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En pleno centro de Cuernavaca, opera un auténtico remanso bañado de libros, cuya razón de ser enraíza profundamente en la lectura por parte de sus asistentes y en los beneficios que nos otorga. Se trata del Café/restaurante La Fauna, ubicado en el Callejón de la calle D. Morrow, operado por un grupo entusiasta de jóvenes serviciales, con propuestas que actualizan continuamente: tienen el espacio de lectura denominado Argonáutica, en el que cada quien selecciona algunos de los libros disponibles gratuitamente, y por el solo hecho de leer, recibe en sábados, el regalo de un cafecito para disfrutar esos momentos.

La disposición del café tiene como eje, el tener a mano los libreros, para escoger los libros de nuestra preferencia. Como se podrán imaginar, un joven, Dante, dirige un taller de lectura semanal, al que asiste quien guste, dese por invitada/o, para compartir con quienes asisten, impresiones, gozos, imágenes surgidas de las lecturas.

Al mes, se realizan una o dos, a veces más, presentaciones de libros, revistas, lecturas colectivas de poesía o narrativas, o bien, performances. Por ejemplo, este 24 de agosto se presenta el cuarto aniversario de Letras insomnes, sesiones en que escritoras, escritores y lectores, se reúnen para mostrar sus producciones literarias, para el disfrute de quien se acerque. Mucho les recomiendo vivir esa experiencia.

El Café, cuenta con murales de fina elaboración, alusivos a la experiencia planetaria, cósmica, de la lectura, lo que en sí habla del concepto original detrás de este centro cultural que destaca entre los esfuerzos independientes de la ciudad de Cuernavaca, y de Morelos, por las consideraciones que ha tenido por años, a lo largo de su existencia, hacia artistas de las varias disciplinas que comparten su quehacer en su sala de lectura.

¡Ah!, pero la escritura tiene también ahí un dispositivo original y comunicativo: cada mesa cuenta con un cuaderno con hojas en blanco, otras ya escritas, en que sus clientes plasman sus pensamientos, deseos, propuestas, dibujos, con el afán de que alguien más las lea, les dé continuidad, se los apropie, los discuta o los contemple. Puede usted ir de una mesa a otra, solicitando la oportunidad de hojear las producciones ahí contenidas, me atrevo a calificar de originales, cada una, que valorizan a quienes las escriben, por la sola voluntad de comunicar, de ser con otros/as. De modo que mientras le sirven ahí su comida, no puede haber tiempo perdido, sino ganado, leyendo o escribiendo, comunicándose con alguien más, presente o ausente. ¿Verdad que tal dispositivo ayuda a crear comunidades?

Por supuesto que se come muy bien ahí, y recomiendo hacerlo, pero vale aquí mencionar, además, el gran esfuerzo y logro de quienes operan el Café La Fauna (Candy Jiménez y Javier Solórzano, y equipo), por apoyar solidariamente a decenas de personas quienes, durante la pandemia, se vieron sin comida, ofreciéndoles viandas por un largo periodo, por su motivación humanitaria, por su compromiso colectivo.

Cierro esta colaboración, dejando un postre de La Fauna para ustedes: lean, apenas puedan, su página de facebook, con tal nombre, y dense un regalito de contemplación de fotos de gran calidad, acompañados de muy atinados y breves textos alusivos, que nos permiten gozar la experiencia de la vida, con imaginación y gracia, elaborados por Javier.

Imagen cortesía del autor