

La idea de la frontera es compleja y puede abordarse desde los límites individuales (la piel) a los márgenes colectivos (étnicos) y Estatales (nacionales). El reciente personaje, aquel naranjo y de cabello amarillo no cuenta nada nuevo: el racismo, la clase y el género imbricados en torno a la frontera. Discursos que producen materialidades e ideas. El discurso de Donald Trump produce fronteras físicas como muros y púas, pero también fronteras de papel como trámites jurídicos. Algo que también pretende el discurso de Donald Trump es evitar la llegada de migrantes: busca disuadir a aquellas personas que quieren ir a Estados Unidos o que ya van en camino. A su manera, está construyendo un gran muro disuasorio.
Una de las promesas presidenciales de Trump es la de construir un muro al sur de su frontera. Existe un muro desde hace mucho al sur, poco a poco se han añadido “mejoras” para evitar que las personas crucen esos espacios: militares, cámaras, luces, etc. Sin embargo, la frontera no es totalmente hermética. Existen regímenes totalitarios, tanto de izquierda como de derecha, que sí reflejan una capacidad amplia de “cierre de fronteras”. Esto quiere decir dos cosas: o que occidente y los regímenes neoliberales no tienen la capacidad de controlar flujos migratorios, o que estos regímenes no tienen el deseo de cerrar la frontera. En mi opinión es un poco de ambas, pero la balanza se inclina hacia la necesidad de filtrar la frontera y no producir fronteras totalmente cerradas. Es decir, que buscan que pasen aquellos que están dispuestos a pagar el precio del cruce, además, de que deben tener las capacidades físicas, monetarias e incluso raciales para poder cruzar. Esta selección produce una precarización del movimiento y del trabajo, si ya llegaron al lugar deseado no queda de otra más que comenzar a trabajar.

Se debe de recordar que no importa el discurso o el partido que esté en el ejecutivo en Estados Unidos cuando se trata del número de deportaciones. Basta revisar las cifras de expulsiones de Estados Unidos para observar que Donald Trump deportó menos que Obama y que Biden. Según las noticias y los discursos, esto sorprende. Ocurre porque el ejecutivo en Washington utiliza diversos mecanismos. Uno de ellos es el del espectáculo de frontera, esto no permite observar la complejidad del panorama en torno al tema migratorio. Las redes sociales y los medios de comunicación juegan un papel importante en esta estrategia y poco a poco es más difícil diferenciar entre aquello que es “real” de lo que no lo es. Sobre todo, porque la carga visual y de contenido que se encuentra sobre un tema puede producir un mayor interés en cosas que son relevantes, pero que gozan de exceso de atención. Así ocurrió con las caravanas migrantes, no se dice que no sea importante, pero la cantidad de personas que subieron una caravana fue reducida si lo comparamos con la cantidad de personas que llegan a Estados Unidos por avión y luego vencen su visa.
La frontera como espectáculo crea imaginarios no permite observar de manera rigurosa la dinámica planteada. Algo similar ocurre con el discurso de Donald Trump, sus enunciados son tan directos, crudos y políticamente incorrectos que hacen voltear todas las cámaras a su alrededor. Incluso personas en tránsito/espera/detención observan esto estos discursos y ven las deportaciones, el odio, la xenofobia. Se produce miedo, incertidumbre, una frontera de ideas. A esto Jorge A. Bustamante llama “vulnerabilidad cultural”: cursos, imágenes, ideas que tienen un efecto negativo en las personas migrantes. Pienso que la gestión de Trump será similar a como fue hace unos años, un bajo índice de deportaciones, pero una producción basta de fronteras discursivas, culturales y mediáticas.
*Momoxca, internacionalista, escritor y migrantólogo.
