La inseguridad es, sin lugar a dudas, uno de los problemas más apremiantes que enfrenta México. A medida que Claudia Sheinbaum se prepara para asumir la presidencia, hereda un país donde la violencia y el crimen organizado continúan afectando la vida cotidiana de millones de mexicanos. La estrategia actual ha mostrado ser insuficiente para combatir este flagelo, y es imperativo que el nuevo gobierno reevalúe y replantee las acciones para garantizar la paz y la seguridad que la ciudadanía demanda.
Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, México ha registrado más de 34,000 homicidios dolosos anuales en los últimos años, manteniendo una tasa de violencia alarmantemente alta. A pesar de los esfuerzos del gobierno saliente por implementar la Guardia Nacional como una fuerza de seguridad pública, los resultados no han sido los esperados. La violencia no ha disminuido significativamente, y en algunas regiones, como Guanajuato y Zacatecas, ha aumentado de manera preocupante.
La estrategia de «abrazos, no balazos» promovida por la administración actual buscaba abordar las causas profundas de la violencia, enfocándose en programas sociales y evitando la confrontación directa con los grupos criminales. Si bien es loable intentar atacar las raíces del problema, esta política ha sido criticada por su falta de contundencia ante las organizaciones delictivas que operan con impunidad. La ausencia de acciones firmes ha permitido que los cárteles expandan su influencia y control territorial, afectando no solo la seguridad sino también la economía y el tejido social de diversas comunidades.
Claudia Sheinbaum enfrenta el reto de diseñar una estrategia integral que equilibre la prevención social con medidas efectivas de seguridad. No se trata de regresar a políticas militarizadas que han demostrado ser ineficaces y generar violaciones a los derechos humanos, sino de fortalecer las instituciones encargadas de garantizar la seguridad pública. Esto implica profesionalizar y depurar las corporaciones policiales, garantizar su adecuada capacitación y equipamiento, y promover la coordinación entre los distintos niveles de gobierno.
La corrupción es otro factor que ha minado la eficacia en el combate a la inseguridad. Informes de organizaciones como Transparencia Internacional señalan que México continúa teniendo altos índices de corrupción, lo que facilita la infiltración del crimen organizado en instituciones clave. Sheinbaum deberá implementar mecanismos robustos de transparencia y rendición de cuentas, así como fortalecer el sistema judicial para asegurar que los delitos no queden impunes.
Además, es fundamental atender las necesidades de las víctimas y promover una cultura de legalidad y respeto a los derechos humanos. La creación de programas de apoyo y reparación del daño, junto con campañas de educación cívica, pueden contribuir a reconstruir el tejido social y fomentar la confianza en las instituciones.
La participación ciudadana es otro elemento esencial en esta ecuación. El gobierno debe fomentar espacios de diálogo y colaboración con la sociedad civil, organizaciones comunitarias y el sector privado. Solo a través de un esfuerzo conjunto se podrá desarrollar una estrategia eficaz y sostenible en el tiempo.
En el ámbito legislativo, se requiere una revisión y actualización del marco legal para enfrentar las nuevas modalidades de criminalidad. Delitos como la extorsión, el secuestro virtual y el cibercrimen han aumentado, y es necesario contar con leyes y herramientas que permitan perseguir y sancionar estas conductas.
Claudia Sheinbaum tiene la oportunidad histórica de marcar un cambio de rumbo en materia de seguridad. La ciudadanía exige resultados tangibles y una disminución real de la violencia que afecta su vida diaria. Es momento de reconocer que la estrategia actual no ha funcionado y que se necesitan acciones concretas y contundentes.
La inseguridad no solo es un problema de estadísticas y cifras; detrás de cada número hay vidas truncadas, familias afectadas y comunidades enteras sumidas en el miedo. Es una realidad que afecta el desarrollo económico, disuade la inversión y limita el potencial del país.
El próximo gobierno debe asumir con seriedad y responsabilidad el desafío de la inseguridad. Claudia Sheinbaum tiene en sus manos la posibilidad de implementar cambios profundos que devuelvan la tranquilidad a las calles de México. Esto requerirá valentía política, una visión estratégica y, sobre todo, un compromiso inquebrantable con el bienestar y la seguridad de todos los mexicanos. El país no puede permitirse más tiempo perdido; es hora de actuar con determinación y eficacia.
*Profesor de El Colegio de Morelos.
Fuente: elaborado con Inteligencia Artificial / Cortesía del autor