

El dramaturgo y premio Nobel de literatura George Bernard Shaw estableció una interesante diferenciación entre la creencia de la verdad absoluta y la ignorancia plasmando una interesante frase: “Cuidado con el conocimiento falso; es más peligroso que la ignorancia” pareciera una especie de predicción para la época actual donde el acceso a la información ha roto los límites de lo verídico y la interpretación personal en la cual la opinión individual puede distorsionar lo establecido por la ciencia.
El método científico en las ciencias duras enmarca una serie de requisitos en los que destacan la objetividad del investigador, entendido como el respeto a los resultados sin involucrar ideales o prejuicios que alteren la conclusión para así lograr la mayor exactitud posible; el campo de investigación médica es una de las áreas que exige además de precisión, respeto a los estatutos éticos limitando notoriamente el campo de la investigación ya que desde el Convenio de Helsinki iniciado en 1964 después de una brutal Segunda Guerra Mundial donde se omitió el respeto al cuerpo humano en toda su complejidad además de la fisiológica, provocando daños emocionales para quienes sobrevivieron, de tal forma que en un acuerdo común se limita el actuar de la curiosidad científica ante un dilema de costo-beneficio.
Actualmente ningún estudio relacionado al área de las ciencias de la salud puede utilizar humanos durante el proceso de experimentación creando grandes retrasos en los procesos de avance con el único fin de evitar repercusiones irreversibles en la salud orgánica y/o mental; la adaptación a estos procesos probablemente ha generado cierta lentitud en los avances esperados a lo que la respuesta social ha condenado injustamente.
Existen temas específicos donde la desesperación ante una cura rápida orilla a los individuos a exigir además de respuestas rápidas, su inclusión en modelos experimentales buscando algo denominado entre la sociedad desahuciada como: “esperanza” que los lleva a romper los límites de lo científico y lo moral. Complicando lo anterior, se agrega la difusión inmediata de opiniones y soluciones sin sustento verídico mediante el milagro moderno: el internet y las redes sociales, transmitiendo información con interferencias de creencias, emociones e imaginario social de un solo individuo que mediante un aparato tecnológico decide hacer justicia por sus propios medios a través de un desahogo virtual, impulsado por las emociones del momento, omite el efecto social que su visión puede lograr en una mayoría.
La respuesta médica ha entrado en total desesperación, algunos de los intentos es la inclusión de especialistas ante el nuevo mundo tecnológico usando videos de difusión sobre lo que consideran verídico encontrándose ante el rechazo, algunos abandonan la misión, pareciera que les falta el encanto o el lenguaje de desesperación compartida por un gran sector social. Las pocas o nulas habilidades de comunicación en su formación profesional han tenido como resultado su fracaso en el intento de compartir sus conocimientos con la intención de salvaguardar la salud de la población; la falta de preparación para la buena comunicación tiene que ver con un sentido de superioridad mediante el uso de tecnicismos así como la formación exhaustiva que se han enfrentado generando no solo el rechazo tecnológico si no la confrontación frente a frente entre médico-paciente.
Cuando se cuenta con habilidades de difusión, es posible abarcar grandes sectores poblacionales impactando seriamente en la toma de decisiones, contando con grandes ejemplos en los que resaltan: la negación de vacunación por efectos nulamente comprobados con datos científicos, tratamientos alternativos que ofrecen a la naturaleza como resolución de enfermedades graves como cáncer o diabetes, uso de suplementación evadiendo sus efectos en la toma de altas dosis, además de la búsqueda de diferentes tratamientos que -sin sustento alguno- ofrecen sanación.

El discurso actual dentro de consultorios y hospitales inicia con: “he leído en internet que…” frase que inicia el debate entre lo que queremos creer versus nuestra realidad, una batalla pérdida entre los especialistas y expertos frente a una fuente de información influenciada por la desesperación compartida por un grupo enorme de población acostumbrada a la rapidez y hambrienta de tener la razón frente a cualquier costo.
*Psico nutrióloga
