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Una experiencia posible

 

En la colaboración anterior Una posible posibilidad referimos la importancia del concepto de posibilidad en nuestra vida cotidiana, la necesidad de abordarla desde una perspectiva, no sólo racional o intelectual, no sólo empírica o probabilística, sino, sobre todo, práctica; creemos, pues, que, bajo dicha perspectiva, el abordaje respecto su naturaleza y su función, el qué y el cómo de la posibilidad, su ontología y epistemología respectivamente, puede ampliarse.

Indicamos también, en dicha colaboración, como ejemplo de dicha posibilidad práctica, a la metáfora; del latín metaphŏra, “traslado”, “desplazamiento”, derivado de metapheró, “yo transporto”. Pero, metáfora no en tanto traslado, desplazamiento o transporte intra o dentro del lenguaje, inter o entre palabras o significados, sino en tanto traslado, desplazamiento o transporte extra o fuera de lenguaje, inter o entre lenguaje y mundo, con aquello que del mundo referimos mediante el lenguaje.

Señalado entonces lo anterior, la presente colaboración abordará el aspecto de la posibilidad concerniente a su función, al cómo o a su epistemología, como ya se ha dicho, y, para ello, resulta fundamental el concepto de experiencia, en particular, el siguiente cuestionamiento: ¿podemos experimentar la posibilidad?

El concepto de experiencia, bajo un modelo epistemológico tradicional, suele entenderse a partir de los llamados datos de los sentidos o sense data, esto es, como la información que nuestros cincos sentidos reciben, los cuales, además, se asume, son fieles receptores de la información que el mundo nos provee.

Frente al modelo tradicional, las ciencias cognitivas plantean una alternativa al tomar en cuenta los avances y las aportaciones de distintos ámbitos de la ciencia. De la biología, por ejemplo, se retoma el desarrollo evolutivo de nuestro sistema nervioso (ontogenético y filogenético) a partir de estados previos más simples; de la neurofisiología, la neurociencia y la neuropsicología, retoman, respectivamente, la relación percepción y estímulo, procesos mentales y neuronales, facultades mentales y diferentes regiones del cerebro.

Un término en las ciencias cognitivas que cuestiona el concepto tradicional de experiencia es el de ‘enacción’ de Jerome Bruner, pues plantea que no son los conceptos ni los datos de los sentidos lo que nos permite acceder a la realidad del mundo, sino la interacción práctica o acción; es decir, la relación práctica o la interacción con éste.

Francisco Varela también define la enacción y señala que corresponde a un comportamiento y no a la conducta, dice: “Los procesos cognitivos no están más en la cabeza, sino que ellos incluyen toda la cadena comportamental: desde el mundo en el cual el comportamiento se alza, hasta los movimientos y percepciones que son constitutivos del comportamiento en sí mismo”.

La experiencia, entonces, suscitada en la enacción, en términos de Bruner, permite un tipo de acceso al mundo, no acotado o reducido a los datos o información que nuestros cinco sentidos reciben del mundo; a la conducta, en términos de Varela, esto es, a lo observable; a lo que conceptualmente podemos abstraer; sino que, tal como el comportamiento en Varela lo señala, la experiencia en la enacción permite arribar a dichos conceptos, conducta, datos o información, como una posibilidad suscitada desde la práctica o interacción práctica con el mundo; esto es, como una experiencia posible.

No sé decir por qué, pero siempre lo veo. Su trato es la horma de cada pisada. Sus ojos de subsuelo miran con espasmo el dibujo nuestro de nuestro andar perpetuo, punta-talón-punta-talón, en pos de un horizonte firme. No en vano, al acecho de un tropiezo, ofician en una de las calles más transitadas de la ciudad. No sé decir por qué, pero siempre lo veo.

* Profesor de Tiempo Completo de El Colegio de Morelos.