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OPOSICIÓN RENOVADA

 

En la realidad virtual del país que se refleja en los medios de comunicación comerciales, tradicionales y digitales, el mensaje predominante ha sido oponerse y criticar todo lo que dice y hace el actual gobierno federal, autonombrado de la “cuarta transformación”. Si fuera cierto todo el escenario catastrófico de nuestro país sobre el que cotidianamente se escribe y se habla en dichos medios, no habría duda de que después de seis años estaríamos viviendo en el absoluto caos, y los medios de comunicación que ahora vocean el desastre estarían cerrados o tomados por la dictadura.

No pretendo hacer apología de la “cuarta transformación”, que bien podría hacerlo por muchas razones, sino más bien generar algunas reflexiones sobre la dinámica que ha caracterizado la relación gobierno/oposición.

Quien regularmente ha escuchado a lo largo de este sexenio, al menos en parte, dos o tres veces a la semana, la conferencia de prensa cotidiana del presidente, conocida con la “mañanera”, tendrá que aceptar que con mucha frecuencia pareciera que los principales interlocutores de lo que se informa y comenta ahí son los opositores al gobierno, y no quienes lo eligieron. La insistencia del presidente AMLO en contrastar las intenciones y la forma de actuar de los gobernantes de la era neoliberal, con las de su gestión, es uno de los ejes narrativos permanentes que está en su formato de comunicación.

Hay desde luego otras cosas que explican y justifican la fijación del presidente de tener siempre presente a la oposición, ya que en su largo historial político ha tenido muchas experiencias dolorosas. Además, es un hecho que nunca había sucedido que un presidente de la República fuera atacado día y noche por prácticamente todos los medios de comunicación comerciales, ya sea escritos, electrónicos o digitales, en todo lo referente a su gestión, y por todo lo que sucede en el país, sea de su responsabilidad o no. Por cierto, lo que ha sucedido en este sexenio con los medios de comunicación merece una reflexión aparte, porque rompieron sin conmiseración el auténtico sentido de la libertad de expresión y del derecho a la información. Pero de eso no nos ocuparemos en este texto.

En gran medida, las “mañaneras” han sido un ejercicio cotidiano de réplica, para desmentir o contrabalancear la visión de todo lo divulgado por los medios. Las agendas desahogadas en las sesiones matutinas, sumadas a sus intervenciones en la plaza pública, en sus giras de trabajo los fines de semana, han conformado su estrategia de comunicación.

Una de las formas de marcar que su gestión ha sido diferente a las anteriores son las referencias directas y reiterativas que hace sobre la naturaleza de la oposición, a la que se refiere como “los conservadores”, cuya esencia según los define, es la de ser un grupo de “corruptos, hipócritas y amantes del dinero”. Ahí incluye a comunicadores conocidos, a los cuales exhibe y critica con frecuencia.

Por otra parte, la estrategia de la oposición de ataque y desprestigio del actual gobierno, durante los últimos seis años, demostró ser un fracaso, si hemos de atender los resultados de las elecciones de junio pasado. En lógica convencional, pareciera imposible no poder vencer a un gobierno incumbente, teniendo el control de todos los medios comerciales, las decisiones del poder judicial, y el respaldo de poderes fácticos importantes dentro y fuera del país, y, sin embargo, la oposición perdió. Mucho hay que reflexionar sobre por qué esto fue posible.

En este contexto, la alianza que ganó las elecciones haciendo realidad lo que llamó el “plan C”, esto es, la obtención de la mayoría legislativa para modificar la Constitución sin mayores dificultades, hace posible desahogar una agenda legislativa ampliamente divulgada tiempo atrás, cuya intención es doble: fortalecer la estructura e institución misma de gobierno, desapareciendo “organismos constitucionalmente autónomos” que se crearon durante el período neoliberal, que en la práctica constituían un poder paralelo a los poderes formales electos por la ciudadanía; y segundo, ganar los espacios de soberanía nacional que se fueron perdiendo, al haberse creado dichos organismos con el claro propósito de que algunos de ellos defendieran los intereses del capital nacional e internacional, bajo el pretexto de servir de contrapeso a excesos posibles y actos de corrupción de los gobernantes electos.

Creo en lo personal que una auténtica transformación de nuestra vida nacional consistiría en romper el actual paradigma gobierno/oposición, que en realidad es una trampa creada por el modelo de democracia liberal. Todo el tema de “pesos y contrapesos” no es para hacer democracia, sino para el divertimento de los políticos de oficio, y la defensa de intereses creados.

Una cuarta transformación implica, en efecto, despertar y fortalecer un actor hasta ahora marginal, esto es, nosotros los ciudadanos. El auténtico poder político tiene que estar en primera instancia en manos de los ciudadanos, lo cual sólo es posible si soltamos la imaginación y hacemos una reingeniería del diseño institucional de nuestro país, sobre la base de una democracia participativa, más que representativa.

Habría que empezar asegurando que la “oposición” sincera del actual y del nuevo gobierno no repita lo que la llevó al reciente fracaso. Los opositores que de verdad quieren a este país tienen que proponer formas novedosas, para que el ataque a la corrupción y al autoritarismo sea en lógica preventiva, más que correctiva, y además que dichas ideas puedan operarse sin tener que crear nuevas instituciones. Su actuar debe ser propositivo, y no de negación y ataque sistemático.

Esto mismo, y con mayor razón, vale para los que ganaron las elecciones. Tienen la obligación de encontrar mecanismos eficientes de comunicación, para explicar y justificar los cambios que plantean para el país.

Lo más importante, sin embargo, es generar una nueva agenda ciudadana que asegure vivir en una democracia real.

*Interesado en temas de construcción de ciudadanía.