Mexico ha participado desde 1900 en 25 juegos olímpicos hasta antes de Paris 2024. Ha obtenido 13 medallas de oro y 73 en total contando plata y bronce en toda nuestra historia olímpica. Tan solo el fenómeno norteamericano de la natación Michael Phelps gano el solo mas medallas de oro (23) que toda la historia olímpica mexicana. Para un país de 126 millones de habitantes de acuerdo al INEGI, mas otros millones mas en los Estados Unidos (Current Population Survey -CPS- dice que hay 38.5 millones de personas residentes en USA son de origen mexicano; las cifras de otros organismos hablan de 36 millones; contrariamente el Instituto de los Mexicanos en el Exterior calcula casi 12 millones, más otros 3 millones, en todo el mundo) digamos que un cálculo bajo actualmente hay 140 millones de mexicanos en todo el mundo. Nuestra delegación olímpica en Paris consta de 109 deportistas, admirables y competitivos todas y todos porque hay clasificaciones previas -no cualquier deportista llega a los juegos Olímpicos-, pero el dato es letal y habla por si mismo: actualmente solo el 0.000778 de los mexicanos son deportistas de elite.
Es triste ver que deportes en los que fuimos potencia se vinieron abajo. Por ejemplo, la “Caminata”, toda nuestra infancia escuchamos de la escuela de maestro polaco Jerzy Hausleber, vimos las hazañas de nuestros medallistas de oro en marcha: Daniel Bautista (1976), Ernesto Canto y Raúl González (1984) y de muchos más ganadores de medallas olímpicas. Recientemente nos ilusionamos con Alegna González quien se merecía más y obtuvo dos 5º lugares en la olimpiadas en curso. O recordamos a los grandes clavadistas mexicanos que empezaron con el oro de Joaquin Capilla (1956); y siguieron mi querido Carlos Girón, Jesús Mena, Fernando Platas, Paola Espinoza, Alejandra Orozco y ahora Juan Celaya y el increíble joven Osmar Olvera, entre otros.
Cómo olvidar en natación al joven que se hizo leyenda por su oro en nuestras olimpíadas de 1968: Felipe Muñoz. O a las glorias del boxeo que obtuvieron oro en México ’68 Ricardo Delgado y Antonio Roldán, seguidos de Alfonso Zamora, Juan Paredes y Héctor López, por mencionar algunos. O el Taekwondo que desde que fue deporte de exhibición nos dio medallas con Víctor Estrada y después con los hermanos Iridia y Óscar Salazar llegando a la cima con los oros de María del Rosario Espinoza y Guillermo Pérez (2008). O la equitación, un deporte de élite que se vino a menos, y donde el Ejército Mexicano dejó de invertir en sus deportistas, no debemos olvidar que la primer medalla de oro en la historia del olimpismo la obtuvieron Humberto Mariles, Alberto Valdés y Rubén Urízar (1948) en este deporte.
O, en los deportes donde no hemos sido exitosos de manera tradicional, pero surgió una joven admirable en Halterofilia como Soraya Jimenez (2000), también oro. O el deporte mas popular y más querido de México, el Futbol, que con Oribe Peralta, Raúl Jimenez, Héctor Herrera, Giovanni Dos Santos, Jesús Corona nos regalaron un increíble oro en Londres 2012. Alegrías para “un pueblo que ríe para no llorar” y que otra vez en París 2024, como en otras Olimpiadas y en Copas del Mundo ganamos medalla de oro por nuestro ambiente, nuestra manera de divertirnos y por la fiesta que armamos donde vayamos. Oro en “fiesta” pero ¿cuándo oro en deportes? nos hemos preguntado por décadas.
Es fácil decir que es solo es responsabilidad del gobierno pero lo cierto es que si añoramos con un sistema educativo, social y de gobierno que haga de México un país de deportistas. No aspiramos a un gobierno que haga del deporte un pretexto como la Union de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS), o el Alemán de Hitler, o el Cubano de Castro, pero si a líderes políticos que apoyen sin limitaciones a los deportistas, que construyan una estructura deportiva y que hagan políticas públicas donde el deporte sea un medio de superación y un estilo de vida para miles de ciudadanos.
Desde luego que debemos aspirar a una sociedad que haga deporte; que transforme su vida y la de su familia a través de esta actividad; que aprovechemos nuestra cultura basada en la fortaleza de nuestro carácter y nuestra resilencia. No entendemos -platicaba con algunos amigos- como nuestro carácter competitivo -por todo apostamos, por todo competimos, no nos gusta perder en nada-, pero esta manera de ser nunca se ha visto reflejada en resultados deportivos. Algo nos ha pasado históricamente como sociedad que preferimos la fiesta a ser deportistas. Muchos campeones de levantamiento de tarro y empinamiento de botella y pocos medallistas olímpicos.
El deterioro de la institución familiar es otro factor actual. No aceptar la crisis que vivimos del seno familiar, donde encontrábamos muchos mexicanos nuestra razón de vida y de existencia, ha puesto en peligro también producir campeones olímpicos. Nos gusta ver al boxeador mexicano Marco Verde rodeado por su familia; o al clavadista Osmar Olvera con la emoción de su padre y de sus hermanos apoyándolo desde la tribuna; o a nuestra arqueras corriendo al ganar la medalla olímpica a recibir el cariño de su familia. El apoyo que nunca existió de los gobiernos de distintos partidos se veía subsanado por el apoyo familiar. Lo cierto es que son solo excepciones, la historia de nuestros deportistas olímpicos es que muchas medallas y muchos deportistas que llegaron a esos niveles solo se explican por el talento alentado por la motivación y el apoyo familiar.
Y desde luego el carácter personal de los deportistas es el factor mas importante, pocos fueron producto de apoyos institucionales. Las excepcionales medallas olímpicas -insisto solo 73 hasta antes de estos juegos olímpicos-, son fruto más del talento personal y del esfuerzo y sacrificio de las personas que a una cultura deportiva nacional. Las milagrosas historias individuales nos encantan, pero más nos gustaría ver y tener medallistas olímpicos fruto del esfuerzo social, colectivo.
Por muchos años tuve el sueño de que de estos ejemplos deportivos se podía levantar un nuevo liderazgo social y político. Cuando fundamos el Partido Encuentro Social, después Solidario (PES), siempre pensamos en los deportistas porque los veíamos como ejemplos a seguir. Pero la triste realidad es que muchos de ellos (no todos) han sido pésimos dirigentes deportivos y gobernantes, iguales o peores de corruptos que los políticos de siempre. Han dirigido la CONADE y el Deporte varias glorias olímpicas como: Felipe Muñoz, Ivár Sisniega, Raúl González y Ana Gabriela Guevara. O futbolistas famosos como Carlos Hermosillo o el maestro de natación, gran empresario y persona Nelson Vargas, lo triste es que nada ha pasado. Lo mismo ha pasado a nivel estatal glorias olímpicas y deportistas exitosos dirigiendo los sistemas deportivos y ha sucedido lo mismo. Llegan con una gran ilusión y la burocracia y la corrupción los absorben.
Y no hablemos de cargos fuera del deporte porque los resultados de los deportistas famosos gobernando no existen. No entiendo, no me cabe en la cabeza porque liderazgos que podíamos suponer tienen otra mentalidad no han podido transformar y cambiar lo que se propusieron. Lo digo de corazón: su ejemplo era la esperanza de levantar una nueva generación de lideres sociales y políticos. No pudieron, o no quisieron, ni siquiera en el tema que eran expertos: el deporte.
Casi nos vamos en blanco en las Olimpiadas y si no fue así, se lo debemos más al esfuerzo personal y familiar que al social, al institucional y al gubernamental. Extrañamos a Carlos Bremen, al empresario que si creía en el deporte y en los deportistas. La iniciativa privada ya debería entrarle al quite, pocos lo hacen y pronto se desalientan. De verdad, otra vez si no fuera por estos factores personales y familiares en estas Olimpiadas nos hubiéramos ido en blanco. Como con tristeza y frustración en el Estado de Morelos, tanto en el deporte, como en todo los demás temas de gobierno, después del corrupto, ignorante y necio ex gloria nacional del futbol, un sexenio se nos fue en Blanco.
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