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Con el reciente fallecimiento del Papa Francisco, asistiremos por tercera vez en lo que va del siglo XXI, a uno de los ritos de elección más enigmáticos para todos aquellos que no somos ni obispos, arzobispos o cardenales miembros de la iglesia católica. En la actualidad son muy pocas las monarquías electivas que aún persisten, Malasia y en especial El Vaticano, una reminiscencia de que ocurría al momento de ascender al trono del Sacro Imperio Romano Germánico con la reunión de los príncipes electores y según las crónicas españolas del siglo XVI, esto es algo medianamente similar al sistema de sucesión del Tlahtoani en México-Tenochtitlán.

Este tercer cónclave del siglo XXI a diferencia de los anteriores y más aún con los del siglo XX, tendrá una mayor proyección mediática, ya desde el minuto uno del anuncio de la muerte de Francisco, e incluso en semanas previas, numerosos medios de comunicación y particularmente en redes sociales presentaron listas de posibles candidatos a ocupar la sede episcopal de Roma, algunos de ellos de línea dura y conservadora como lo fueron Juan Pablo II y Benedicto XVI, abiertamente opuestos a las posturas de Francisco. Otros, más cercanos a las ideas reformistas y de cambio del difunto papa y de sus predecesores como Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I. Pero lo único cierto es que solo quienes participarán en el cónclave saben realmente quien tiene mayores posibilidades de encabezar una de las instituciones funcionales más antiguas de la actualidad.

Ya desde el papado de Francisco los sectores más conservadores dentro de la Curia Romana manifestaron su abierta oposición a la obra, declaraciones y posturas políticas del primer Papa latinoamericano, algunos lo llaman el primer Papa del Sur Global, por lo que no es de sorprendernos que en esta próxima elección busquen volver por sus viejos fueros y sobre todo la restitución del antiguo dogmatismo que privó hacia finales del siglo pasado y los comienzos de este.

Lo anterior no es algo nuevo, baste recordar que el reformismo y los vientos de cambio, el Aggiornamiento, encabezado por Juan XXIII y Pablo VI en el Concilio Ecuménico Vaticano II, llevó a un sector tradicionalista a declarar la Sede Vacante en El Vaticano luego de la muerte de Pio XII, otros más abandonaron la iglesia católica en oposición a la modernización que se vivía al interior de la iglesia.

Así, a un periodo de cambios y reformas sobrevino una restauración conservadora, esto sin olvidar las cuestionadas y contradictorias condiciones de la muerte de Juan Pablo I, que, para los entendidos en el tema, aseguran que pretendía profundizar en las reformas del Vaticano II, para establecer una iglesia acorde a los tiempos que corrían. El triunfo del conservadurismo de 1978 fue una bocanada de aire fresco para la asediada y tradicionalista Curia Romana y por otro lado marginó a los curas y obispos progresistas del mundo. Girolamo Prigione, Delegado apostólico en México, los llamó “Voces discordantes en el coro de la iglesia”. Prueba de ello, las encontramos en las más que frías relaciones de la Santa Sede con el VII obispo de Cuernavaca, Don Sergio Méndez Arceo o la reprimenda pública por parte de Juan Pablo II a Ernesto Cardenal en 1983 en el Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino de Managua, Nicaragua, por participar en el gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional y la suspensión de su ministerio (restituido por Francisco). Estas situaciones y la rigidez del dogma que desde entonces se impuso alejaron a miles de creyentes. Y al menos en América Latina, benefició al evangelismo que ha tenido un crecimiento bastante importante en la región.

Las posturas de Francisco en temas delicados e importantes como las denuncias en contra de las masacres perpetradas por Israel contra la población civil en Gaza, el reconocimiento del Estado Palestino, la oposición a las políticas de Donald Trump contra América Latina y su apertura hacia temas evadidos por la iglesia como el caso de los divorciados o hacia la comunidad LGBTIQ+, no dejó de causar malestar entre los conservadores dentro de la institución y fuera de ella. La secretaria de Comunicación del Partido Popular de Madrid llamó “cumbre comunista” al encuentro entre Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda de España, con el Papa y qué decir de los constantes ataques de Javier Milei, quien en busca de raja política hoy se desvive en loas, cuando ayer lo insultaba.

Los tiempos que vivimos harán que creyentes, agnósticos y ateos estemos al pendiente de la fumata blanca que anunciará la llegada de un nuevo pontífice que lidere a la iglesia. Pero lo que sí es seguro que un retorno al conservadurismo perjudicaría la imagen de apertura de la iglesia católica por la que Francisco trabajó durante todo su pontificado, y podría alejar significativamente a los creyentes que percibieron el cambio y tuvieron un nuevo acercamiento religioso durante el papado que finalizó el pasado 21 de abril.

* Historiador

H. Alexander Mejía García