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VOLTERETA MUNDIAL

 

El comercio, entendido como el intercambio o adquisición de bienes y servicios es algo tan antiguo como la humanidad. Desde luego que la materia, forma y condiciones del comercio han evolucionado a lo largo de la historia. Sin comercio, no habría civilización.

Se ha recorrido un largo camino, desde el trueque como modo de intercambio, hasta los mecanismos actuales ideados por la evolución de la lógica bancaria/financiera, y de los flujos electrónicos de información. De igual forma, han quedado atrás los tiempos en que era aceptado el colonialismo como fórmula de control político y de licencia para extraer riqueza del país colonizado, para dar paso a la aceptación generalizada del derecho de las naciones a ser soberanas en sus decisiones políticas y económicas.

En efecto, la operación del comercio internacional como lo conocemos ahora tuvo sus inicios en el siglo 18 con la revolución industrial, y su derivada de la revolución del transporte, más allá del ya existente entonces transporte marítimo eje del modelo mercantilista de producción. Posteriormente, ya en el siglo 20, al intercambio de productos agrícolas, de materias primas no transformadas, y de mercancías industrializadas, se le sumaron los productos derivados de las tecnologías del conocimiento.

En la etapa actual del modo de producción, distribución y consumo capitalista se crearon instituciones como la Organización Mundial de Comercio (OMC 1994) organismo multilateral encargado de promover y regular el comercio internacional, así como resolver las disputas entre los países participantes. Actualmente está conformada por 166 países. La OMS reemplazó al Acuerdo General de Aranceles Aduanero (GATT) que fue creado en 1948, poco después del fin de la segunda guerra mundial.

Hasta hace poco tiempo, todo parecía marchar bien en materia de comercio internacional, aunque en medio de grandes simulaciones y contradicciones, hasta que la guerra en Ucrania, entre Rusia y el mundo anglosajón (2022), desordenó severamente el statu quo. Lo peor, sin embargo, sucedió cuando el pasado 3 de abril el mundo conoció el perverso juego de imposición universal de aranceles que, en favor de su decadente país, decretó el presidente Donald Trump.

De un plumazo se cuestionó de raíz todo el discurso liberal basado en conceptos como el de libre mercado, libre comercio, y libre competencia en la arena internacional. Con la excepción del T-MEC, los Estados Unidos de América negaron los términos de los acuerdos y tratados internacionales que tienen celebrados, para dar paso a una fórmula de intercambio comercial forzoso de carácter binacional, presumiblemente como paso previo a la desaparición del enfoque multilateral en todo tipo de relaciones internacionales.

Sin tomar en cuenta el engañoso y caprichoso comportamiento reciente de las bolsas de valores, está aún por verse el alcance que tendrá en el futuro esta medida unilateral e irresponsable, y el impacto que habrá de producir en el comercio mundial, y, sobre todo, en el nivel de bienestar de los países, incluido desde luego el propio Estados Unidos de América.

El rompimiento formal de las reglas aceptadas mundialmente del comercio internacional por parte de Donald Trump abre la oportunidad de hacer algunas reflexiones sobre el tema del desarrollo de las naciones y su significado.

De entrada, hay que reconocer que el “orden mundial” existente hasta hace unos días se articuló de tan extraña manera, que las decisiones que toma el hombre que hoy está al frente del país que ha sido hegemónico en los últimos ochenta años, son capaces de sacudir y vulnerar la vida interna y las relaciones externas de la mayoría de los países del mundo. Esto sólo sería suficiente prueba de lo absurdo del actual “orden mundial” y de la necesidad de buscar uno nuevo que rija la política y la economía con premisas distintas a las actuales.

Otra dimensión a reflexionar es la que se refiere al sentido y razón de ser del intercambio comercial internacional. En un primer nivel, se comercia para adquirir materias primas o bienes manufacturados que necesita el país que compra, y que son excedentes o no necesita el país que vende. Analizar la condición que en esto guarda a cada país daría mucha luz sobre su modelo de desarrollo y su definición de bienestar social.

Es también evidente, que la “racionalidad” del comercio internacional, que debiera existir en lógica de “ganar/ganar”, se cuestiona cuando podemos constatar que en el actual, y ahora cuestionado “orden mundial”, hay una división internacional de funciones, consistente en que los países menos desarrollados suelen basar su economía en la venta de sus materias primas, mientras que los país desarrollados la sustentan en conocimientos y de la tecnologías generadas por ellos que permiten transformar esa materia prima en bienes y servicios de uso específico o generalizado. Esta división de funciones ha sido intencionalmente construida por los países del “norte global”, y conlleva por necesidad que los países del “sur global” no puedan tomar decisiones soberanas que determinan su propio modelo de bienestar.

Otra dimensión del comercio internacional tiene que ver con lo que ha sido la imposición de la moneda del país hegemónico como moneda de comercio y de reserva. Ese ha sido un instrumento de poder, y se ratifica en estos días como instrumento de sometimiento y chantaje.

Estos son sólo algunos apuntes para el debate y reflexión sobre lo que está sucediendo en la actual guerra comercial, en razón de la imposición unilateral de aranceles, y su derivada guerra comercial. Hay mucho que considerar sobre el significado de la libertad de comercio, la competencia internacional, y la soberanía nacional. Lo haremos en la siguiente entrega.

*Interesado en temas de construcción de ciudadanía.

foto al revés de una dama rubia en jeans y camiseta blanca sonriendo a la cámara y anunciando algo - mundo al reves fotografías e imágenes de stock

Imagen cortesía del autor

Vicente Arredondo Ramírez