Los procesos de cambio social son claramente complejos. Cuando son planeados u organizados, esa complejidad obliga a comprender las funciones y capacidades de cada grupo. En esta ocasión quisiera detenerme en el papel de las bases sociales (no las dirigencias), tanto en términos generales como en alusión al actual contexto político nacional. Adelanto mi postura: creo que el principal papel de las bases debe ser el de la vigilancia crítica.
Por ejemplo, dentro de las funciones de las dirigencias, hay un tema de real politik: en ocasiones, deben negociar con sectores impresentables. En parte, así es la política. Sin embargo, en tales negociaciones las clases populares regularmente salen perdiendo. No debe extrañar dados los intereses de esos grupos, los cuales tienen capacidad de influencia por su poder político y económico (muchas veces una combinación de ambos). En ese inevitable encuentro de intereses opuestos en el que vivimos, el poder de las clases populares proviene de su capacidad de actuar en colectivo.
La rapacidad de los sectores dominantes ha generado una desigualdad que nos coloca en una situación numérica muy favorable. Lo que ha faltado hasta ahora ha sido capacidad de organización. Se trata de un tema muy complejo que por el momento sólo dejo anotado. Lo que quiero resaltar es la importancia de mantenernos vigilantes y críticos: si las dirigencias de proyectos políticos de izquierda (como el que actualmente gobierna México) deberán negociar y pactar y, en ocasiones, actuar con más pragmatismo que con principios, los sectores populares podrían resistir al resultado de dichas negociaciones con acciones colectivas, con movilización social.
Los últimos años que me he dedicado a estudiar movimientos sociales me han dejado una conclusión clara: el activismo empodera. Ahora bien, también se debe considerar que, ideológicamente, las movilizaciones sociales son complejas. En los últimos años hemos visto movilizaciones tanto de grupos de izquierda como de derecha. Cuando hablo de sectores populares, debo reconocer que una parte de ellos se alinea y se moviliza a favor de valores y prácticas conservadoras (pienso en la lucha por el reconocimiento a la diversidad sexual, identitaria, etc., por ejemplo).
Como anuncié en el título, me parece que la reelección de Rosario Piedra en la presidencia de la CNDH es un buen caso para reflexionar sobre lo que vengo comentando. No me gusta ir por las ramas y hay que decirlo tal como sucedió: fue vergonzoso, tanto de forma como de fondo. Brevemente y sólo por si alguien no está enterado: hubo un proceso que pareció realmente abierto y transparente, donde se hicieron evaluaciones estrictas a candidatas y candidatos. La señora Piedra fue de las peores evaluadas. Aun así, se le incluyó dentro de la terna final de último momento y fue votada, por obligación, de forma unánime por el bloque en el poder.
Para dejarlo claro, no se trata de negar otros aspectos positivos de la llamada 4T. La reducción de la desigualdad, de los grandes problemas de nuestra contemporaneidad, es una de sus indudables virtudes. No obstante, el tema también es complejo. En términos de Derechos Humanos, los casos de violaciones graves cometidos por las Fuerzas Armadas (también hay que decirlo: son las principales ganadoras con la reelección de Piedra) son especialmente sensibles con personas que viven algún grado de marginación, lo cual termina por aumentar las desigualdades y no reducirlas.
Reitero, en cuanto a la complejidad que implican los cambios sociales, cada grupo cumple funciones particulares. Creo que el de las bases debe ser la vigilancia crítica, la cual entiendo como asumir funciones particulares dentro de algo más grande, dentro de esa idea del “movimiento”. Incluso, en momentos va más allá y hay intereses encontrados al interior de un mismo movimiento. Eso ha pasado y seguirá pasando en Morena. Sucedió en el caso de las y los legisladores que pedían elección en urna, pero se les fue negado y se les obligó a votar de forma pública.
La reelección de Rosario Piedra es un tema saldado; si no pasa nada extraordinario, se quedará ahí hasta 2029. En contraste, el papel de las bases en procesos de cambios sociales da para muchísimo más de lo aquí expuesto. Creo que el tema puede resumirse con que el apoyo no debe ser un cheque en blanco. Ahora bien, también hay que reconocer que las bases deben actuar con madurez para entender que una cosa son los objetivos políticos (que no hay que perder de vista), y otra los tiempos y las formas que exigen las realidades concretas; al mismo tiempo que, con el combate a la violencia por medios militarizados, también se aumentan ciertas formas de desigualdad.
*Profesor de Tiempo Completo en El Colegio de Morelos. Doctor en Estudios del Desarrollo por el Instituto Mora.