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JOSÉ ANTONIO GÓMEZ ESPINOZA

La semilla de los dioses, el “tlayolli” es la planta que dio sustento y fundamento a las culturas prehispánicas. Su origen e historia se enmarcan en un entorno misterioso, místico y mítico. El interés por el estudio del maíz se incrementa dada su relación simbiótica con la historia del hombre de Mesoamérica, desde su aparición en el continente, su dispersión, su evolución y su aporte a la cultura.

El maíz ha tenido una importancia estratégica en la vida y establecimiento del hombre de estas latitudes, toda vez que desde hace unos seis mil años ha sido el alimento básico de su dieta que con increíble creatividad se diversifica en la cocina tradicional desde la tortilla nixtamalizada, los tamales, los tlacoyos, el pozole y una lista enorme de deliciosos platillos que no solo satisfacen el hambre, sino que recrean los paladares más exigentes

Los ciclos del maíz están ligados a los ciclos biológicos, sociales, económicos y místicos del indígena mexicano por lo que esta planta se ha constituido en la columna vertebral de nuestra cultura, nuestra historia e identidad.

Al intentar hacer un recorrido por las dimensiones legendarias, etnográficas, históricas e identitarias de esta gramínea nos encontramos con la dimensión simbólica y mítica del “Tlayolli”, “nuestro maicito”. El simbolismo que se confiere al maíz tiene que ver con el encuadre de esta planta como alimento del alma y del espíritu del hombre de estas latitudes que determina en buena medida el pensar y el actuar del indígena de estas tierras. Vale recordar que, estudios antropológicos, morfológicos, así como de ADN, coinciden en señalar que este cereal es originario de nuestro país, incluso, algunos estudios concluyen que esta planta tuvo su origen justo en la cuenca del rio Balsas.

Desde hace más de seis mil años, el maíz, se ha constituido en la piedra angular de la cultura de estas latitudes, toda vez que no solo es su alimento básico sino también es el principal elemento identitario y simbólico a partir del cual se crea toda una cosmogonía para entender al mundo que le da sentido y razón de ser a las acciones y actitudes de los herederos legítimos de este legado de los dioses.

No es aventurado decir que Quetzalcóatl, héroe cultural y mitológico es un símbolo del Maíz. “Quetzalcóatl” trasciende a la muerte de la misma manera que lo hace la semilla del maíz, que cada ciclo se deposita en las profundidades de la tierra donde después de morir como semilla trasciende convirtiéndose en la nueva planta que alimenta el cuerpo, el alma y el espíritu del indígena de esta área cultural. A esta misma conclusión llega enrique Florescano (1995), aunque bajo otra lógica

Todo mito verdadero tiene sus demiurgos. En el caso del mito fundacional maya, los demiurgos del periplo del maíz son Hunanpuh e Ixbalanque. Los gemelos del Popol Vuh, siguiendo el ciclo del “mito del eterno retorno” propuesto por Mircea Eliade, estos gemelos resurgen del inframundo venciendo a la muerte, convirtiéndose uno en el sol y otro en la luna. Desde esta perspectiva, los gemelos mayas son una representación del mito agrícola del maíz.

El carácter divino del Maíz se evidencia en la concepción cosmogónica de los cuatro tiempos-espacios mesoamericanos (el tiempo y el espacio, en Mesoamérica, no se concebían como entidades separadas). Cada tiempo-espacio era gobernado por uno de los cuatro “Tezcaltlipocas”, los cuatro hijos del dios principal “Ometeotl”. Cada uno tenía como característica definitoria, uno de los colores del maíz. Desde este encuadre, los cuatro “Tezcatlipocas”, son una misma entidad, un mismo concepto en cuanto a características divinas, son una representación simbólica del Maíz.

Las culturas mesoamericanas no pueden concebirse sin la presencia del Maíz, que se convierte en el “netzilizty”, en el corazón, la razón de ser de las cosas. El maíz, no solo es el alimento del cuerpo mortal, lo es también del alma, del espíritu inmortal del indio mexicano, solo así, se explica la terquedad de sembrar maíz, el criollo, el del pueblo, aun cuando las políticas económicas indican que es más fácil comprarlo que producirlo.

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