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Nuevos retos a la soberanía

 

La historia se repite y se repite. La compulsión de incrementar el poder, la búsqueda de recursos naturales, la defensa preventiva, o la imposición ideológica han sido motivos en todas las épocas para invadir y apoderarse de territorios ajenos. Las invasiones territoriales han sido milenariamente el recurso que crea imperios y colonias, o simplemente resolver disputas territoriales, como bien podemos constatar en este 2025.

Sobran los ejemplos de esa compulsión. En el pasado, el imperio Romano de Occidente (27 a.C. 476 d.C) conquistó tierras en tres continentes, en el imperio creado por el mongol Gengis Khan (1206-1368) se invadió y controló partes de Asia y Europa, aun después de su muerte en (1227); los colonizadores europeos se apoderaron a lo largo de tres siglos de los continentes americano, africano y de gran parte del asiático; los Estados Unidos se apoderaron de la isla caribeña de Puerto Rico (1898); y, más recientemente, el genocida gobierno de Israel arrasó con territorios palestinos, después de haber ocupado territorios de Egipto, Siria y Jordania en la guerra de los seis días (1967); y Rusia, como medida defensiva frente a la OTAN, invadió partes de Ucrania, hasta hace poco, territorio de la propia Rusia. Todo pareciera que la guerra y el conflicto por cuestiones de guerra son parte de la condición humana.

En ese marco, un día como hoy, pero de 1862, recordamos en México uno de dos episodios secuenciales en los que la recién creada República de los Estados Unidos Mexicanos fue invadida por fuerzas del Imperio Francés.

El primer episodio se encuadra en lo que se llamó la Guerra de los Pasteles (1838-1839), resultado de reclamos de unos comerciantes franceses por daños causados a sus propiedades y por la muerte de un ciudadano francés en el puerto mexicano de Tampico. Se produjeron bloqueos y bombardeos a puertos mexicanos, ante lo cuales México cedió, y pagó indemnizaciones, con lo cual terminó el conflicto.

Este evento fue anticipatorio de la abierta pretensión del imperio francés de Napoleón III de extender su poder y territorio en el continente americano. En efecto, la llamada Segunda Intervención Francesa (1861-1867), provocada por la suspensión del pago de la deuda a ese país por parte del presidente Benito Juárez (1806-1872), dio pie para que Francia, junto con Gran Bretaña y España, buscaran asegurar el pago de esa deuda, lo cual permitió la creación de la Alianza Tripartita, para luego invadir a México.

Todo inició con el desembarco en Veracruz de las fuerzas invasoras francesas, que luego avanzaron hacia la capital, y el cinco de mayo de 1862, se enfrentaron en Puebla al ejército mexicano, en donde fueron derrotadas, por el general tejano Ignacio Zaragoza (1829-1962), en la histórica “Batalla de Puebla”. Esto no fue óbice para que los franceses tomaran la Ciudad de México en 1864 e impusieran al austriaco Maximiliano de Habsburgo (1832-1867), como cabeza del Segundo Imperio Mexicano. Este pasajero imperio culminó con el fusilamiento del emperador en 1867, y la restauración de la República, por el liderazgo del presidente indígena oaxaqueño Benito Juárez.

Todos estos aconteceres nacionales corrían a la par del desarrollo de la conceptualización en Europa del tema de la soberanía de los pueblos y de las naciones, cuyas intenciones fueron primero construir la soberanía popular, para posteriormente, evolucionar para la defensa contra el abuso del poder extranjero, preservar el territorio considerado propio, así como la autodeterminación.

En efecto, la actual idea de soberanía se empieza a gestar en la edad media con planteamientos contra el poder de la iglesia y del imperio romano. Quien primero estructura de manera más formal la idea fue el intelectual francés Jean Bodin (1530-1596) en su obra «Los seis libros de la República», seguidos por Thomas Hobbes (1588-1679), John Locke (1632-1704), y Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) con sus interesantes y diversas propuestas sobre las sociedades contractuales, y sobre la soberanía popular.

Al día de hoy, el tema de la soberanía está regida por múltiples tratados y organizaciones internacionales, sustentados en la organización jurídico/política/territorial llamada Estado/nación. Este marco jurídico, promueve el orden internacional y previene de la invasión de territorios ajenos, aunque como sabemos este orden se rompe con mucha facilidad.

La invasión de un territorio para tener control sobre los recursos naturales y la población que lo habita ha mutado de formas con los avances tecnológicos y con la aplicación de la ahora genéricamente llamada “globalización”. Este fenómeno, ahora en crisis, ha sido posible gracias a la cibernética y al universo de satélites construidos por los seres humanos.

Ya no se requiere invadir físicamente un territorio para tener control sobre la población. La tecnología ahora permite que los poderes fácticos mundiales puedan hacerlo de forma amigable y “soft”, por ejemplo, controlando la mente, conductas y los sentimientos de miles de millones de personas, a través de la difusión de múltiples productos culturales materiales y virtuales; dirigiendo las finanzas de las naciones, vía endeudamiento y vinculación de sus monedas con el dólar para poder comerciar; sometiendo a los países con el acaparamiento en la producción y distribución de medicamentos; monopolizando la industrialización de los alimentos; y por si fuera poco, atemorizando a la gente con la amenaza recurrente de la destrucción masiva del planeta.

Se requiere un nuevo orden internacional que permita el ejercicio de la soberanía de los pueblos y de las naciones, no como un mecanismo de defensa contra el más fuerte, sino como un camino para el desarrollo gratificante y sostenible, de las personas, las comunidades y la naturaleza.

*Interesado en temas de construcción de ciudadanía.

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El patrioterismo distorsiona la defensa de la soberanía de México | Nayarit  Altivo

Vicente Arredondo Ramírez