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Hoy en día nadie niega la importancia del turismo en la vida económica de nuestro país y en el caso de Morelos no es para menos. Según datos de la Secretaría de Turismo, en 2014, para la economía mundial, el turismo en algunos Estados superaba, incluso a las exportaciones de petróleo, de alimentos y automóviles; llegando a generar hasta el 9.8% en el PIB global. Lo que se traduce en la creación de más de 275 millones de empleos a nivel mundial asociados al turismo. En Morelos la prestación de servicios incluido el turismo representa un 12% del total del PIB estatal. Lo cual sin duda lo ubica como un sector estratégico para el desarrollo de los morelenses. El INEGI ha medido la importancia del turismo de manera indirecta incluyendo al comercio, restaurantes y hoteles, lo cual aumenta los valores, señalando que en Morelos este sector representa hasta el 17.5% del total de la economía.

Para 2017, de cada $100.00 aportados a la economía de Morelos, 67 provenían de las actividades terciarias (servicios y turismo), 30 por las secundarias y 3 por las primarias. Sin embargo, hay que señalar que tipo de turismo es con el que nos encontramos hoy en día. Hace 60 años que inició el turismo social en México, el antiguo modelo de quienes tenían un poder adquisitivo muy por encima de la mayoría de la población podía permitirse viajar o disfrutar unas vacaciones, se fue dejando de lado. Producto del crecimiento económico que vivía nuestro país en los años 60’s, las grandes masas populares pudieron salir y tener tiempo para el ocio y el esparcimiento, este turismo se mantuvo al menos hasta la década de los 80’s.

Sin embargo, el modelo de turismo social, en algunos casos subsidiado por el Estado, era incompatible con el neoliberalismo, de ahí que casos como algunos de los centros vacacionales propiedad del IMSS en el estado de Puebla hayan sido semiprivatizados. Otro caso del que he hablado en columnas anteriores es el programa de Pueblos Mágicos que pretendía incentivar el turismo y el dinamismo económico, este terminó convirtiéndose en un agente homogeneizador en el que aquellas expresiones sociales, políticas y culturales que incomoden a los turistas, generalmente extranjeros, pero que son comunes en esos sitios, son mal vistas y por ende se han minimizado cuando no intentado cancelar. Lo anterior provocó la creación de escenografías de lugares agradables para el turismo, que nada tiene que ver con la esencia del lugar.

Las proyecciones políticas y económicas indican que el próximo gobierno del estado dará atención importante al turismo y al sector servicios asociado a este. Sin embargo, lo que debe discutirse y atenderse es qué clase de turismo es el que se va a priorizar, ya que por un lado tenemos al turismo depredador que entorpece la expresión cultural tradicional de las comunidades, como paso en Tepoztlán en su reciente carnaval, y que no puede seguir siendo el destinatario de las políticas públicas. O bien dedicar esfuerzos en la ceración y concientización de la necesidad un turismo moderado que sea responsable de los efectos que la falta de conciencia pueda ocasionar en nuestras comunidades. Y de ese modo prevenir mayores deterioros.

Las políticas gubernamentales en torno al turismo no deben seguir enfocándose en aquellos que pueden pagar más, aquellos turistas que en la búsqueda de una “experiencia” ignoran la opinión de los habitantes nativos respecto a la conservación del entorno comunal. Es cierto que muchas personas viven del turismo pero este no debe ser visto únicamente en términos económicos. Un turismo que sea responsable y consiente de los efectos que causa en las comunidades, debe ser acompañado de políticas públicas consecuentes, alejadas de la creación de escenografías para el turismo con un poder económico superior al promedio y que nada tiene que ver con la realidad. Un nuevo turismo social, que tenga presente el medio ambiente, su cuidado y preservación.

*Historiador