Avanzar en la educación ambiental mexicana
(Epílogo)
Para terminar esta serie de artículos sobre la educación ambiental me permitiré recordar un hecho denunciado en un ensayo (Tamayo, Sarmiento, Cervantes, 2021) que publicamos en el libro Epistemología y pedagogía climática en México:[1] los científicos del clima han tenido —y tienen— graves dificultades para transmitir el fenómeno del Calentamiento global.
Ello es comprensible pues se presentan como agoreros de muy malas noticias. Esto era particularmente evidente poco antes del final el siglo pasado pues existían muy pocas evidencias “concretas” –al menos para la población general— de la catástrofe que emergía y muchas de las predicciones de los científicos derivaban de “tendencias” y “probabilidades”.
En aquellos años, en consecuencia, no era difícil que los científicos negadores (deniers) —habitualmente pagados por las grandes corporaciones petroleras— encontraran argumentos para calificar como exageraciones o mentiras lo afirmado por los integrantes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, del Copernicus Marine Service, de la Organización Meteorológica Mundial o del Postdam Institute über Klimafolgenforschen.[2]
En nuestros días, sin embargo, las cada vez más insoportables ondas de calor, los desatados incendios forestales, los frecuentes y cada vez más intensos huracanes o las inundaciones repentinas —fenómenos todos derivados del Calentamiento global— hacen que los otrora numerosos deniers (negadores) hayan prácticamente desaparecido del panorama.
Ahora se repite en los mass media que los fenómenos antes referidos derivan del cambio climático… pero no se asocia que son nuestras practicas cotidianas (sobre todo el consumo de combustibles fósiles —carbón, petróleo gas— y el desaforado consumo de carne de vaca) las responsables de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, los precursores del Calentamiento global antropogénico (CGA).
El CGA es un fenómeno que se presenta en cambios pequeños pero sostenidos, que se incrementan año con año, de manera casi imperceptible, siguiendo eso que el sinólogo François Jullien denominó las “transformaciones silenciosas”. Y su mitigación eficaz debe seguir el mismo procedimiento.
Educar según las “transformaciones silenciosas”
En su estudio Las transformaciones silenciosas, François Jullien indica que el educador ambiental está obligado a dejar atrás su antropocentrismo y, dado que el fenómeno del calentamiento global se presenta mediante “transformaciones silenciosas”,[3] le corresponde operar de la misma manera (siguiendo la “estrategia del sabio chino”).
Jullien contrapone la estrategia del guerrero occidental (Aquiles) –el cual opera mediante acciones y se propone objetivos precisos que pueden ser reconocidos y cantados en epopeyas— a la del sabio chino, el cual “no tiene otra ambición que “transformar” como lo hace la naturaleza” […] “El estratega transforma la relación de fuerzas de manera tal que bascule silenciosamente en su provecho y de manera duradera”.[4] De esa manera, el sabio chino: […] lejos de pretender dar lecciones o imponer sus órdenes, […] se contenta con “transformar” los hábitos de los que están en su entorno, uno por uno, en silencio: el sólo ejemplo de su conducta se expande por sí mismo […] impregnando y modificando insensiblemente los comportamientos […] –por auto despliegue y sin hallar resistencia— de su familia a todo el país y de ahí hasta el fin del mundo (Jullien, 2009: 16).
Educar de manera respetuosa, mostrando el camino probado por sí mismo, transforma “silenciosamente” y puede permitir que, poco a poco, recupere la predominancia la pulsión de vida, esa que, desde hace milenios, anima a las especies “sociales”.
Educar según las “transformaciones silenciosas” nos obliga a enseñar la educación ambiental con el ejemplo: con maestros y escuelas que hayan autolimitado sus emisiones: que generen su energía con renovables, que capten agua de lluvia, que posean baños secos y biofiltros para las aguas grises, que posean invernaderos y huertos de traspatio donde se pueda aprender la agricultura regenerativa, que separen y reutilicen sus residuos sólidos, por sólo indicar las medidas principales.
Es también muy importante desarrollar en los estudiantes la autoestima y el espíritu crítico. Pero lograrlo es imprescindible que el maestro lo posea. No se puede regalar aquello de lo que se carece. El espíritu crítico no se puede obtener mediante la sumisión. Los entes sumisos sólo pueden generar alumnos sumisos. Y ello, desgraciadamente, es el pan de cada día en la práctica política concreta.
Los partidos políticos tienden, lo sabemos bien, a generar “militantes acríticos”, de esos que aceptan “no mover ni una coma” a los documentos elaborados por su supremo líder. Los partidos políticos obtienen su fuerza del operar en bloque, en el mejor de los casos porque comparten la misma visión, los mismos ideales; en el peor porque poseen militantes sumisos que están cuidando su posición para ser calificados como “90% leales y 10% capaces” por su supremo líder. Los partidos políticos en muchos casos ciegan a sus militantes y los convierten en repetidores acríticos. La historia nos lo ha mostrado en múltiples casos: de los sans culottes de Robespierre, a los khmeres rojos de Pol Pot o, más recientemente, a las hordas bolivarianas de Nicolás Maduro, esas capaces de asesinar al pueblo que, supuestamente, debían proteger.
No termino estos ensayos sobre la educación, sin opinar sobre una pregunta que ha aparecido con frecuencia en los medios recientes: ¿Qué podemos esperar de Mario Delgado como titular de la Secretaría de Educación? ¿Despertará el militante que busca mejorar la educación del país y se hará acompañar de espíritus críticos que le permitirán corregir el rumbo de la educación nacional? o ¿se llenará de sujetos aún más sumisos de los que AMLO ha exigido en su sexenio? Si hace lo segundo no podemos sino augurar que en nuestro país se incrementará el número de maestros y alumnos ideologizados y cada vez más ciegos a las realidades del mundo, esos que incrementarán el marasmo educativo y contribuirán a convertir a nuestra nación en una de esas sociedades descritas por Huxley (su Mundo feliz) o por Orwell (su 1984), esas donde un estado vigilante y omnipresente estupidiza y controla férreamente a una población inerme ante la realidad de la crisis climática ¿Será tal el futuro de nuestra nación? ¿Repetiremos lo que ya se vive en China? Lo que ocurra lo apreciaremos en los años venideros.
[1] Tamayo, L.; Sarmiento, A.; Cervantes, M.; “Recuperando la senda perdida. Mediante una educación ambiental activa y crítica contra los hábitos depredadores”, en el libro Epistemología y pedagogía climática en México, Coord. por Clemente Rueda, Esperanza Terrón y Carlos Gay García, PINCC UNAM, México, 2021, pp. 235-253. ISBN: 978-607-30-4295-6
[2]Aunque no todos. Recientemente el Premio Nobel de física del 2022 –John Clauser— presentó una conferencia donde negaba (con argumentos patéticos para alguien de su investidura) que la tierra estuviese en riesgo por el calentamiento global y que los científicos que lo afirmaban eran “deshonestos”. https://www.eldebate.com/sociedad/sociedad-medio-ambiente/20240705/nobel-fisica-desmiente-haya-cambio-climatico-planeta-no-esta-peligro_209932.html
[3] Jullien (2009), Las transformaciones silenciosas, Paris: Seuil, p. 17-18.
[4] Jullien, 2009: 15.