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Quién llega o experimenta alguna forma de poder, la mayoría de las veces, no lo quiere dejar, sueña con que sea eterno, aunque sea una ilusión pasajera. Hay varias posibles interpretaciones de este fenómeno de la psique y ambición humana. En la Biblia encontramos una posible explicación, según el libro del Génesis, los hijos de Adán brindaron sendas ofrendas a Dios, siendo la de Abel del agrado del señor y no así la de Caín. Celoso de su hermano, Caín mató a Abel, sufriendo la ira de Dios y el destierro.

A partir de este pasaje bíblico intento construir una metáfora: nos guste o no, el aun inquilino del Palacio Nacional ha concentrado tal poder que se conduce como un semidiós que todo lo ve, que todo lo juzga, que todo lo perdona, pero con la extrañísima idea de quién no se doblega a sus mercedes y caprichos, los descalifica y los hecha a los buitres corifeos para que acaben con ellos y copien con sus actos perversos sus enseñanzas.

Pero el señor del palacio no es dios, más bien se parece a Caín que ha traicionado a la patria, a la justicia y a la democracia. Sí “vox populi, vox dei” es un axioma, lo que viene de acuerdo al pasaje bíblico la vox dei será la ira y tarde o temprano llegará el destierro, solo será cuestión de tiempo.

Vale la pena no olvidar en estos momentos de desconcierto y gran incertidumbre que afecta a muchos mexicanos, el dictum de Acton, aquella célebre frase acuñada por el británico John Emerich Edward Dalkberg Acton, mejor conocido como Lord Acton que dijera en 1887 “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Esta metáfora que les describo no es un cuento chino y como dijera mi abuela Chonita “es la puritita verdad, solo los ilusos ni la creen ni la ven”.