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Hugo Carbajal Aguilar

Esta crítica al Modelo Educativo actual se inscribe en el subtema referente a la Formación de subjetividades en sujetos educativos en tanto que se deriva de la orientación que se le pretende dar al Modelo actual, de hecho, ya en pleno ejercicio.

Considerar al Mercado como el eje rector de la orientación educativa origina graves consecuencias de orden sociológico, antropológico, político y ético; significa romper con la tradición filosófica que le da sentido a la tarea de educar; significa asimismo edificar una cultura distinta que rompe con nuestra Historia y nuestra identidad en tanto que hace hincapié en la individualidad del sujeto, potencia su competitividad, genera su alienación, lo aísla del resto de su comunidad y lo considera fuera de toda relación social y humana.

Subordinar la tarea educativa a un objetivo exclusivamente mercantil falsea el concepto de Educación, la disminuye a mera Instrucción y la despoja de sus objetivos imponiéndole otros. Aunque en la letra se considere la formación de un sujeto informado, consciente, crítico, agente de cambio, que se maneje con las herramientas del método científico y, en consecuencia, libre de servidumbres y fanatismos, los resultados no son los esperados. Un individuo educado no podría ser un individuo competitivo, es decir, hostil, agresivo, enemistado permanentemente con quienes le rodean. Un individuo educado es cooperativo, amistoso, cordial, servicial, solidario.

Discutamos ampliamente el concepto de Educación, distingámoslo de la mera instrucción haciendo referencia a distintas teorías de este proceso como las del Aprendizaje SIGNIFICATIVO o el Aprendizaje SOCIAL HUMANISTICO. Porque: ¿Dónde queda aquella concepción del estudiante como SUJETO de su propia formación integral si ahora debe ser tratado como un objeto, un producto, una cosa, una mercancía más?

¿Cuál sería ahora en estos tiempos modernos –presagiados y denunciados por Charles Chaplin- el objetivo estratégico de la educación? ¿Convertir al estudiante en un producto más en este fenomenal tianguis a fin de que asuma su próxima e inevitable prostitución ofertando su “estandarizada” mano de obra? ¿Nada tiene que ver el arcaico de Platón al referirse a la educación como aquello que debe ofrecer al cuerpo y al alma toda la belleza y perfección de que sean susceptibles?

La escuela –esa vieja vaca gorda y sagrada, al decir del bien recordado Iván Illich– se ha convertido en una manipuladora contumaz, una domesticadora, una deformadora de conciencias; ha tratado a los alumnos como objetos, como “clientes”, como mercancía; les ha hecho creer que con la sola acumulación de diplomas se garantiza el éxito personal; ha confundido, a propósito, el éxito con la consecución de dinero; no ha cumplido con la necesidad de forjar seres humanos solidarios y generosos; entregados a una vocación de servicio, humanistas por excelencia; apegados al método científico con la intención de descubrir la verdad, alejados de todo fanatismo, en permanente ejercicio de su libertad de conciencia. Seres humanos convertidos en prójimos unos de otros y no en enemigos hostiles, rivales, competidores.

Tenemos graduados de diferentes instituciones con maestrías y doctorados, ausentes de todo compromiso, sin el menor interés por cambiar estas condiciones de vida, atentos sólo a la obtención de reconocimientos y dinero, egoístas, calculadores, fríos y distantes…inconscientes. Además -si se me permite- perfectamente institucionales (por decirlo con amabilidad), es decir obedientes y sumisos a la autoridad en turno a quien le dan la razón en todo y por todo. Presumen en la sala de su casa y en su cubículo, en todo su esplendor, los diplomas obtenidos que tapizan sus paredes. Se comportan, con aquellos que tienen el infortunio de depender de sus criterios académicos, con arrogancia esmerada y vanidad no contenida.

No hay en ellos la mínima intención de atender o de enterarse de asuntos que les desvíen de sus sabias y doctas investigaciones. Todo aquello que huela a compromiso social o a lucha política es inmediatamente alejado de sus elementales consideraciones. La escuela ha cumplido aquí con eficacia y eficiencia su papel domesticador. Estos profesionistas están ausentes de todo movimiento social. Su falta de compromiso y su indiferencia, les anota un soberbio autogol.

No se cae en la cuenta –por omisión o por ignorancia- que este modelito tiene alcances francamente enajenantes y alejados del sentido prístino y auténtico del proceso educativo. Que sus consecuencias –de llegar a consumarse- son desastrosas para la comunidad nacional. Que, al no revisar la tradición pedagógica cultural (Alfred N. Whitehead, Bertrand Russell, Paulo Freire, Aníbal Ponce, el mismo B. F. Skinner, Erich Fromm…entre muchísimos otros, como Montessori, Piaget, Pestalozzi o Makarenko) y al ganarles la prisa por obedecer sumisamente los dictados del BM o de la OCDE no se ejerce una mínima apreciación crítica valorativa.

Hagamos explícita nuestra posición: el maestro no tiene clientes, tiene discípulos y establece con ellos una relación dialogal, horizontal. Con ellos y por ellos se inscribe él mismo en este proceso educativo humanístico integral. Porque:

-Nadie educa a nadie: Tampoco nadie se educa solo; los hombres se educan entre sí, mediatizados por el mundo que les rodea. (FREIRE, Paulo, “La educación como práctica de la libertad”. S. XXI).

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