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Un rumor invisible

 

La noche, que me espía por el ojo

de la cerradura del sueño

Gilberto Owen

En la anterior colaboración Un pensamiento poético comentamos la propuesta de María Zambrano sobre los riesgos de reducir la vida y el pensamiento a parámetros conceptuales, en lugar de, al revés, generar parámetros conceptuales a partir de vida y pensamiento.

Para Zambrano, como para Unamuno Una filosofía cardiaca, ni la vida ni el pensamiento se agotan en la expresión que el concepto nos permite por lo que, mucho de la vida y del pensamiento se nos escapa -aseguran, en nuestra relación con el mundo y nosotros mismos, si sólo usamos lo que el concepto nos permite. Al respecto, veamos la propuesta de Vasconcelos.

En Pitágoras: una teoría del ritmo, Vasconcelos cuestiona la interpretación formal o geométrica del número ya que le da más valor al concepto de armonía y vuelve estático e inmóvil lo que, en su versión estética, es inestático y móvil, a saber, el ritmo.

A dicha interpretación formal o geométrica del número le estorba el ser esencial del número: el ritmo, así que, abstrae de lo concreto la forma y concibe su realidad, la del número, mediante orden mecánico que da cuenta de un comportamiento unívoco de las cosas, pues, “cada concepto por tenue que sea su molde, le estorba la penetración del ser esencial”.

Contrario a ello, los pitagóricos encuentran la realidad del número, no en el concepto, sino en el seno mismo de los fenómenos; es decir, consideran el número como cuerpo y no el cuerpo como número; derivan el número del cuerpo y no el cuerpo del número.

Al respecto, dice Aristóteles: “ellos [los pitagóricos] no han visto en lo finito y lo infinito y la unidad, naturalezas diferentes de las cosas, como por ejemplo: el fuego, la tierra o algún otro elemento de este género, sino que han tomado lo infinito en sí, o la unidad en sí, por la esencia misma de las cosas a las cuales se atribuye la infinitud o la unidad”. Sin embargo, para Vasconcelos, en esta apreciación hay un error.

Aristóteles acusa al pitagorismo de reducir sustancia a género, esto es, de considerar lo finito, infinito y unidad como cosas físicas tangibles; cuando, refiere la cita, lo finito, infinito y unidad son atributos de las cosas, pertenecen, pues, al género o al concepto y no a la sustancia o a las cosas. Es esta versión de la que Vasconcelos se quiere alejar, pues, si en el fundamento de las cosas mismas están los números, no lo están -asegura- como conceptos o género, sino, con base en su significación esencial, esto es, en tanto que ritmo.

Si, como los pitagóricos sugieren: “el elemento de todas las cosas es punto… dos puntos determinan la línea, tres puntos la superficie, cuatro el sólido”, es, porque, tras el número se encuentra el ritmo; movimiento acompasado, pero indefinido; “cintilar único de la emoción de la belleza en que el ser y las cosas se ajustan a un ritmo igual e infinito”, y que “sólo se percibe cerrando los ojos y abriendo el alma al rumor invisible”.

* Profesor de Tiempo Completo de El Colegio de Morelos.

Aristeo Castro Rascón