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LO QUE EL VIENTO A JUÁREZ

Vicente Arredondo Ramírez *

La Jornada Morelos

21 de marzo del 2023

Los Estados nacionales son de relativa nueva creación. En el caso latinoamericano su origen se ubica en la primera mitad del siglo 19. Se fundaron con el propósito de liberarse de las antiguas colonias, y convertirse en países soberanos. Para ello había que construir la identidad colectiva de sus habitantes, por lo que se recurrió al diseño de los símbolos patrios, a la composición de himnos nacionales, a la entronización de personas claves en las guerras de independencia, a la construcción de monumentos y pedestales de los prohombres, a la definición de fechas conmemorativas, y, sobre todo, a escribir la historia oficial del nuevo Estado-nación. Ahí encaja México.

Los calendarios cívicos de nuestro país, definidos para reforzar la identidad y la cohesión nacional, se han venido desvirtuando gradualmente en su significado. Para cada vez más gente, son fechas esperadas de asuetos y fines de semana largos. En las escuelas de educación básica se conservan rituales o se realizan eventos que de alguna forma ayudan a recordar el motivo de la festividad en cuestión. Resaltan las celebraciones del grito de independencia y el desfile del 16 de septiembre, como los eventos más importantes y publicitados del año. Finalmente, está la impresión de los controvertidos libros de texto de historia de México.

En la lista de celebraciones cívicas, el natalicio de Benito Juárez García (1806–1872), conocido como el Benemérito de las Américas, ocupa un lugar especial en nuestra historia oficial. Indígena oaxaqueño que llegó a ser presidente de México (1857 a 1872). Al menos dos razones justifican su importancia: la lucha contra el imperio monárquico de Maximiliano de Habsburgo (1863-1867), y la creación del Estado laico, marcando las fronteras entre el ámbito religioso y el ámbito civil, en una República Federal.

De las frases dichas por héroes nacionales que son parte de la historia oficial, sin duda la más conocida y más importante en su contenido es la de “entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, la cual sintetiza las ideas de soberanía y autodeterminación, pautas rectoras deseables y necesarias del comportamiento personal y del comportamiento entre países.

El valioso apotegma del presidente Juárez, sobre el cual se sustenta el estado moderno y las relaciones internacionales, está más vigente que nunca. Los cambios acelerados y de dudoso desenlace en la geopolítica que estamos experimentando están poniendo a prueba la viabilidad de la existencia de países libres y soberanos, o al menos, de la forma en que debe hacerse valer y respetar ese derecho.

En efecto, las últimas tres décadas han sido suficientes para dejar en evidencia el gran engaño sobre los beneficios de una manera de hacer la economía mundial (neoliberalismo globalizado), y de una manera de hacer política (liberalismo partidista electoral), que fueron impuestas por países hegemónicos en prácticamente todos los rincones del mundo, utilizando para ello distintos mecanismos de presión, chantaje y cínica intervención.

Estamos siendo testigos del inicio de una nueva “guerra fría” provocada por el país hegemónico que en el siglo 20 fijó reglas en el mundo Occidental para su propio beneficio, y para repartir beneficios de manera diferenciada entre sus “países aliados”. Este país occidental en franco debilitamiento se enfrenta ahora a un país oriental que liderea una nueva propuesta de cómo conducir las relaciones comerciales y financieras internacionales.

Y aquí estamos en México, país formalmente libre y soberano, pero dependiente en gran medida de lo que haga o deje de hacer nuestro país vecino, en función de lo que necesite o no de nosotros, para atender sus propias prioridades como país hegemónico de Occidente.

Los mexicanos estamos obligados a responder estas preguntas: ¿cuáles son los limites reales de la soberanía mexicana? ¿cómo se hacen efectivos? ¿cómo se comparten los beneficios y cómo se distribuyen los costos de actuar soberanamente? ¿qué tipo de intercambios y acuerdos económicos con el exterior necesitamos para alcanzar el bienestar de todos los mexicanos?

En paralelo hay que innovar las normas y prácticas de la vieja política, para lo cual debemos preguntarnos ¿cómo instrumentar formas auténticas de servicio público, sin intermediación de políticos de oficio mañosos y deshonestos, y al servicio de los intereses de actores extranjeros?, ¿cómo construir un sistema de incentivos de acceso a los puestos de elección popular y de nominación de servidores públicos que por sí solo ahuyente a los que no tengan capacidad, conocimientos y disposición de servicio a la ciudadanía?

Más allá de las dos o tres explicaciones sobre el origen de la conocida frase coloquial “le hizo (o me hizo, o nos hizo) lo que el viento a Juárez”, que en sustancia señala que uno se mantiene firme en su conducta y convicciones frente retos, ataques, amenazas y acciones de quien quiere perjudicarnos, los mexicanos debemos honrar más que nunca el legado de Benito Juárez, a la luz de los acontecimientos mundiales.

Los mexicanos somos muchos y diversos, pero quienes aún creemos que en lo personal y en lo colectivo tenemos el derecho a decidir por nosotros mismos, y no obligados por otros, debemos trabajar arduamente para ello.

*Especialista en temas de construcción de ciudadanía.