DE LA CANIRAC A SAN AGUSTÍN, LACAN Y RAMACHANDRAN
Qué difícil es hacer una síntesis de uno mismo y que, aunque pareciera imposible cupiera solo en una hoja de papel porque ahí queda escrita la vida misma, sobre todo la de quien sabe comunicarse con los demás. Fíjense queridos lectores, que el miércoles pasado, acudí, en una de mis últimas asistencias a los desayunos del precioso Grupo Empresarial Morelos por mi regreso a mis estudios de Doctorado en Historia. El invitado sería José Alfredo Acosta Vázquez, nuevo dirigente de la CANIRAC que entró en sustitución de nuestra amiga Griselda Hurtado Calderón.
Luego de que lo presentaran, comenzó el nuevo dirigente narrando su propia vida, pero de una forma tan atractiva, sin maquillaje alguno, que nos atrapó a todos los asistentes: “Nací, -dijo- en un campo petrolero de Veracruz tan pequeño que ni siquiera a pueblo bicicletero llegaba”. Y de ahí “pal real”, siguió con su andar hasta llegar a Cuernavaca, pero lo inusual, en este caso, es que, al hablar de él, fue entremezclando sus vivencias con profundas emociones, lo que me hizo recordar la frase: “Lo más íntimo, es lo más general”.
Habló de su lucha por salir adelante, de momentos felices, pero también de la soledad que marcha paralela mientras uno más avanza. Y sin imaginarlo siquiera, este líder de una de las cámaras empresariales más conocidas cayó en lo que en psicología se denomina “extimidad”, vocablo inventado y preferido de Jacques Lacan, el mejor y más brillante alumno del vienés Freud.
Y agárrense, ahí les va lo que significa esa maravillosa palabra que cuando la escuché hace tiempo, puse cara de “what”. Por lo que busqué ayuda para entenderla. Así me enteré acerca de su significado y ahora se los comparto. “Extimidad” se refiere a lo real en lo simbólico, a lo más interior sin dejar de ser exterior, o sea, si en aquel entonces no entendí nada, no sé si sigo igual porque ahí les va el remate: es un término cuya connotación es una “formulación paradójica” y ni les digo lo que esto significa porque menos lo vamos a entender.
Pero mientras escuchaba encantada hablar a Acosta Vázquez sufría yo de pensar que tendría que salirme, en cuanto él terminara su presentación para correr a la terminal y esperar procedente del aeropuerto a una muy querida invitada mía. Pero a la vez no quería perderme su plática porque no era nada banal sino más bien sustancial.
Pero algo tenía la conversación de Acosta Vázquez que a la par que hablaba de bodegas en la Central de Abasto de la CDMX, nos confiaba su espíritu creativo capaz de inventar una bebida de agua sin color, pero con distintos sabores y provocar que se nos antojara en ese momento probarla. O sea, no soy psicóloga, ni empresaria restaurantera, sin embargo, su plática en un evento en que todos los asistentes éramos absolutamente distintos nos llegó a todos de alguna manera. Ese es lo que yo llamo el poder de la conversación, me dije. Y él lo tenía, -corrijo-, lo tiene.
Tuvo tal éxito su intervención que cuando terminó de hablar, en lugar de un cortés o nutrido aplauso, varios le gritamos ¡bravo! Y, por si fuera poco, todavía sacó una hoja de papel que tituló: “Mi vida en una cuartilla”, lo que me hizo en cuanto pude regresar a casa, sentarme a escribir estos renglones. Al margen de ese evento que me motivó a la introspección, yo me pregunto y les pregunto a ustedes queridos lectores, ¿qué es lo que descubrimos en nuestro yo más íntimo cuando nos sumimos en la reflexión?
Así es que me adentro a investigar y de pronto encuentro a San Agustín (354-430 d. de C.), al que además de filósofo, teólogo y obispo se le considera uno de los más importantes Padres de la Iglesia. Vivió en Hipona, remota y antigua ciudad de Numidia a la orilla del río Ubus hasta su muerte. Pero ese gran pensador que además de escribir más de 232 libros siendo los más famosos los titulados Confesiones y La Ciudad de Dios, dedicó su vida a la reflexión, así anotó un día: “Dios es más interior que lo más íntimo mío”, nótese lo actual de su juicio en los modernos estudios de la mente. Ya buscaré a un culto sacerdote con alma de psiquiatra que me explique lo que quiso decir San Agustín porque fueron tan importantes sus reflexiones que ese religioso sentó las bases de lo que sería la filosofía medieval y aún la moderna.
Mientras tanto repaso el libro de Ramachandran, –un genio de la neurociencia que labora en la Universidad de California en San Diego–. llamado: Los misterios de la mente humana o también, aunque éste no lo he leído: La vida secreta de la mente, de Mario Sigman y pensando que, si San Agustín sin proponérselo puso su parte para que Lacan destapara el inconsciente casi 2000 años después, como me hubiera encantado tomar, aunque sea un solo capítulo del Seminario Lacaniano, llamado: “En ti más que tú”. Y sí, me gustó mucho la plática de Acosta Vázquez, aunque me perdí la sesión de preguntas y respuestas. Y miren, como del tema de la Canirac, llegué a la Neurociencia. Y hasta la próxima.
V.S. Ramachandran, neurólogo e investigador de renombre internacional, llamado el Sherlock Holmes de la Neurociencia, inventó la terapia del espejo que ayuda a que amputados dejen de sufrir dolor, para ellos muy real, en el miembro fantasma. Foto: sitio web: https://swarajyamag.com/magazine/any-ape-can-reach-for-a-banana-but-only-a-human-can-reach-for-the-stars / cortesía de la autora