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La adolescencia es un período crucial para el desarrollo del cerebro, en el que aumenta la velocidad de conexión de las redes entre sus distintas áreas. Durante este tiempo, el cerebro termina de cablearse y se remodela completamente. Antes, creíamos que este proceso concluía a los 6 años, lo que se consideraba la gran ventana de oportunidad para el desarrollo.

El cerebro termina de desarrollarse y madurar entre los 25 y los 30 años. La parte del cerebro detrás de la frente, llamada corteza pre frontal, es una de las últimas en madurar. Esta área es responsable de habilidades como la planificación, el establecimiento de prioridades y la toma de decisiones.

Es una época de maduración en la que el cerebro experimenta las llamadas podas neuronales, analizando conexiones que hasta el momento no utilizaba. Por esto, los adolescentes pueden realizar tareas más complejas y abordar temas profundos que de niños no estaban preparados para afrontar.

Debido a que el cerebro de los adolescentes aún se está desarrollando, ellos pueden responder al estrés de manera diferente a los adultos. Esto podría aumentar la posibilidad de que desarrollen enfermedades mentales relacionadas con el estrés, como la ansiedad y la depresión.

Podríamos decir que la adolescencia es una transformación física y psíquica, ya que comienza realmente cuando la hipófisis y el hipotálamo, órganos neuroglandulares situados en el cerebro y conectados por un tallo hipofisario que forma el eje hipotálamo-hipófisis, empiezan a producir hormonas específicas que estimulan la secreción de testosterona y estrógenos.

Para comprender el cerebro del adolescente, hablemos de tres características clave según el documento de UNICEF sobre Neurodesarrollo:

1. Sensibilidad máxima a la dopamina: Esta etapa se caracteriza por una alta sensibilidad del cerebro a la dopamina, un neurotransmisor que activa los circuitos de gratificación e interviene en el aprendizaje de patrones y en la toma de decisiones. Esto ayuda a explicar la rapidez de aprendizaje del adolescente, su extraordinaria receptividad a la recompensa y sus reacciones extremas ante el éxito y la derrota. El adolescente se guía especialmente por actividades que le producen placer.

2. Sensibilidad a la oxitocina: El cerebro adolescente es especialmente sensible a la oxitocina, otra hormona neurotransmisora que hace más gratificantes las relaciones sociales. La oxitocina a menudo trabaja sinérgicamente con la dopamina para vincular las conexiones sociales con los sentimientos de recompensa. Por eso, la respuesta del cerebro adolescente a la exclusión del grupo de pares es muy similar a la que se observa ante situaciones de amenaza física o falta de alimento.

3. Regulación de la serotonina: La serotonina es otro neurotransmisor que puede aparecer desregulado en la adolescencia. Esto explica el estado cambiante y variable del ánimo de los adolescentes, así como su apetito y sueño. Cuando funciona de manera óptima, la serotonina contribuye al bienestar y la felicidad. Niveles bajos de serotonina en la adolescencia pueden relacionarse con la soledad, trastornos alimentarios, depresión y conductas autolesivas.

Por lo tanto, una vez que conocemos lo que sucede en el cerebro del adolescente, resulta necesario señalar que para su desarrollo saludable son esenciales la contención, tener modelos claros, referentes y compañía. Además, es importante no olvidar que el cerebro del adolescente está especialmente vulnerable y en construcción, lo que lo lleva a inclinarse hacia actividades que le producen placer y a buscar la experimentación de sensaciones nuevas, cargadas de la impulsividad propia de la edad.

Así, podemos concluir que el funcionamiento del cerebro adolescente no es un error biológico. Su cerebro «no es un órgano infantil envejecido, ni tampoco uno adulto incompleto; constituye un ente singular, con una gran versatilidad y una creciente instauración de redes neurales», afirma Jay N. Giedd, profesor de la Universidad de California.

*Jueza del Tribunal Unitario de Justicia Penal Para Adolescentes.

Carla Campos Rayado