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Utopías en Iztapalapa

 

Las ciudades en América Latina se caracterizan por la desigualdad, la segregación social y la fragmentación espacial. Además, los habitantes tienen un acceso diferenciado a los equipamientos, las infraestructuras y los servicios que la ciudad ofrece, reproduciendo las inequidades territoriales existentes y acentuando las diferencias socioeconómicas.

Es por ello que fue relevante la propuesta del urbanismo social iniciada en Curitiba, Brasil en los años setenta por el urbanista Jaime Lerner, con la creación del primer sistema de Autobuses de Tránsito Rápido (BRT en inglés), parques urbanos, reciclaje de deshechos, y la reurbanización de favelas (barrios populares). Estas intervenciones generaron una gran expectativa con respecto a las capacidades del urbanismo para contribuir a la redistribución de la riqueza, así como al mejoramiento de la calidad de vida de la población.

Más tarde, otras ciudades siguieron el ejemplo de Lerner, como Bogotá con la construcción del sistema de autobuses Transmilenio, la construcción de ciclopistas, aceras peatonales y parques urbanos. Un poco después, Medellín inició la construcción de un sistema de transporte público elevado (Metroclabe), la creación de una serie de parques-biblioteca en zonas periféricas de la ciudad, así como la puesta en marcha de intervenciones multisectoriales (espacio público, salud, educación, movilidad) en zonas marginadas.

En México surgieron los proyectos de base conocidos como FAROS (Fábricas de Artes y Oficios), sirviendo como centros culturales públicos que empezaron a ofrecen talleres gratuitos de artes y oficios, actividades culturales, exposiciones, conciertos, cine, teatro, deportes, etc. Estos centros comenzaron en el momento en que habitantes de San Miguel Teotongo –una de las más marginadas de Iztapalapa– ocuparon y reconvirtieron un edificio institucional abandonado para darle dichos usos y, gracias a su éxito, el modelo se replicó en otras alcaldías del sur de la ciudad.

Siguieron después los llamados PILARES (Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes) como una iniciativa del Gobierno de la Ciudad de México creada para promover el derecho al aprendizaje, la cultura y el bienestar comunitario en zonas con altos niveles de marginación y violencia. Estos proyectos eran mucho más modestos, pensados como puntos de apoyo para apoyar a barrios conflictivos e inspirados en la idea de “la ciudad educadora”, que acompaña y apoya a la población vulnerable en las zonas periféricas.

En la administración anterior a la actual se crearon las Unidades de Transformación y Organización para la Inclusión y la Armonía Social (UTOPÍAS) como espacios multifuncionales con el objetivo de proporcionar acceso gratuito a actividades culturales, deportivas, educativas y recreativas para la comunidad. Actualmente existen una docena de estas instalaciones distribuidas en la demarcación, las cuales ofrecen una variedad de instalaciones y servicios, tales como albercas, auditorios, bibliotecas, espacios deportivos y áreas verdes.

Estos proyectos son relevantes porque Iztapalapa es la alcaldía más poblada de la Ciudad de México, con una población de 1,835,486 habitantes, de los cuales el 37.3% de la población se encuentra por debajo de la línea de la pobreza. Más aún, el gobierno de la ciudad planea extender el alcance y crear 100 de estos proyectos en el resto de las alcaldías de la Ciudad de México. Esto permitiría extender el derecho a la ciudad a las zonas que han estado rezagadas históricamente, re-urbanizando el territorio de manera más democrática.

Sin embargo, quedan algunos cuestionamientos que no podemos dejar de lado, como son el costo real de las utopías (tanto su construcción, como su operación y mantenimiento). Otra cuestión es que se pretende que estos proyectos se extiendan al resto de la ciudad, lo que probablemente tendrá un impacto en el precio del suelo circundante –derivado de la especulación inmobiliaria– e incluso produciendo gentrificación. Anticipando estos procesos deberían tomarse medidas regulatorias correspondientes para evitar que un beneficio social se convierta en el encarecimiento de las zonas en cuestión.

Una última reflexión es acerca de lo que uno de los vecinos de estas utopías comentaba: “…pues aquí todo está muy bonito en la utopía y uno se la pasa muy bien, lo malo es que luego tengamos que regresar a la distopía de la vida diaria en un entorno precario, degradado e inseguro.” Esta paradoja revela los límites de las políticas públicas centradas en intervenciones puntuales y visibles, cuando no van acompañadas de transformaciones estructurales en el entorno cotidiano.

Utopía Barco en la Alcaldía de Iztapalapa. Foto Cortesía del autor

Alfonso Valenzuela Aguilera