

En 1897, llegó el ferrocarril a Cuernavaca, con ello también la modernidad que se tradujo en la calzada Leandro Valle, el parque Porfirio Díaz, el tranvía de mulitas y los hoteles que sucedieron a los antiguos mesones. Surgieron entonces, primero el histórico Hotel Moctezuma y posteriormente el legendario Bella Vista, ambos referentes ineludibles de las jornadas revolucionarias en Cuernavaca y de los cuales no poco se ha escrito. En aquel año de consolidado progreso, el gobernador de Morelos era el coronel Manuel Alarcón.
Alarcón, fue nativo de la Hacienda de Buenavista al norte de Cuernavaca, donde nació en 1851. Muy joven combatió en la guerra contra la intervención y el imperio, posteriormente comandó a los Rurales de la Federación en Morelos y fue Jefe Político en Cuautla y Cuernavaca. Al llegar a la gubernatura, tras la muerte del gobernador Preciado en 1896, le precedió una trayectoria al servicio de la República y supo cubrir con creces el perfil adecuado en aquellos días de pax porfiriana, no en vano gobernó hasta su muerte el 15 de diciembre de 1908. Manuel Alarcón supo afianzar la confianza del presidente Porfirio Díaz, quien lo visitó en Cuernavaca, donde dieron paseos a caballo entre los tecorrales, apantles y huertas de Acapantzingo.

En 1897, año de grandes cambios para Cuernavaca, Alarcón construyó su casa, casi en la esquina que hoy conforman las calles de Morrow y Matamoros y a pocos pasos de la plaza principal. La construcción de estilo neoclásico y elaborados balcones de herrería se convirtió en la primera residencia oficial de un gobernador en Morelos. La flamante casona, entonces, no solo fue el centro del poder político morelense en el último trecho del siglo XIX y la primera década del siglo pasado, sino tras los años cruentos de la revolución se transformó en el afamado Hotel Palacio, cuyos corredores con pisos de mosaico y macetones cubiertos de vegetación recordaron a las bellas casas sevillanas. Pero más que por su entorno andaluz, el Hotel Palacio, fue notable por la espléndida gastronomía española de Teresina, asturiana que vino a “hacer la América” lo cual logró con creces y continúa siendo recordada no solo por su vasta cocina, sino por su enorme bonhomía. Después de años de arduo trabajo, Teresina cumplió el sueño de volver a su tierra natal y el Hotel Palacio aún continuó en servicio por unos años más. El local, fue sin temor a exagerar, uno de los sitios predilectos de familias cuernavacenses que por décadas pasaron tardes espléndidas en sus mesas. Al cerrar sus puertas, al histórico inmueble lo alcanzó la tragedia que se ha ceñido desde hace décadas en el primer cuadro de Cuernavaca, anarquía urbana, abandono y calles sucias. Ahora la Casona, que aún deja a la vista trazos de su antiguo esplendor, luce deteriorada y es expendio de ropa interior.
La semana pasada en La Jornada Morelos, Jorge Cázares Clement, compartió cómo su padre, logró con el gobernador Lauro Ortega, la expropiación de los inmuebles del Jardín Borda, el Teatro Ocampo y el Cine Morelos para ser destinados como recintos para la cultura morelense. Dichos sitios se han consolidado en ese tenor y conforman un patrimonio estatal de primer orden donde propios y extraños gozan de la naturaleza, un museo, exposiciones temporales, teatro y cine.
La Casona de Morrow que debió ser construida sobre una anterior construcción de adobe, muros encalados y techos de teja, no solo fue como ya se mencionó la primera residencia oficial en Morelos y posteriormente el Hotel Palacio, sino que su ubicación es privilegiada. Se encuentra sobre la calle en donde años más tarde el embajador Morrow construyó la polémica “Casa Mañana”, también casi en contra esquina de donde estuvo el cuartel de la guarnición de la plaza que luego fue teatro y finalmente el congreso local, también cerca del corredor turístico que podría ser la calle de Matamoros desde el Calvario hasta el Teatro Ocampo, recorriendo cantinas, negocios tradicionales y los hoteles Moctezuma y Palacio entre otros.
Hoy, Siguiendo el antecedente de la expropiación de los recintos ya mencionados, el gobierno del estado podría expropiar la antigua casona de Morrow y destinarla a un recinto que abone a la oferta de turismo cultural en la capital del estado. Preservando así el recuerdo de los primeros lustros de vida institucional en Morelos y también el de los hoteles que tanta fama dieron a Cuernavaca durante el siglo pasado. Hoy sin duda, el inmueble del Hotel Palacio merece un destino mejor que ser un expendio de lencería y donde un comercio de menor calidad, ha arrollado a la memoria histórica local.

*Escritor y cronista morelense.
Antiguo Hotel Palacio, fotografía de Ricardo Cienfuegos.
