De mujer a mujer
El feminismo surge después de un recorrido histórico donde las mujeres fueron tratadas como medios de reproducción, sexualizando incluso su inteligencia y algunas veces tratadas como seres no razonables incapaces de entender, analizar y dar su punto de vista; la vida ideal se reducía al matrimonio y la maternidad haciéndolas sentir como un mueble más (tal como lo relata Ángeles Mastretta) reducidas a un instrumento de servicio, menospreciadas como ser humano.
Surge entonces la necesidad de revolucionar el concepto de mujer, autoras como Simone de Beauvoir comienzan a publicar entre letras la nueva manera de desarrollarse dentro de la sociedad, con libertad de hacer lo que les plazca a las mujeres, junto con sucesos históricos de mujeres intentando correr un maratón y la muerte en el incendio de un taller repleto de trabajadoras, el resultado fueron los derechos otorgados al género femenino traducidos -y resumidos- en una corriente filosófica conocida actualmente como feminismo.
Dentro de la complejidad de lo que implica dicha corriente se incluye el reclamo de exigencias respecto a estándares de belleza confusos, los cuales generaron una mala relación entre salud e imagen corporal ilustrada en un gran porcentaje de mujeres con la concepción de que una complexión delgada es sinónimo de belleza y buena salud y ante esto comienzan a percibirse una serie de actitudes de gran preocupación: exceso de ejercicio, dietas con muy bajas calorías en relación de lo que su cuerpo necesita, uso del vegetarianismo como herramienta para pérdida de peso más no por ideología ambiental y consumo de medicamentos que ponen en riesgo la función de órganos vitales pero que les garantiza una imagen delgada.
Por mucho tiempo se consideró que la imagen ideal de las mujeres eran propuestas por medios de comunicación y por los “malditos hombres”, pero ¿qué tan cierto es esto? Junto con la complicación del entendimiento de los trastornos alimenticios, han surgido nuevas explicaciones donde en la mayoría se relaciona el papel de mamá frente al desarrollo de inseguridades y comportamientos compulsivos, existen muchos ejemplos donde la exigencia de “verse bien” comienza desde que mamá se preocupa que su hija no sea “gordita” porque “va a sufrir mucho” y le implanta dietas que escucho en algún lado.
Festejar la pérdida de peso en tu hija da un doble mensaje, comenzando en que dejar de comer es algo saludable y que la pérdida de peso te convierte en una mejor mujer independientemente de los talentos propios; pareciera más importante tener una hija delgada que una inteligente ya que los logros académicos no suelen ser festejados ni reconocidos, al centrar la atención desde cortas edades en el aspecto físico, todo esto da origen a una serie de sucesos trágicos justificados con la bandera de salud.
Sin embargo, no todo es culpa de la maternidad y los mensajes de salud distorsionados, existe otro aspecto que abordar igualmente con efectos severos -quizá más graves- como lo son los comentarios entre mujeres que incluyen desde la vestimenta, el color de cabello, el peinado, el corte, el maquillaje, los zapatos y, por supuesto, la complexión de cada una. Para entender este aspecto es preciso analizar una conversación cotidiana, ejemplo de esto es el rompimiento de una pareja donde la mujer afectada comienza a hacer comentarios despectivos y burlones sobre la tercera en discordia desahogando la responsabilidad de su pareja y de ella misma.
Creer que un físico apegado a los estilismos aceptados socialmente te convierte en una mujer de mayor valor que otra despreocupada por el aspecto físico y ocupada en asuntos individuales y privados hace notar una violencia cruel y despiadada entre mujeres. Es importante -como mujer- reconocer que dedicar tiempo, esfuerzo y salud en la búsqueda de un cuerpo ideal tiene un origen ya sea de la exigencia materna o rechazo entre grupos de mujeres que se han encargado de hacer notar tus imperfecciones pero que aparentemente jamás reconocerán tus habilidades.
El feminismo desde la perspectiva de análisis de la imagen corporal debe ser redefinido, sin buscar culpables, cada mujer debe hacer una auto reflexión sobre el origen de sus miedos y el rechazo a su propio cuerpo, una vez hecho lo anterior es preciso reconstruir la comunicación entre mujeres, hablar de sororidad no solo en defensa de los hombres, si no que también en defensa de nosotras mismas. Es momento de reconocer la belleza física y mental de cada mujer para comenzar a sembrar una nueva semilla en las próximas generaciones adecuando el concepto de belleza a un tema de amor propio y reconocimiento de talentos.
*Psico nutrióloga