera que lucha sola contra la inercia masculina y los solteros con ambición de crecer en el mercado laboral.

En el fondo todos trabajamos por amor y esto obedece a las más profundas causas que tienen que ver con el entorno, experiencias de vida y de formación, y nos lleva a nuestro actuar diario; de buenas o de malos modos, concluimos todos en el mundo laboral.

Lo cierto es que la naturaleza humana tiende a la bondad, aunque nos insistan en hacernos creer lo contrario, siempre estará la vibra del amor y la creatividad en medio del trabajo, todos buscando resolver un problema o una necesidad humana y cobrar por ello en la especie más común que puede ser el dinero, el intercambio de servicios o las migajas de pan o amor, todo a cambio del sudor de la frente del trabajador.

El amor, lo tenemos naturalmente, caminamos vibrando desde y hacia el amor. Desde el nacimiento, nacemos para ser amados de manera inconsciente, esperamos ser atendidos, alimentados, limpiados, amados, simplemente amados. Hay estudios que corroboran que, de no ser atendidos, tocados o hablados, los bebés no contarán con un desarrollo apropiado. Así que la naturaleza humana genuina es la tendencia al amor, es una programación innata inicial.

Parto de este concepto básico de programación inicial para hacer una catarsis sobre lo que sucede en el día a día, pues en qué momento hay algunas personas que despiertan bajo la irá alejándose del amor, y buscando el menoscabo de los demás.

No despertamos a ver a quien ejecutamos, sino con la firme convicción de ayudar a todo el que sea posible, lo natural es generar servicios que den respuesta a las necesidades humanas, incluyendo la salud y la recreación, incluso la vanidad y la fantasía. Esta debería ser la causa y el efecto del trabajo, la generación del servicio, si a esto le añadimos que algunos trabajamos en el servicio público en una dependencia que se dedica a la salud y prestaciones sociales.

¡Que más efecto que trabajar para y desde el amor! Y por si hay dudas, no, no estoy romantizando el tema, estoy hablando de la naturaleza innata de este trabajo… La pregunta sería, entonces, ¿qué pasa? Pasan los traumas infantiles, el niño enfermo en casa, el dolor ajeno cotidiano, las necesidades no cubiertas económicas o afectivas, la ruptura amorosa, la muerte de un familiar, pasa la hipoteca, el choque, la descompostura del radiador, la frustración de mismo puesto de años, las horas silla, las ganas de hacer más, las ganas de estudiar o aprender, las ganas de emprender, la ambición genuina de que los hijos vuelven alto, las ganas de apoyar a la familia, las ganas de crear, simplemente porque todos somos humanos y por lo tanto nos estresan las cosas que le pasan a los humanos.

Y como en todos los humanos también, hay una necesidad intrínseca de trascender, de dejar huella y cuando estimamos la transcendencia, esto también pasa. Si esto lo combinamos con una persona de frente que tiene dolor y un sentir de vulnerabilidad salen chispas de contacto, no por odio genuino o maldad, solo circunstancias sin perspectiva.

Entonces, ¿que necesitamos? Volver a la salud mental, a la conciencia clara de la causa del trabajo, del objetivo, la meta, y la proyección de una realidad distante de un daño que nadie quiere. De otro modo el cuerpo y la mente no tienen estabilidad, y lo podemos ver con el simple exceso de apetito, el cansancio, el desánimo, la apatía del día a día, la defensas bajas que permiten que enfermemos de cualquier cosa, el insomnio o lo más triste, la pérdida del sentido de vida, pues el trabajo nos hace útiles y valorados por nosotros mismos, permite una ocupación mental y esperanza, además de que ocupa la mayor parte de nuestro tiempo en muchos casos, de ahí la importancia de comprender la causa y la meta. Todos buscamos lo mismo: dar un servicio o recibir un servicio, que puede ser un pago o un intercambio, todo con un mismo sentido, con una misma causa, el amor.

¡Así que, manos a la obra, todos a intentar hacer el mejor de los esfuerzos para mejorar el servicio que podamos! ¡A darlo todo por la naturaleza misma del ser humano! A intentar ayudar en todo lo que hacemos, en cada minuto, a cada persona, en casa lugar, ¡en cada situación o circunstancia! Un privilegio ser trabajador, un privilegio ser ¡trabajador IMSS!

*M.E. Angélica Mariel Martínez López

Angélica Mariel Martínez López