Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de verás se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
La preservación de la cultura se establece a partir de dinámicas sociales, colectivas e institucionales y aunque por lo general se asume con relación al pasado y la memoria de la identidad de un grupo, es importante tomar en cuenta que, en el cuidado de la cultura, toda la temporalidad está involucrada, también el presente y futuro.
Es importante el futuro porque, proyectar adelante en el tiempo, respecto la identidad por ejemplo, depende no sólo de cómo se haya actuado en el pasado, esto es, del hecho pasado mismo, sino de cómo la acción se haya registrado, esto es, del valor asociado al hecho pasado mismo. Lo anterior, con el propósito de que, con base en dicha valoración, generaciones futuras estén en condiciones de generar identidad individual a partir de la colectiva y de generar identidad colectiva a partir de la individual.
Por ello, tanto el patrimonio cultural como su preservación responden a un proceso dinámico temporal, como Edgar Morin anota: “Adquirida en cada generación, la cultura es regenerada continuamente”, pues, “Cada cultura concentra en sí un doble capital: por una parte, un capital cognitivo y técnico (prácticas, saberes, saber-hacer, reglas); por otra, un capital mitológico y ritual (creencias, normas, prohibiciones, valores). Es un capital de memoria y de organización, como lo es el patrimonio genético para el individuo”.
Esto es, si nos pensamos hoy día como la generación futura de un pasado remoto (o no tan remoto), las técnicas, los saberes y las prácticas señaladas en la anterior cita (el capital cognitivo de la cultura), resultan aportaciones generacionales novedosas, no sólo actuales, que se inscriben u “organizan” sobre el capital de la memoria que generaciones pasadas valoraron importante preservar y heredar (a nosotros en este caso).
La preservación del patrimonio cultural implica un proceso dinámico complejo pues, no solamente se desarrolla al interior de una cultura y con relación a los individuos que la conforman, sino, entre culturas, favoreciendo así, no sólo a la construcción de identidad de una cultura, sino, a la construcción de identidad de la humanidad.
Repensar la cultura como un proceso dinámico, a partir del patrimonio cultural y la memoria, con miras a su impacto en el futuro, ha tomado renovada importancia y mayor dirección, pues, en la valoración del patrimonio cultural no sólo están implícitas las condiciones materiales de una cultura, sino, como López Morales refiere: “sus aspiraciones espirituales… los valores de convivencia… los modelos de cada comunidad, de cada pueblo, de cada nación… en lo más profundo de su cultura”.
* Profesor de Tiempo Completo de El Colegio de Morelos.