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José Manuel Meneses Ramírez*

El Huey Atlixcáyotl es la fiesta grande y el corazón de Atlixco, el cuarto municipio más grande del estado de Puebla, una festividad que se celebrará este 29 de septiembre, donde se harán presentes las raíces de los pueblos pertenecientes a la once regiones etnográficas del estado y de toda la región, a través de la presentación de danzantes provenientes de Puebla, Morelos y Veracruz, este evento únicamente puede compararse en tradición con la Guelaguetza en Oaxaca.

El Huey Atlixcáyotl es desde su origen un acontecimiento social, es decir, una manifestación de la fuerza, la iniciativa y la vitalidad de la sociedad civil, pues como portador de la identidad de nuestra región, se distingue como una iniciativa ciudadana, por lo que podemos decir, que la fiesta étnica más grande de la región es resultado de la participación ciudadana.

En el Archivo Municipal de Atlixco se encuentran una serie de documentos que nos permiten observar las actividades de la Asociación Civil Atlixcáyotl A.C. en los primeros años de celebración del festival.

Entre estos documentos resguardados por el archivo, encontramos el Plan de Trabajo sobre la Investigación de la música y danza indígena del estado de Puebla con el objeto de desarrollar el festival Atlixcáyotl que se efectúa anualmente en el cerro Popocatica, ahora conocido como cerro de San Miguel. Se trata de un proyecto presentado por el asesor e investigador, Cayuqui Estage Noel, el 22 de febrero de 1970. Este documento atiende el llamado del presidente municipal Graciano Tecuanhuey Morales y el Secretario del Ayuntamiento, Filemón Flores Ramírez, quienes respaldaron, mediante la Comisión de turismo, al investigador “para hacer un estudio sobre la música, danzas, cuentos, artesanías y folklor”.

Desde el trabajo de investigación se llevó a cabo un proceso de integración de las diversas localidades que atendieron a este llamado. La organización que promovió esta festividad alcanzó niveles insospechados, pues como podemos constatar en documentos que obran en el archivo, la integración de las autoridades municipales auxiliares fue paulatina, pero la participación de la ciudadanía y los habitantes de las poblaciones invitadas fue activa desde el principio, la alusión y el llamado al apoyo popular para que “arreglen convenientemente las calles y de un aspecto favorable a los visitantes nacionales y extranjeros que asistan a este festival”, es constante desde el año de 1967.

Visto de esta manera, el Atlixcáyotl ha sido un dínamo del desarrollo social de Atlixco y de toda la región, del mejoramiento de los espacios públicos, pero, sobre todo, de la unión de nuestros pueblos a la luz de un mismo objetivo: la recuperación y promoción de nuestras raíces.

Otros documentos describen las invitaciones a diversos municipios de la zona, como Huaquechula, además de que en la edición de 1967 participaron Tochimilco, Nealtican, Huaquechula, Atzitzihuacan, Tianguismanalco, así como la siempre fundamental presencia de los voladores de Papantla. A lo que se sumó, paulatinamente la participación de Chinelos y Sayones desde Tetela del Volcán y Hueyapan, Morelos.

La oferta que caracterizó al festival en su origen incluye elementos que podemos reconocer hasta el día de hoy, en los carteles del año de 1970 se anuncian: la danza de los tecuanes, la elección de la Xochicihuatl, los convites complementarios, la poesía en lengua náhuatl. Por todo esto, el Huey Atlixcáyotl ha sido, tal como la teoría etnográfica afirma, una instancia democratizadora que surge de lo más profundo del pueblo.

De tal forma, el Atlixcáyotl es un acto fundacional de nuestra identidad y del sentido que, después de cincuenta y nueve años, nos dirige. Concluyo, retomando las palabras que figuraban en la invitación a la edición de 1974, cuando hablamos del Atlixcáyotl, nos referimos a “La expresión artística más auténtica de nuestro pueblo”.

Profesor de Tiempo Completo en el Colegio de Morelos.

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