
A José Fuentes Mares, ahora que lo “encontré”
Fíjense queridos lectores que en busca de un documento traspapelado me encontré dos cuartillas cuyos años habían cambiado ya el color del papel mismas que le dediqué, postmortem a fines de los años 80, al extraordinario historiador José Fuentes Mares (Chihuahua 1918-Ibidem 1986). Con nostalgia las acabo de releer. Confieso que las redacté en un momento de esos en que solía yo rasguñar el papel con la pluma por las noches, aunque a veces…aún lo hago. Y el día de hoy, por la alegría que me dio hallarlas, las comparto con ustedes. Empiezan así:
Como lamento ahora que has partido, no haberte conocido a ti a quien en una ocasión llamaron reaccionario, como si a la erudición mezclada con fino y pícaro humor se le pueda encuadrar en alguna ideología política. De haber tú podido platicar con el excelso escritor argentino Jorge Luis Borges, cómo se hubieran reído juntos de tales epítetos que les endilgaron en su momento, pero quien sabe, tal vez ahora lo podrán hacer. Quiero decirte que desde que leí tu “Nueva Guía de Descarriados”, quedé prendada de tu pluma. Te soy franca, no escribes como un Cervantes, sin embargo, déjame recordarte que yo ya te conocía. Te vi por primera y única vez en mi salón de clases de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM al que llegaste, una mañana, invitado por uno de mis magníficos maestros, Eduardo Blanquel.
En aquella ocasión nos comentaste que salías de un Simposium. Por cierto, te burlaste de esta palabra a la que calificaste de pomposa y engreída, pero en cuanto comenzaste a platicar con todos nosotros, los alumnos que ese día tuvimos la suerte de escucharte, de inmediato capturaste nuestra atención y es que con ese fino humor con mezcla de mordacidad que luego sabría, era característico en ti, podías en pocas palabras hacer trizas, pulverizar y empanizar al más solemne petulante. Leyendo, poco después tu libro Memorias de Blas Pavón, déjame decirte que comparto contigo tu opinión acerca de Díaz, aunque te diré que, con sus asegunes, porque don Porfirio también tuvo grandes valores, pero en algo tenías razón, no le llegó, ni remotamente a los talones, al Juárez estadista ni a Miguel Lerdo de Tejada. No fue tan político como el primero ni tan inteligente como el segundo.
Fíjate que me encantó leer Y México se refugió en el desierto, obra en la que aludes a los tiempos juaristas y la invasión francesa que como bien se lo advirtió Lerdo de Tejada cuando le ordenó Juárez desconocer la deuda de México con Francia, éste desestimó la propuesta de don Miguel que le dijo: “Permítame señor Presidente ofrecerle un programa de pagos que México pueda cumplir”, la respuesta de Juárez fue un ¡No! rotundo, “se cancela” ordenó, por lo que don Miguel que sabía lo que decía porque era un gran financiero y además con mucha dignidad, renunció poco después, ya luego vendría la invasión francesa. Por cierto, cambiando de tema, me encantó cómo describes tu llegada a este mundo: “Nací en el desierto, y el llano alimentó mi imaginación con las fantasías que pueblan sus vacíos infinitos”.
Así es que escuchándote primero y después al leerte me sedujo tu estilo tan peculiar, tan tuyo, que tenías al abordar temas personales e históricos sobre todo cuando desmechoneas sin ningún miramiento a personajes de la heroica historia de México y acabar con el cuadro al decir que a Benito Juárez se lo llevó la trampa. Pero a pesar de que no se si existió o no Blas Pavón, cómo he disfrutado leyéndote, califico de deliciosa tu capacidad narrativa, aunque te llevaste el secreto de su identidad a la…bueno, al otro lado.

Pero… ¿existió Blas Pavón? O lo inventaste tú. En fin, creo que eso ya no tiene importancia. Lo que yo quiero que sepas es que a pesar de que ya no podrás abrir tus enormes e inquisidores ojos, a pesar de que al final no querías o no podías ya ni reír, lo intuyo por esa furibunda manera tuya de escribir y a pesar de que el organismo te falló con el canijo cáncer, la experiencia te llegó cuando tú creías que ya para qué. En eso te equivocaste querido erudito, porque ahora los amantes de la buena lectura histórica, tenemos, gracias a ti, una nueva y deliciosa versión del fascinante siglo XIX en México para solaz de tus admiradores y para berrinche de tus detractores.
Por eso, a un mes de tu partida te escribo estas líneas, que ahora, décadas después que me las encuentro sorpresivamente en mi casa de Cuernavaca, tan lejos de donde las escribí, las hago públicas para decirte que me diste la oportunidad de disfrutar varios de tus 30 estupendos libros entre los que destaco: Miramón el hombre, El Drama de su Alteza Serenísima, Las mil y una noches mexicanas, entre muchos otros episodios históricos de esa época, sobre todo de aspectos del Juarismo con tu crítica aguda y valiente que situó en su real dimensión a muchos personajes a quienes de un plumazo bajaste de su falso pedestal al aplicar la palabra exacta con la anti solemnidad que siempre te caracterizó como el llamar cretino a Fernando VII que coincido contigo, lo fue y revolucionario de refresco al desafortunado Francisco Xavier Mina, ahí sí, no lo sé pero termino recomendándoles, si me lo permiten, la lectura de cualquiera de las obras del historiador José Fuentes Mares. Y hasta el próximo miércoles.
El historiador y poeta José Fuentes Mares con enorme amenidad escribió pasajes fascinantes de la historia del México del siglo XIX. Imagen bajada de la portada del libro Poemas del Alma del mismo autor, publicado por Verónica Gudiña en 2014.