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(Segunda parte)

 

I

¿Es un arte el género de la entrevista? A veces. Puede ser un acto de amor, pero como todo acto de amor sólo está vivo si la pasión es reciproca.

No hay fórmulas ni estrategias que lleven a lograr una buena entrevista. En gran parte, como en la vida, es el azar quien se encarga de formular su propia estrategia. Pero eso no quiere decir que se deje que ese impredecible azar actúe a sus anchas, de ninguna manera. Hacer una entrevista requiere de preparación, de conocer lo más posible a quien se va a entrevistar. Aunque, otra vez, eso no es garantía de nada, porque el más preparado de los entrevistadores puede vérselas con un entrevistado malhumorado, cansado, harto, y allí si que no hay ensalmo que salve. También, es bastante común que las respuestas estén encauzadas por una agenda mediática que responde a la presentación de un libro, lo cual vuelve previsible el dialogo. Eso me ocurrió cuando entrevisté a Eduardo Galeano, en los días que vino a México para presentar El futbol a sol y sombra. No fue fácil lograr que se saliera del guion, en el que sus respuestas eran las mismas que ya les había dado a otros medios, pero lo conseguí. Orienté la conversación por su memoria de niño en relación al futbol y no tanto para hablar del libro, logrando un clima de complicidad que no siempre es posible con esos seres tan expuestos al contacto con incontables periodistas.

  • De niño, cuando jugaba futbol, ¿había algún jugador que le hubiera gustado ser?
  • Quizá Julio César Abbadie, que deslizaba con maestría el balón por la línea de cal, al borde de la cancha. Creo que en más de una ocasión soñé que yo era él. Después, cuando comencé a escribir, soñé más de una vez que iba a ser capaz de hacer con las palabras lo que el hacía con la pelota. Es decir, ser capaz de deslizar las palabras con esa misma elegancia, esa misma eficacia y esa velocidad certera, pero suave.

II

En cuanto a desencuentros que he tenido a la hora de hacer una entrevista, me viene a la mente uno que sucedió cuando dirigía Radio sin fronteras, en Calexico, California, frontera de México y Estados Unidos, en la oficina de la legendaria Unión de Campesinos, fundada por César Chávez. Mi entrevistado, el segundo líder de esa Unión, Arturo Rodríguez, se indignó cuando le hice una pregunta que le pareció inconveniente (“¿A que atribuye el cada vez menor número de contratos sindicales que ha pactado la Unión?”). Su respuesta fue dar por terminada la entrevista, pero yo no me quedé con esa respuesta y le hice ver que mi papel como periodista era cuestionar y que, en todo caso, los micrófonos servían precisamente para que él ofreciera sus puntos de vista. La entrevista se reanudó.

III

Recuerdo también aquella ocasión en que entrevisté en Mexicali a Ángel Norzagaray, un reconocido dramaturgo, actor, poeta, docente y director de teatro mexicano. Mientras nos poníamos de acuerdo, antes de entrar al aire, él me preguntó si no había problema con algunas “malas palabras” del cuento que leería. Yo, torpemente, le ofrecí la opción de que solamente las sugiriera, sin decirlas del todo. Cuando llegó el momento, Ángel optó por no censurarse y yo no hice otra cosa que escuchar su florido desacato, como si nada hubiera ocurrido. Mi temor se debía a que ese tipo de transgresión a las famosas “Seven dirty words”, que no debían decirse en los medios de comunicación de Estados Unidos (shit, piss, fuck, cunt, cocksucker, motherfucker, and tits), podría ser aprovechada para castigarnos, sobre todo porque la radio tenía una posición social y política elocuentemente combativa. Por suerte, nada pasó.

IV

Un episodio que me dejó tremendamente apenado me sucedió cuando entrevisté al enormísimo pintor Francisco Toledo, en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca. La conversación se desarrollaba de lo más amena, compartiendo él sus vivencias de niño en el Istmo de Tehuantepec y luego su migración a Oaxaca, hasta llegar a ese momento de 1960 en que viajó a Paris, donde se quedó a vivir durante cuatro años. Yo recordé una historia que había leído en Se busca un alma – Retrato biográfico de Francisco Toledo, de la periodista Angelica Abelleyra, a propósito de la pintora italiana Bona Tibertelli, quien se iba a casar con Octavio Paz, pero se enamoró del joven Francisco. Torpemente, lancé la pregunta: “¿Fue allí donde le robaste la novia a Octavio Paz?”, provocando de inmediato un gesto de absoluto encabronamiento en su rostro y el amago de dar por terminada la entrevista, pero venturosamente eso no ocurrió y al final Toledo se despidió con una actitud relajada y sonriente.

Kristos Lezama / imagen cortesía del autor