Yo te he visto en las tardes cual fabulosa reina,
cuando el sol que declina sus cabellos despeina,
perfilar tus encantos en el celeste domo
como en un abanico de esplendor policromo.
Poema “Culiacán” por Jesús G. Andrade
“Las leyes que rigen los movimientos del alma son análogas a las leyes físicas de la gravedad. La única excepción la constituye la gracia”, dice Simone Weil al inicio de su obra La gravedad y la gracia. Por ello, el tipo de violencia aquí referido está relacionado con las leyes naturales, con la gravedad en particular, entendida ésta como fuerza de atracción entre los objetos.
Mientras que la gracia o luz (como dirá Weil en otro momento), se entiende como lo sobrenatural que participa en el hombre. Y lo sobrenatural que participa en el hombre se entiende, a su vez, como fuerza que no está determinada por las leyes naturales que actúan en el hombre. Por lo tanto, podemos señalar que lo sobrenatural en el hombre corresponde a su libertad, ante las condiciones naturales que le conforman.
La violencia, entonces, relacionada con las leyes naturales atrás dichas, supone en el humano una disposición anímica connatural, a la cual ha de hacerse frente de manera particular. Me parece que esta es la primera reflexión a la que la pensadora nos invita.
Por ejemplo, Simone Weil señala que en las relaciones personales tenemos una aproximación a los efectos de la gravedad, fenómeno natural al cual los movimientos naturales del alma le son análogos.
Al respecto, dice Weil que lo que esperamos de los demás es el efecto de la gravedad en nosotros mismos y lo que recibimos de los demás está determinado por los efectos de la gravedad en ellos mismos. Vemos, entonces, cómo, bajo el imperativo de la gravedad, en las relaciones personales prevalece un vacío, entre lo que recibimos y esperamos. Como Weil ejemplifica: “¿por qué en cuanto un ser humano da muestras de tener alguna o mucha necesidad de otro, éste se aleja? Gravedad”.
Del mismo modo, la fuerza, aliada de la gravedad, permite que ciertos sentimientos o valores sean más fáciles de cumplir que otros. A los primeros se les llama bajos, pues caen, y a los que son difíciles de cumplir se les llama altos, pues no cuentan con la fuerza con que la gravedad cuenta. Como Weil menciona, se soporta frío por hambre, pero difícilmente se le soporta por una causa que no represente un interés propio.
La fuerza que acompaña a la gravedad hace que actuemos obedientemente a ella y que nos sea difícil librarnos de lo que ella conlleva o produce, pero resulta imposible, enfatiza Weil, librarnos desde nosotros mismos, si por ‘nosotros mismos’ entendemos sólo nuestros movimientos naturales, pues, ¿no son éstos los que nos han conducido a ello?, y, como Weil señala, “uno libera en sí energía mediante una violencia que aún lo degrada más”.
Este es un tipo de violencia que Weil señala, el que asocia a la gravedad de los movimientos naturales del alma: pretender liberarnos de nosotros mismos desde nosotros mismos consume más energía de la que tenemos disponible, “en términos de termodinámica, compensación, círculo del que uno no puede escapar”.
* Profesor de Tiempo Completo de El Colegio de Morelos.