
23 años de tirar basura a cielo abierto. Un área de 30 metros de profundidad que alberga 1000 metros cúbicos de desechos tóxicos. Humo negro que emanó de fuegos que no se extinguieron entre el 1 de abril y el 11 de noviembre de 2023. Graves daños a la salud de los habitantes de la colonia Centro de Jiutepec, Morelos, por respirar dióxido de carbono (CO2) en concentraciones que llegaron casi al 300% por arriba de lo aceptable. Diez mil personas afectadas por la emanación de más de 70 gases diferentes lanzados a la atmósfera.
La mina a cielo abierto de tezontle agotó su producción y se convirtió en un tiradero de basura gracias a la decisión personal de los dueños de la mina y a Manuel Agüero Tovar exedil municipal de Jiutepec. Más de veinte años después, los alcances de la apropiación privada de la piedra de lo que fue un cerro, permitieron que no se atendieran normas básicas del cierre de los trabajos mineros, lo que provocó deslaves y que varios edificios y casas, al lado del tiradero, quedaran inhabitables. No obstante, los daños causados a la población por el incendió, las autoridades locales se refieren a quienes abrieron esa zona de sacrificio como los propietarios de bienes inmuebles de la mina. Los dueños son Mexama, S.A., de C.V., vinculada con la multinacional británica Uniliver y accionistas de laboratorios farmacéuticos.

La comunidad de Santa María Coapan, en Tehuacán, Puebla presenció el incendio, el 6 de mayo de 2022, en el tiradero de 18 hectáreas instalado por el ayuntamiento. Como en Tezontepec, ahí se ha depositado basura por más de 20 años. Se convirtió en un paisaje de montañas de residuos tóxicos. El Comité de Bienes del Pueblo y Vigilancia denunció un año antes del incendio que ahí se tiraban residuos peligrosos y que la filtración de lixiviados alcanzó el acuífero del Valle de Tehuacán.
En septiembre de 2023, los habitantes de la comunidad indígena de Cicacalco, Zacatecas, exigieron la atención urgente a las autoridades federales y estatales por la contaminación del basurero municipal de Tlaltenango. Con menos de un lustro de vida como basurero, presentó contaminación de acuíferos y emanación de gases como en Morelos y Puebla.
En México, operan 65 rellenos sanitarios, pero se habla de 1600 basureros clandestinos. El nombre que se le da a los primeros es una broma de mal gusto. A lo largo de las últimas décadas, se convirtieron en vertederos de residuos sólidos urbanos y desechos biológicos infecciosos sin regulación. Las autoridades en sus tres niveles, de inicio, niegan las emergencias ambientales y tratan de conducir las quejas de la población por vericuetos burocráticos. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) actúa con dilación. La Secretaría de medio Ambiente y Recursos Naturales, otorgó permisos para que los desechos se tiraran a cielo abierto.
La basura se convirtió en un negocio rentable en el país. Entes privados y munícipes cobran por la broza nacional depositada en territorios naturales cercanos a las ciudades. Pero las autoridades federales abrieron el nicho de mercado de la importación de basura. A partir de la firma del TMEC en 2019, México aumentó la importación de basura de Estados Unidos. En 7 años, creció la importación de plásticos con ganancias por 200 millones de dólares. Es la fracción 3915 de importación sin arancel. Este es un negocio para los importadores nacionales. La tasa de crecimiento de la adquisición externa de tereftalato de etileno (plásticos) creció entre 2015 y 2021 en 3,181%. Otras subpartidas de importación de plásticos crecieron más de 150%.
México importó en los últimos 7 años, 662 mil toneladas de desperdicios y recortes de plásticos. La investigación que se presenta en geocomunes.org sobre el Colonialismo de la basura plástica en México, indica que estas importaciones de desechos plásticos van como combustible a los hornos de las cementeras. No se trata de reciclaje, es una incineración en 34 plantas que emiten toneladas de veneno.
