Dos grandes juntos en Cuernavaca: Siqueiros y Orozco Rivera
Déjenme decirles queridos lectores, antes de comenzar estas líneas, que abordaré este tema, pese a que la figura de Siqueiros no ha sido del todo de mi agrado por su adhesión y lealtad al dictador Iósif Stalin durante tres décadas, así como por haber participado en el primer intento de asesinato a Lev Trotski cuando el destacado personaje ruso ya se encontraba asilado en México por el general Lázaro Cárdenas del Río, presidente de México en ese entonces. El artista más tarde fue detenido y acusado de disolución social y del intento de asesinato de Trotski. Estuvo en el “Palacio Negro” de Lecumberri, hoy Archivo General de la Nación donde siguió pintando.
Aunque ese intento falló, en el segundo en el que ya participaron los antecesores de la KGB, (esta se creó más tarde, en 1954), ya no hubo falla. Fue asesinado con un golpe de piolet en la cabeza por el español Jacques Monard, en realidad de apellido Mercader, el 21 de agosto de 1940 mientras escribía en el estudio de la casa donde vivía.
Sin embargo, vale la pena recordar su presencia y la de Mario Orozco Rivera, a través del muralismo, una pequeña parte en el Hotel Casino de la Selva y en su “Tallera”, ambos en Cuernavaca, desde donde salieron los grandes murales que después irían al Poliforum Cultural Siqueiros. En la vieja fotografía, que aquí les comparto, aparece Siqueiros con todo su gran equipo de trabajo, pintores y escultores valiosos que luego destacaron por sí mismos.
Les cuento. El empresario de origen español Manuel Suárez y Suárez, quien fue mecenas de Siqueiros, cuando éste sale de la cárcel, lo contrata para un ambicioso proyecto, además de contribuir en su famoso Hotel Casino de la Selva mismo que marcó toda una época por la relevancia que tuvo turísticamente en la ciudad capital de Morelos, en otro trabajo más importante aún. Eso sucedió a partir de la segunda mitad de los años 60s.
Cabe recordar que ya excarcelado, Siqueiros platica con don Manuel Suárez y Suárez y acuerda pintar un enorme mural y el empresario de origen español decide entonces construir un inmueble especial para albergar el que sería el mural más grande del mundo que se llamaría La Marcha de la Humanidad, que en un principio quedaría en parte del predio del Hotel Casino de la Selva en Cuernavaca, donde mientras tanto ya habían plasmado su arte varios artistas, pero el entonces presidente Gustavo Díez Ordaz, los convence que era demasiado importante para estar en provincia, así se crea el Poliforum Cultural Siqueiros en la CDMX, en terrenos del mismo empresario Suárez y Suárez, sede definitiva del mencionado mural.
Pero la visión empresarial del español ya había llamado al Arq. Félix Candela quien proyecto para su hotel de Cuernavaca, el diseño de sus innovadoras paraboloides hiperbólicas, mejor conocidos como “techos de paraguas”, como parte del hotel, qué décadas después, cuando poderosas empresas de tiendas de auto servicio adquieren el predio de más de diez hectáreas, que ya se encontraba cerrado tras décadas de haber permanecido abierto y tiran lo que fue el emblemático hotel, hubo tantas protestas y presiones, que los nuevos propietarios tuvieron que levantar de nuevo el diseño de Candela, aunque Cuernavaca perdió, tras esa arbitraria demolición, parte de los murales pintados tiempo atrás por varios de los discípulos del gran muralista mexicano.
Y no fue poco lo que se perdió, ya que participaron, además de Siqueiros, artistas como Josep Renau, José Reyes Meza, Guillermo Ceniceros, Jorge Flores, Francisco Icaza y Jorge González Camarena, entre otros famosos. Aunque el más famoso internacionalmente de los artistas que participaron en el hotel, fue Siqueiros, quien se hizo acompañar del que dirigiría ese gran equipo, Mario Orozco Rivera, (1930- 1998), el que contaba con una gran trayectoria pictórica. Egresado de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, teniendo como maestros a Manuel Rodríguez Lozano, entre otros, gana en 1954, el Premio al mejor alumno de la escuela.
Luego de su participación en la Bienal de París, en 1966, dos años después de salir de prisión Siqueiros, lo invita, primero como ayudante del gran maestro y dos años después, ya nombrado jefe de ayudantes de su taller en Cuernavaca. Este sobrino nieto del también gran muralista y pintor José Clemente Orozco y como Siqueiros, militante del Partido Comunista durante décadas, en mérito a su labor en la Tallera de Cuernavaca en los murales del Poliforum, una de las salas lleva su nombre: Sala Mario Orozco Rivera. Cuando a este pintor le decían que descendía de dos grandes pintores, él contestaba bromeando: “Orozco es mi papá y Rivera, mi mamá”, pero también declaró en alguna ocasión. “Podría ganar mucho dinero pintando paisajes, bodegones, marinas, pero prefiero pintar lo que me dicten los testículos, el corazón y el cerebro, en ese orden”. Y nos leemos el próximo miércoles.
Por esta foto escribí mi columna de hoy. Aquí aparece David Alfaro Siqueiros con su equipo pictórico, hace más de medio siglo, abajo y cerca de él a su izquierda, su jefe del taller de ayudantes, Mario Orozco Rivera. Esta foto, ya con la pátina del tiempo, le fue proporcionada a la autora por el fotógrafo José Aguilar que la coleccionaba desde ese tiempo / Cortesía de la autora