De la obra de teatro escrita por la artista, escritora y amiga Martha Gabriela Mendoza Camacho, Siempre tarde o temprano me ha quedado una doble sensación: desde luego, la primera de ellas es del goce de la literatura; la soltura de los diálogos y cómo cada escena, desde el inicio, va dando forma a la que sigue a través del propio desarrollo de los personajes.
La experiencia fue doblemente enriquecedora porque, precisamente, hace unos días releía “Talpa”, el cuento de Juan Rulfo que escribiera por allá en 1956, y que me dejó una honda sensación de soledad a través del ambiente; además de la angustia irresoluble ante el engaño, resultado muchas veces de las implacables pasiones.
Sin hacer pausa tomé entonces el texto de Martha. No pude suspender esa evocación rural en donde construye parte de la historia. Me pareció sorprendente que, a casi 70 años de diferencia entre un texto y otro, existiera una línea de comunicación dada por el ambiente bucólico recreado. En este caso me refiero a la crudeza de la realidad experimentada por Juana y Pepe. A su vez, una adversidad que ha sido generada por la pobreza y que, como sabemos, por siglos ha formado parte de la cultura del campo mexicano.
Otra parte de la historia, pero que tiene profunda conexión con los dos personajes mencionados, es la de Cecilia, Alma y Ricardo, una pareja y su hija. El matrimonio está en proceso de separación y se cruza, de manera trágica, con el desdichado destino de los exiliados Juana y Pepe. Lo que urde y complejiza la historia es un par de asesinatos propinados al mismo tiempo. La ulterior historia es una serie de entresijos que desembocan en el advenimiento del destino.
Esa fue la segunda y contrastante sensación. Si bien la primera había sido de goce al apreciar y sumergirme en la atmósfera y en el tono rulfiano de la historia, luego sobrevino, al igual que pasó con “Talpa”, una especie de melancolía por fungir como espectadora de quienes involuntariamente llegan a su fatal destino. Eso es lo referido en el título Siempre tarde o temprano, como sucedió en el mítico relato de Edipo: la tragedia encontró la trama perfecta para hacer su acto de aparición. Allí donde se buscó evitarla, la marca de nacimiento generó las situaciones para llevar a cada uno la pena, o bien, la redención.
La reflexión que propone Martha en su texto me parece más que atinada, valiosa. En un México asfixiado por la violencia que coopta vidas para convertirlas en despojos de la pena hay que hacer un grito que pida justicia, pero también hay que hacer arte para protestar e interpelar las miradas en todo posible sentido de la realidad. Hay que escribir poesía, narrativa, ensayos, opiniones, intervenciones de todo tipo para desvelar la violencia. Y quizás, en alguna oportunidad, contribuir a la transformación de la realidad.
Este breve pero valioso texto ganó el concurso de obra inédita 2022 en la categoría de dramaturgia, del Fondo Editorial del estado de Morelos, de la colección Voces Vivas. Y será presentado el próximo viernes 28 de junio de 2024, a las 13:00 horas, en el Centro Morelense de las Artes. ¡Están invitadas/os!
*Red Mexicana de Mujeres Filósofas