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Mi padre entendió y luchó por las necesidades de su gente: Mateo Zapata

2ª. parte y final

 

Fíjense queridos lectores, que en mis comienzos como reportera hace ya muchos años, en una ocasión me dirigí a Cuautla y me presenté en la casa de don Mateo Zapata Pérez, (Tlaltizapán 1917-Cuautla 2007), el hijo menor del máximo héroe morelense. Mi propósito era entrevistarlo y ni siquiera llevaba yo cita. Eran mediados de los años 80.

Toqué a la puerta de su casa. Abrieron. Me identifiqué y me hicieron pasar. Estaba don Mateo, entonces de 70 años de edad, sentado en un cómodo sillón con semblante serio pero amable. Cuando estuve a su lado, me preguntó: “¿De quién es Ud. nieta?”. Rauda le respondí: -de Sarita Martínez Vda. de Gutiérrez, de la calle Chamilpa Núm. 1, Col. Miraval-. Él, solo contestó: “La recibo porque sí es Ud. de Morelos, siéntese por favor y platicamos un rato. En cualquier momento llegan por mí. A ver, dígame ¿qué me quiere preguntar?”.

Así comenzó una breve, pero muy rica e inolvidable para mí, plática con un hombre que se distinguió por llevar una vida digna y de ayuda a los sobrevivientes, a sus viudas e hijos que lucharon junto a su padre asesinado cuando él apenas tenía dos años de edad. Don Mateo que moriría 20 años después de nuestro encuentro en Cuautla, durante nuestra plática me narró momentos dramáticos que vivió su familia luego de la trágica traición a su padre ordenada por Venustiano Carranza.

En esa conversación con don Mateo me llamó la atención lo triste de su mirada. Lamento que por su fallecimiento, no supo que 17 años después de su partida y a 106 años de la de su padre el general Emiliano Zapata, su archivo histórico que con tanto celo conservó don Mateo ayudado sobre todo por su nieto el historiador Edgar Castro Zapata, lo elevó la UNESCO a la Memoria del Mundo. En una nota del reportero Gustavo Yitzaac Garibay, publicada este mismo mes y año en La Jornada Nacional, leo que Castro Zapata anunció que por su importancia y para preservar la memoria del zapatismo, el organismo internacional decidió protegerlo.

Vean queridos lectores la importancia de la decisión que tomó el organismo internacional que supo ver la trascendencia de preservar del olvido un movimiento que le dio sentido social a la Revolución Mexicana enarbolado por su líder el general Emiliano Zapata Salazar. El documento presentado por Castro Zapata, nieto de don Mateo y bisnieto de don Miliano quedó bajo el nombre de: Archivo Histórico de Mateo Emiliano Zapata Pérez. La memoria de esa lucha quedó ya protegida para la posteridad.

Pero en aquella inolvidable plática en su casa, hace tanto tiempo, don Mateo me comentó que muerto su padre la situación de su familia fue terrible, “yo era muy pequeño pero me contaron después mi madre y el resto de la familia, que tenían que esconderse por el temor de que siguieran acabando con el resto de la familia. No, no fue nada fácil la situación que vivimos todos cuando la muerte de mi padre”.

Uds. se preguntarán queridos lectores, ¿por qué revivo hoy una entrevista hecha hace cuatro décadas? y la respuesta es que al estar limpiando de notas sin importancia para aligerar mi computación, me encontré con unas preciosas fotografías que me hizo el favor de enviar su nieto Castro Zapata en 1916 y decidí unir estos recuerdos a los de su padre en este Aniversario Luctuoso.

De pronto le pregunto: -¿Por qué su mirada luce tan triste don Mateo, siendo Ud. hijo del gran héroe si me permite preguntarle con todo respeto?.- “Como no doña Lya, -respondió- Verá, además de que mi padre luchó por la repartición equitativa y digna de las tierras, de los montes y de las aguas morelenses entre sus auténticos propietarios a los que se las habían arrebatado, él, que además siempre peleó por los derechos de los campesinos y por una reforma agraria que devolviera la tierra a quienes la trabajan…”. De pronto enmudece. Su frase queda inconclusa. Su silencio en ese momento dijo más que mil palabras.

Luego sigue: “Mire Ud. Lya, mi padre no era un político ni un militar federal o de carrera, pero sí fue todo un general en Jefe que se hizo por méritos propios y aunque era un hombre de campo que no tenía grandes necesidades, supo entender las de su gente. Por eso, su frase de que “La tierra es de quien la trabaja”, resume su lucha. Mi padre quería un México donde hubiera más justicia social con libertad y dignidad para los campesinos y pues la verdad, espero que ese sueño que lo inspiró a tomar las armas sin rendirse jamás ni venderse ante nadie ni ante nada, algún día se cumpla porque mi padre no luchó para él, sino para los demás”.

En ese momento de oro y plata, entra uno de sus amigos. Termina la conversación. “Llegaron ya por mí doña Lya, -dice amable-.”. Y así, con la misma rapidez con la que entré a su casa, salí de estar con don Mateo Emiliano Zapata Pérez, nunca olvidado por mí. Y hasta el próximo miércoles.

Imagen de Mateo Emiliano Zapata Pérez, hijo menor del Caudillo del Sur, misma que refleja la tristeza de su mirada. Foto que envió su nieto el historiador Edgar Castro Zapata a la autora de este trabajo. Y que hoy la comparte para su publicación en esta columna.

Lya Gutiérrez Quintanilla