

Quien no ayude, que no estorbe
Para que México avance en medio de las vicisitudes internacionales debe existir una suficiente masa crítica de ciudadanos que tenga claridad de lo que queremos lograr como sociedad, así como el papel que debemos jugar, tanto al gobierno, como al conjunto de los ciudadanos.

El instrumento más apto que tenemos los mexicanos para articular este proceso social es el Plan Nacional de Desarrollo (PND), en este caso, el correspondiente al período 2025-2030. Dicho PND ha quedado formulado de una manera que resulta relativamente fácil conocer los compromisos y responsabilidades del Poder Ejecutivo Federal, y, por consiguiente, lo que nosotros podemos y debemos exigir en materia de transparencia y rendición de cuentas; sin embargo, y pensando en el futuro, un PND realmente integral debería también incluir la parte de compromisos que correspondería cumplir a la ciudadanía, para lograr de manera corresponsable lo que ahí se estipula.
A pesar de dicho vacío, que habría que pensar cómo se llena normativamente en el futuro, dicho PND refleja la oferta y demanda de formas de atender las necesidades de la sociedad mexicana. Por una parte, la oferta del gobierno federal resulta de su propio diagnóstico de la actual problemática nacional, alimentado durante la campaña presidencial; y, por otra parte, la demanda ciudadana que se recogió de la consulta nacional.
Ambas fuentes están además apuntaladas en los principios normativos del partido MORENA, ganador de la elección federal de junio 2024, y por su decisión de darle continuidad a los ejes de actuación que guiaron la anterior administración (2018-2024), bajo la llamada “cuarta transformación nacional”, planteada por ese partido/movimiento político. Este sexenio de continuidad se presentó, de manera oficiosa y coloquial, como el que pondría el “segundo piso de la cuarta transformación”.
El PND 2025-2030, se estructura alrededor de cuatro Ejes Generales y tres Ejes Transversales. El primero de los Ejes Generales se titula: Gobernanza con justicia y participación ciudadana, y plantea que “El Proyecto de Nación del Gobierno de la Transformación tiene como eje principal el Humanismo Mexicano que, en esencia, significa “Por el bien de todos, primero los pobres”. El objetivo es lograr la fraternidad universal, la igualdad de oportunidades para todas las personas y una prosperidad compartida”.

Para darle concreción a este gran propósito, se fijaron siete objetivos y 49 estrategias/acciones, así como nueve fórmulas/indicadores de seguimiento, a partir la mayoría de ellos de una línea base porcentual del 2024, hasta una meta para el 2030.
Sólo como una muestra de la forma de plantear los compromisos, elegimos, el primero de los siete objetivos, formulado como “Promover y fortalecer el desarrollo de una sociedad democrática, participativa, transparente y justa”, y de éste, la primera de las siete estrategias para su cumplimiento, la cual plantea “Impulsar los espacios y mecanismos de participación social a fin de involucrar a la población en los asuntos públicos para mejorar sus comunidades y su entorno”.
Sabemos que, en la vida real, la facilidad de la retórica en la formulación de las buenas intenciones es inversamente proporcionales a la dificultad para hacerlas realidad; sin embargo, no podemos renunciar a que la sociedad nos fijemos grandes propósitos, a pesar de la dificultad para alcanzarlos. En este caso, la primera estrategia del primer objetivo nos lista cuatro adjetivos que prefiguran un modelo de sociedad utópica. En efecto, habla de desarrollar una sociedad democrática, participativa, transparente y justa. Poca cosa. Lo interesante es que el gobierno federal se compromete a encontrar espacios y mecanismos para que los ciudadanos nos involucremos en los asuntos públicos, esto es, los asunto de todos y no sólo los asuntos del gobierno.
Desde luego, hay que esperar y exigir que a la brevedad el Poder Ejecutivo Federa haga mención expresa de lo que nos propone para que este magno compromiso se haga realidad, aunque debemos entender que nosotros como ciudadanos tenemos también la obligación de proponerle al gobierno los espacios y formas en que queremos participar. Es un trabajo de doble vía, y una construcción dialógica de algo que en un futuro deberá ser práctica cotidiana y no sólo deseo y exigencia.
Muchos obstáculos hay que superar para vivir en democracia como forma de vida, y no sólo como participación en procesos electorales; y para vivir en una sociedad regida por la justicia, y no por la impunidad. Sólo baste mencionar como ejemplo, algunos de ellos: el desinterés por los asuntos de interés público, la falta de sensibilidad por los problemas que afectan a los sectores vulnerables, la ignorancia de nuestras leyes y reglamentos, el siempre presente cáncer de la corrupción, la fría losa de la impunidad, la falta de espíritu de servicio de gran parte de los servidores públicos, de la raquítica e improductiva actual oposición política en México, y la intervención de poderes hegemónicos extranjeros en los asuntos nacionales.
Vivimos tiempos difíciles, pero tenemos que avivarnos como nación. La participación ciudadana tiene muchas expresiones. Empecemos por leer el PND 2025-2030, y tomemos postura personal frente a lo que ahí ha quedado plasmado, para que si queremos apoyar o criticar lo que haga y diga el Poder Ejecutivo Federal, esté basado en el documento que compendia sus compromisos con todos nosotros.
*Interesado en temas de construcción de ciudadanía.
