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Hoy en la tarde oí voces, risas y ruido en la calle de Apolo, junto a la barda de mi casa; como es una calle donde no hay vecinos y casi no circulan autos, salí a ver. Era un camión lleno de elementos de la Guardia Nacional que se había estacionado ahí, bajo los grandes ficus que dan sombra en esa calle. Yo sé que es muy difícil entablar conversación con ellos, tienen prohibido hablar o platicar con la ciudadanía, pero, de cualquier manera me acerqué a saludarlos, les pregunte primero si estaban ahí por una emergencia o llamada de auxilio, uno me dijo que no, que había hecho una parada, para tomar sus alimentos, me identifique y les dije yo vivo aquí, señalando la barda de mi casa. los vi comiendo humildemente, callados, todos morenos, con tipo indígena, con sus pesados implementos, rifle, municiones y demás, platicamos un poco, vi en sus ojos un brillo cuando les dije que estábamos orgullosos de ellos, de los de abajo, de los que andan partiéndose la madre con la delincuencia.

Cambio su actitud, ellos pensaron que les iba yo a reclamar algo y no, hice todo lo contrario. Caras jóvenes, morenas, orgullosas y que no saben si mañana van a morir acribillados por un delincuente, pequeños de estatura, pero fuertes, me dieron una sensación de seguridad, vi que tienen pasión por lo que hacen, que están orgullosos, uno de ellos me dijo soy de Oaxaca, ¿mixteco?, le pregunté, si de cerca de Huajuapan, los demás también, al verlos vi su origen. me dio coraje verlos ahí trepados en un camión, comiendo un miserable lunch, listos para salir a enfrentar lo que sea, los más humildes los de abajo, los héroes, los que nos protegen, mientras que sus jefes, la burocracia, vive en la opulencia, ellos ganan un salario miserable, pero ellos son los mexicanos que se necesitan, por ahí leí que alguien dijo de un ejército alguna vez, “qué buenos soldados lástima que tengan tan mal jefe”.

Me despedí de ellos y me extendieron la mano y me despedí de mano y créanme, a guisa de parecer cursi o ridículo, me sentí orgulloso de poder estrechar sus manos, como si fuera un honor.

Debo agregar que en mis muchos viajes, muchos que he hecho por la república mexicana, he sido detenido en multitud de retenes del ejército y la Guardia Nacional y nunca, nunca me he sentido amenazado, nunca me han tratado mal, nunca me han extorsionado, siempre han sido rectos conmigo.