

Más de tres décadas del tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá evidencian que sí hubo ganadores, los monopolios multinacionales de los tres países. Se prometía un crecimiento económico sostenido porque aumentaría la productividad y el empleo para toda la región. Solo ocurrió en sectores específicos de las economías y, esencialmente, en las industrias que lograron bajar los costos de producción por la contratación de mano de obra más barata que en China, por la apropiación de recursos naturales en condiciones de ofrenda y por el abaratamiento de la transportación de las mercancías producidas o extraídas. Desde finales de la década de los ochenta, el libre comercio fue sacralizado por políticos, empresarios y académicos de la región, instalaron en la mente de un público amplio que la apertura comercial era la dinámica natural, avanzada e inamovible del capitalismo. Los proteccionistas eran ignorantes de los principios básicos de la economía, se decía, desde la Casa Blanca.
El partido republicano impulsó el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) en el momento en el que la creencia de que liberalizar las economías era la solución a la crisis económica que se arrastraba. Nadie más entusiasta del libre comercio que Reagan y Bush padre. Éste, logró que el congreso le aprobara, por muy escaso margen, la vía de negociación Fast Track el 23 de mayo de 1991. Jeff Faux, en su historia sobre cómo se negoció el TLCAN, relata que el tratado era muy impopular en Estados Unidos, las encuestas arrojaban que una mayoría de estadounidenses estaba en contra, el 65%, situación similar ocurría en Canadá. Tal descrédito del acuerdo inhibió a Bush a llevar el tratado negociado a la aprobación del Congreso en 1992. Bill Clinton entró en escena, prometió a los sindicatos, grupos ambientalistas y organizaciones civiles que en la negociación del TLCAN se tomarían en cuenta los derechos laborales y la protección del medio ambiente. No cumplió su palabra. A quienes sí se escuchó fue a las empresas.

Durante las negociaciones del tratado, cuenta Faux[1], empresas agrícolas norteamericanas que iban a la casa de nuevos mercados para sus productos subsidiados por el gobierno “tenían abogados cuchicheando a los oídos de los negociadores estadounidenses”. Cargill, Archer Daniels y Monsanto, entraron al campo mexicano. Los monopolios mexicanos de la tortilla también jugaron a lo grande, Minsa, Maseca y Bimbo hoy venden sus harinas en todo el mundo gracias a la compra de “materia prima más barata y subsidiada por los contribuyentes estadounidense”. Las familias propietarias de estas empresas aumentaron sus riquezas personales de forma monumental. Durante las negociaciones de los tres gobiernos, sus asesores principales fueron las corporaciones. Intervinieron con millonadas de dólares para influenciar a los congresistas republicanos y demócratas.
Las empresas transnacionales más beneficiadas por TLCAN, que entró en vigor en 1994 y se refrendó como Tratado México Estado Unidos y Canadá (TMEC) en 2020, son las automotrices, mineras, computación, equipos electrónicos y ópticos, y la banca internacional. La industria automotriz representa el 22% de las exportaciones de México, es totalmente extranjera y 45% corresponde a la producción de General Motors, Chrysler y Ford que exportan el 90% de su producción a Estados Unidos y Canadá. Pablo Ruiz Nápoles indica que la relación de ganancias a salarios en el valor agregado producido por la industria automotriz es de cinco a uno.[2] En cuanto a la minería, las corporaciones extranjeras tienen la mayor proporción de proyectos en exploración, desarrollo y producción. Exportan mineral metálico, principalmente, a Estados Unidos.
Las exportaciones de estas industrias aumentaron pero lo hicieron mediante el incremento de las importaciones de México con otros países, sobre todo de China, Japón y Malasia para adquirir componentes, materiales y máquinas. El país tiene un déficit comercial con esa región. Los sectores exportadores generaron empleos maquiladores con salarios bajos.
El patriarca de la Casa Blanca busca chivos expiatorios para justificar ante su electorado los daños que las corporaciones les han causado a lo largo de varias décadas.

*Profesora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México
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Jeff Faux (2008), “La guerra global de clases. Cómo nos robaron el futuro las élites de Estados Unidos, Canadá y México y qué hacer para recuperarlo”, UACM. ↑
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Ruiz Nápoles, P. (2021). ¿Quién ganó y quién perdió con el TLCAN? Resultados del comercio bilateral México-Estados Unidos sobre la producción, el empleo y la distribución del ingreso. El Trimestre Económico, 88(352), 1099–1120. https://doi.org/10.20430/ete.v88i352.1272 ↑
