(Primera de dos partes)
Para Francisco Bastida Chavarría, una despedida.
Después de la Revolución, y diversos fenómenos sociales y procesos históricos, Yautepec, como otras municipalidades y regiones de Morelos, ha atravesado por un proceso de redefinición de su natural vocación agrícola por sus tierras de alta productividad y otrora abundante agua. La especulación inmobiliaria se encuentra a la orden del día, o mejor dicho de las desarrolladoras de unidades habitacionales y fraccionamientos. No discutimos aquí el derecho a la vivienda, sino el impacto de los proyectos de desarrollo urbano que han sido autorizados por las diversas administraciones públicas en su orden municipal y estatal.
A partir de este artículo, me propongo reflexionar algunos aspectos para la puesta en valor del biopatrimonio cultural de Yautepec, y su puesta en valor, a la luz de diversas problemáticas y conflictos sociales. La destrucción de paisaje cultural es un hecho innegable; la extinción de amplias zonas de cultivo dio lugar a un corredor habitacional que a manera de cinturón asfixió pueblos y barrios históricamente constituidos, cohesionados por su rica vida cultural comunitaria.
No obstante, en el imaginario cultural de la población aún prevalece el paraíso que Ignacio Manuel Altamirano describía en su novela El Zarco, escrita entre 1884 y 1886, y que fuera publicada en 1900, pero ese Yautepec, no existe más. El ferrocarril de Veracruz a la Ciudad de México sacó de la competencia a los territorios surianos para el abasto a la ciudad de diversos productos agrícolas. Se estima que en1854, había en Yautepec más de medio millón de árboles cítricos: naranjales dulces y agrios, limas y limoneros. Ese mismo año de 1900, la Secretaría de Fomento del Estado de California, Estados Unidos, prohibió la importación de naranjas mexicanas, infectadas con la llamada mosca mexicana (Trypeta Ludens).
“Yautepec es una población de tierra caliente, cuyo caserío se esconde en un bosque de verdura. De lejos, ora se llegue de Cuernavaca por el camino quebrado de las Tetillas, que serpentea en medio de dos colinas rocallosas cuya forma les ha dado nombre, ora descienda de la fría y empinada sierra de Tepoztlán, por el lado Norte, o que se descubra por el sendero llano que viene del valle de Amilpas por el Oriente, atravesando las ricas y hermosas haciendas de caña de Cocoyoc, Calderón, Casasano y San Carlos, siempre se contempla a Yautepec como un inmenso bosque por el que sobresalen apenas las torrecillas de su iglesia parroquial.”
“De cerca, Yautepec presenta un aspecto original y pintoresco. Es un pueblo mitad oriental y mitad americano. Oriental, porque los árboles que forman ese bosque de que hemos hablado son naranjos y limoneros, grandes, frondosos, cargados siempre de frutos y de azahares que embalsaman la atmósfera con sus aromas embriagadores.”
“Un río apacible de linfas transparentes y serenas que no es impetuoso más que en las crecientes del tiempo de lluvias, divide el pueblo y el bosque, atravesando la plaza, lamiendo dulcemente aquellos cármenes y dejándose robar sus aguas por numerosos apantles que las dispersan en todas direcciones. Ese río es verdaderamente el dios fecundador de la comarca y el padre de los dulces frutos que nos refrescan, durante los calores del estío, y que alegran las fiestas populares en México en todo el año.”
La existencia del pueblo de Yautepec es impensable sin su río, que atraviesa y divide diversos pueblos y barrios, de norte a sur y de oriente a poniente, especialmente el centro de su cabecera municipal, en donde habita la mayor parte de su población. Ahí, el puente histórico de Yautepec, que cruza de norte a sur sobre el Río Yautepec, es el enlace original del Barrio de Santiago y el Zócalo con los barrios de Buenavista, Rancho Nuevo, y San Juan, cuya fecha de construcción data del siglo XVI y una intervención financiada por la Hacienda de Atlihuayan en 1888, luego de una inundación. El inmueble posee un valor arquitectónico excepcional para el patrimonio cultural de la región, pues es uno de los últimos vestigios de ingeniería civil en su tipo dentro de la región, como lo evidencia la Ficha 170290010052 del Catálogo Nacional del Catálogo de Monumentos Históricos del INAH.
Por su tipología y valores originales de arquitectura vernácula, desarrollada en la época colonial, integra en su construcción aplanados, piedra negra y caliza, ladrillo rojo fabricado en las viejas ladrilleras de la región, sillares provenientes de basamentos piramidales, pegados con argamasa.
En 1933 el Gobierno de México emitió un timbre fiscal conmemorativo, con valor de 1 Centavo y en cuya imagen derecha aparece una imagen litográfica del puente histórico de Yautepec. El Puente Histórico del Río Yautepec debe ser restaurado por especialistas para su conservación y declarado como patrimonio cultural de Yautepec. La materia de la declaratoria nominal se puede acoger a lo dispuesto por la Ley General de Cultura y Derechos Culturales para el Estado de Morelos: “Puente histórico de Yautepec Siglo XVI, Esperanza Chavarría “La Coronela”, misma que contribuiría a la resignificación y puesta en valor de su catalogación como monumento histórico federal. Tal acción contribuye también a la visibilización del importante papel que desempeñaron las mujeres en el proceso histórico de la Revolución Mexicana.
Los datos, crónicas, fotografías y demás elementos documentales sobre la vida y obra de María Esperanza Chavarría fueron obtenidos de los originales, mismos que se conservan en el Archivo familiar Chavarría bajo custodia de la familia del recientemente fallecido cronista de Oacalco, Francisco Bastida Chavarría, autor de libro Coronela zapatista Ma. Esperanza Chavarría, editado por Libertad bajo palabra.
La coronela zapatista María Esperanza Chavarría morales, nació el 17 de diciembre del año de 1898, en la población de Jonacatepec, Morelos, según testimonios de su familia. Fue hija del humilde matrimonio formado por Dionisio Chavarría originario de Jonacatepec, Morelos y de Ignacia Morales originaria de Atlixco, Puebla, quienes además de Esperanza, tuvieron a Florencio, Hilario, Ma. Teresa, Manuel, Modesta y Antonia.
A la edad de 13 años se incorporó a las fuerzas maderistas de Román Castro, cuando saliendo de Yautepec, justo sobre el puente del Río Yautepec en el centro de la ciudad, el día 1 de mayo de 1911 después de la toma de esta ciudad por los revolucionarios. Su primer combate fue en Cuautla, tan solo unos días después cuando es tomada la ciudad, con casi ocho días de asedio.
En relación al Lic. Francisco I. Madero, recuerda Esperanza Chavarría que:
“ Cuando Don Francisco I. Madero vino a Yautepec a ver a Zapata( 20 de agosto de 1911), nos vinieron a avisar que la gente del “pelón” Victoriano Huerta se encontraban en el cerro de “Las Tetillas” esperando que Madero saliera del Hotel en donde platicaba con Emiliano, para “caer” sobre nosotros. Amador Salazar nos ordenó rodear inmediatamente el Hotel y mandó a Huerta un mensaje avisándole que el Sr. Madero no saldría sino hasta que él (Huerta) retirara las tropas federales; las tropas se retiraron y nosotros también dejamos de sitiar el Hotel; a las pocas horas Madero, que parecía no haberse dado cuenta del incidente, salió rumbo a Cuernavaca y de allí a la Ciudad de México.”
María Esperanza Chavarría, -quien también participó en los sitios de Cuautla, Puebla y Chilpancingo-, también reconocía como su hermano al General de brigada Herminio Chavarría, mismo que durante la lucha revolucionaria tuvo la mayoria de sus participaciones en el Estado de México y fue quien obsequió un hermoso sombrero de charro de pelo gris, bordado artesanalmente con hilos de oro al General Emilano Zapata.
Cuando mataron a su hermano, Esperanza se trasladó a México a recoger armamento, cerca de 250 fusiles y una gran cantidad de parque; sin embargo, contaba que no le fue posible acarrear con todo pero con lo poco que logró llevar a Cuautla. Sus antecedentes de participación en combate le valieron para que Benjamín Argumedo solicitara su ascenso a Coronela siendo concedido por el Jefe Suriano, el General Emiliano Zapata.
Luego de su participación en la lucha revolucionaria, hasta donde la familia tiene conocimiento, la Coronela Esperanza Chavarría nunca ha recibido ni en vida ni luego de muerta un homenaje en su memoria, a pesar de su valiosa trayectoria como verdadera y destacada combatiente al lado del General Emiliano Zapata. Únicamente recibió un par de condecoraciones a su alto mérito revolucionario demostrado en campaña: La Condecoración Emiliano Zapata al mérito revolucionario, otorgada por el Gobierno del Estado de Morelos y la Condecoración Ejército Libertador Plan de Ayala, otorgada por la Unión de Revolucionarios Agraristas del Sur el 4 de agosto de 1935.
En el año 2009, un año antes del Centenario del Inicio de la Revolución Mexicana, el Servicio Postal mexicano (SEPOMEX), emitió una Edición Filatélica de una serie de once estampillas postales postales conmemorativas con la leyenda: Umbral del Centenario de la Revolución Mexicana. Las estampillas son: 1.- Plano de Cuautla, 2.- Los ferrocarriles en la Revolución, 3.- La Decena Trágica, 4.- Mural de Pancho Villa, 5.- Emiliano Zapata, 6.- Promulgación del Plan de Ayala, 7.- Francisco I. Madero Presidente, 8.- La Toma de Zacatecas, 9.- Los revolucionarios, 10.- Venustiano Carranza (Proclamación del Plan de Guadalupe), y 11.- Las mujeres revolucionarias. Fue en esta última estampilla que aparece en primer plano y de pie la entonces Teniente María Esperanza Chavarría, portando un par de cananas o carrilleras cruzadas en el pecho y puesto un sombrero de charro. En la mano derecha porta la bandera de México y en la mano izquierda un sable que la distinguía como oficial del Ejército Libertador del Sur, comandado por el General Emiliano Zapata Salazar.
Al término de la Revolución, Esperanza Chavarría ocupó el puesto de Regidora de Hacienda en el Ayuntamiento de Yautepec, como lo constata la credencial expedida por el ayuntamiento, fechada el 1 de enero de 1955 y firmada por el Secretario del Ayuntamiento, el Profesor Diego Bastida Beltrán.
Continuará…
Imagen cortesía del autor