Un gran estreno y una foto con grandes personajes
Hace unos días, nuestro famoso Museo Nacional de Antropología, inaugurado el 17 de septiembre de 1964, cumplió 60 años de recibir a turistas de todo el mundo mostrando lo mejor del México antiguo. Una preciosa fotografía que me compartió mi amiga Cecilia Dávalos Murillo me hizo investigar sobre el magno acontecimiento. Con la búsqueda, con la foto y con su ayuda supe que ese proyecto, que convirtió a nuestro museo en uno de los mejores del mundo, tuvo un comienzo no fácil. Unos decían que no era necesario, que México ya tenía uno.
Es cierto, la capital del país ya tenía el de la preciosa Casa de la Moneda, ubicado en el número 13 de la misma calle en el centro histórico. Museo por cierto ordenado por el emperador Maximiliano de México (Habsburgo) en 1865 quien eligió esa gran casa o palacio, como un buen marco para exhibir los tesoros arqueológicos que él iba conociendo. Siempre he reiterado, queridos lectores, que este emperador hizo más por México en tan poco tiempo que estuvo, que uno que otro de los grandes héroes mexicanos que son incluso íconos del conocimiento antiguo, pero así es la, a veces, injusta historia oficial.
Pero hubo un hombre, bueno dos, que siempre creyeron en el gran y novedoso plan de crear un formidable museo: “Fueron el entonces director del INAH, el antropólogo físico don Eusebio Dávalos Hurtado (1909-1968) y don Adolfo López Mateos (Atizapán de Zaragoza, Edomex 1909-CDMX 1969). Porque cuando vio mi padre que éste abrazó la idea desde que se lo planteó antes de ser presidente, sabía que de lograrlo, lo haría”, narra a quien esto escribe, Dávalos Murillo, hija de don Eusebio. Luego sigue:
“Todo ocurrió de la siguiente manera: el presidente López Mateos desde que ocupaba la Secretaría del Trabajo, ya era un gran andarín, (igual que don Adolfo Ruiz Cortines) y se iba caminando desde el antiguo Museo de Antropología de la Calle de la Moneda, salía del Centro Histórico hacia Chapultepec. En una de tantas pláticas que sostuvo mi padre con él, cuando se llegaron a encontrar caminando, le habló de su idea de edificar un nuevo museo en pleno Paseo de la Reforma, (vía también edificada por Maximiliano) en un terreno poco arbolado del Bosque de Chapultepec. Así ese gran museo mostraría al mundo la riqueza del México antiguo que ya no cabía en el anterior recinto. Y a don Adolfo le encantó la propuesta. Mi padre, sabía de ese terreno porque desde que comenzó a acariciar la idea, inició también la búsqueda de varios sitios. Incluso yo lo acompañaba cuando no tenía escuela”, refiere Cecilia, su hija. “Pero su idea, no fue bien recibida por todos, lo que retrasó un tanto la edificación. Mi padre decía: Ignoraban la trascendencia del proyecto”.
“Pero, desconocían que años atrás, cuando López Mateos conoció el terreno que le propuso mi padre, le dijo: ´Este es el lugar´. Pasó un tiempo y ya presidente don Adolfo, mi padre que dirigió el INAH de 1957 a 1968, seguía como director insistiendo…y un buen día lo logró. El proyecto se hizo entre 1963 y el año 64. Ahora bien, entre los indiferentes, estaba don Jaime Torres Bodet, gran intelectual, escritor, poeta y era el secretario de Educación Pública en ese sexenio. Y a pesar de que desde que iniciaron los trabajos arquitectónicos encabezados por el Arq. Pedro Ramírez Vázquez, acompañado por los también arquitectos Jorge Campuzano y Rafael Mijares, nunca visitó la construcción, cuando estaba a punto de ser inaugurada por López Mateos, llamó a don Eusebio, mi padre y le pidió que le mostrara los trabajos. Y se hizo el gran evento.
“Decía mi padre que con la construcción de ese museo don Adolfo cerró con broche de oro su presidencia. Y el antiguo museo no fue abandonado, mi padre trabajó para que se transformara en el Museo Nacional de la Cultura, en el mismo sitio del anterior: Moneda número 13”, concluye Dávalos Murillo.
A través de la foto que me hizo llegar, se ven en primera fila, grandes personajes el día de la inauguración: el arqueólogo Ignacio Bernal y García Pimentel (París, Francia, 1910-Cd. de México 1992) bisnieto del historiador mexicano Joaquín García Icazbalceta (1825-1894) y discípulo y colaborador del arqueólogo Alfonso Caso (1896-1970). Por cierto, Bernal fue el primer director del recién estrenado museo.
No podía faltar, Dávalos Hurtado, médico homeópata, antropólogo físico, investigador del México antiguo, servidor público y auspiciador de varios museos. Don Eusebio, quien durante su gestión favoreció la identidad nacional mexicana, el resguardo del patrimonio cultural y la modernización museográfica. siendo director del INAH además de promover la construcción del Museo Nacional de Antropología, al mismo tiempo apoyó a los también museos nacionales, el del Virreinato y el de las Culturas, entre otros.
El sonorense Ernesto P. (Peralta) Uruchurtu, político, miembro del PRI, considerado uno de los mejores gobernantes que ha tenido la CDMX y llamado “el regente de hierro”, dirigía el gobierno de la capital del país cuando la inauguración. Nombrado Jefe del Dpto. del D.F. por el presidente Adolfo Ruiz Cortines, gobernó la capital durante 14 años, de 1952 a 1966, tiempo a través del cual modernizó la Ciudad de México.
Presente también el ilustre don Jaime Torres Bodet, (Cd. de México 1902-1974), medalla Belisario Domínguez el que a pesar de su indiferencia inicial, pronunció un notable discurso pleno de cultura durante la inauguración del gran museo y don Adolfo López Mateos, que ha sido uno de los grandes presidentes del México del siglo XX. Y hasta la próxima.
El día de la inauguración del Museo Nacional de Antropología, en el mes de septiembre de 1964, ubicado en pleno Paseo de la Reforma en el Bosque de Chapultepec. Aquí aparecen, de izq. a der.: Ignacio Bernal, Eusebio Dávalos Hurtado, Ernesto P. Uruchurtu, Jaime Torres Bodet, el Presidente Adolfo López Mateos, saludando a los presentes y Pedro Ramírez Vázquez. Foto compartida por Cecilia Dávalos Murillo / cortesía de la autora