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El día de ayer ha pasado a la historia nacional y regional, por vez primera, una mujer es presidenta de la República y Morelos tiene a su primera gobernadora. En suma, aunque ya es un tema trillado, es de destacar que las mujeres asumen conquistas, no en función a una cuota de género, sino como fruto de sus talentos y capacidades.

En lo personal tengo aprecio por Karla Herrera, la nueva secretaria de educación, creo que su designación es un acierto, Karla fue mi compañera de estudios en la juventud, ya destacaba entonces por su inteligencia, carácter prudente, bonhomía y gusto por el fútbol. Mi opinión sobre Karla no la nubla el afecto, sino que he sido testigo de su capacidad.

A diferencia de Cuauhtémoc Blanco que representa un ejemplo magistral de oportunismo político, a la gobernadora Margarita González Saravia, todos la conocemos, ya sea como veterana militante de izquierda, funcionaria pública o como empresaria del rubro de parques acuáticos y balnearios. El arraigo de Margarita imprime la seguridad de un compromiso con Morelos pues, seguramente y a diferencia de su antecesor, al concluir su encargo, continuará viviendo aquí.

La llegada de una nueva administración siempre representa la esperanza de cambios positivos, en el caso del gobierno entrante, se refuerza por lo dicho y hecho por la gobernadora. Apostó por conformar un equipo con figuras locales, ha manifestado que el campo será prioridad y asegura que su gobierno será de territorio no de escritorio. Aquí es donde también surge la oportunidad de saldar una asignatura histórica que se ha venido arrastrando desde hace décadas y que se recrudeció ante la falta de sentido de identidad local de Graco Ramírez y Cuauhtémoc Blanco: la deuda con la memoria histórica y el orgullo morelense.

Es sabido, que las prioridades versan en torno a la seguridad pública, al desarrollo económico y social. Pero también es una realidad que la cultura es un elemento fundamental para la reconstitución del resquebrajado tejido social morelense. Margarita lo entiende bien, pues presidió recientemente la extinta Secretaría de Turismo y Cultura. Morelos tiene un orgulloso y milenario pasado que se remonta a la rica y compleja mitología del México precortesiano, Morelos fue considerado como Tamoanchan, el paraíso terrenal. El Quetzalcóatl histórico nació en el paraje Tepozteco de Amatlán y Xochicalco, aunque de manera breve, literalmente floreció a la caída de Teotihuacán. La conquista supuso para el territorio morelense ser un crisol del mestizaje, de la evangelización e hizo de Cuernavaca, la cabecera del poderoso Marquesado del Valle de Oaxaca. Más allá de posturas demagógicas, a Cortés no solo debemos la fundación de la actual Cuernavaca, sino la introducción de la caña de azúcar, que continúa siendo el buque insignia de la agricultura morelense.

La independencia vio en Cuautla el hecho de armas más notable de la insurgencia, la Gran Década Nacional tuvo su banderazo de salida en Cuernavaca como capital de la república tras la caída definitiva de Santa Anna. A su vez, la Revolución Mexicana encarnó su expresión más genuina en Emiliano Zapata y la lucha de los soldados campesinos por reivindicar el Derecho ancestral y sagrado por la tierra. Entonces hablar de memoria histórica e identidad regional en Morelos, no es cosa menor.

Desde el nacimiento de las grandes civilizaciones de la antigüedad, el México antiguo no fue la excepción, las sociedades han tenido la necesidad de perpetuar su memoria histórica y reconocer a sus próceres y valores a través de monumentos. Nuestro estado a pesar de que la figura de Zapata es nuestro principal referente de orgullo local, debe su nombre en honor al más grande de los mexicanos, el general Morelos y a su gesta heroica en Cuautla en 1812. El general Morelos, no sólo fue el más brillante militar de la insurgencia, sino que con enorme visión fundó las bases del Estado Mexicano, de la división de poderes, y a diferencia de Hidalgo, propuso un México no enfrentado a España pero sí absolutamente independiente de cualquier potencia europea.

Hoy en tiempos de polarización, de convulsiones ideológicas y reclamos extemporáneos, la figura y legado de José María Morelos y Pavón, está más vigente que nunca. Los morelenses, estamos obligados a perpetuar la memoria del Rayo del Sur, y tomar conciencia de que los Sentimientos de la Nación siguen siendo el alma de acero del México de hoy. Decía Don Jesús Reyes Heroles, que las formas son fondo, y ello no solo aplica a la política, sino a todos los aspectos de la vida cotidiana. Es aquí donde tenemos una deuda pendiente con la memoria histórica de nuestra entidad federativa. Ya se ha mencionado en este espacio en más de una ocasión, pero desde hace décadas, grupos de plateros tienen tomada la plaza que pertenece al Palacio de Cortés donde se alza el icónico “Morelotes”, el sitio está hecho un muladar. De igual manera la soberbia escultura ecuestre de Morelos que se encontraba en los límites con la Ciudad de México fue derruida hace doce años por delincuentes. Al día de hoy ninguno de nuestros dos monumentos al general Morelos han sido rescatados.

La llegada del nuevo gobierno estatal, como ya se mencionó, representa la esperanza de cambios positivos, que esta oportunidad también marque la pauta para rescatar nuestros monumentos históricos, y así saldar una añeja deuda con nuestra memoria histórica.

«Morelotes» y Palacio de Cortés, Archivo del Autor.